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42 PUEBLOS FANTASMAS

Juan Campo vive con su familia en un barrio de invasión de Sincelejo bajo los techos de zinc y las puertas que logró arrancar de su casa en Chinulito (Sucre). En cambio, Julián, un niño de 10 años, no pudo llevarse nada de Puerto Saldaña (Tolima) y duerme en un cambuche de plástico en las calles de Ibagué.

Juan Campo vive con su familia en un barrio de invasión de Sincelejo bajo los techos de zinc y las puertas que logró arrancar de su casa en Chinulito (Sucre). En cambio, Julián, un niño de 10 años, no pudo llevarse nada de Puerto Saldaña (Tolima) y duerme en un cambuche de plástico en las calles de Ibagué.
Ellos tenían techo, comida, vecinos y un pueblo a donde ir a misa los domingos y donde celebrar las fiestas patronales. La guerra acabó con todo eso y los condenó a ser desplazados.
De los caseríos que dejaron hay poco que contar. Hoy son pueblos fantasmas, o semifantasmas devorados por la maleza y el olvido.
Por estos lugares aúllan los perros de hambre y, dicen, caminan las ánimas de las víctimas que dejaron a su paso los grupos armados. No hay nada más aparte de desolación y ruinas.
EL TIEMPO hizo un inventario de cuántos sitios del país pueden estar en estas condiciones y se encontró 41 casos concretos entre veredas y corregimientos. La mayoría ya no alberga a nadie; otros apenas están habitados por unas pocas familias que no tuvieron para donde coger.
La situación es más crítica en la Costa Caribe, donde los paras han dejado su rastro sangriento en muchos pueblos de acceso a la Serranía de San Lucas. En esta zona, que comprende Sucre y Bolívar, 31 caseríos están desolados. Pero la situación no es exclusiva de esa zona. En Norte de Santander, Antioquia, Santander y Valle del Cauca también hay pueblos fantasmas.
León Valencia, desmovilizado de la Corriente de Renovación Socialista (CRS), explica que esto se da, sobre todo, en aquellas poblaciones donde sus habitantes no aceptan a un grupo armado y prefieren dejar sus tierras y sus casas a quedar sometidos bajo la nueva ley.
Sucre es un ejemplo. A diferencia de otras regiones del Magdalena Medio, que aceptaron a las autodefensas, ellos han abandonado sus tierras pese a que lucharon en los años setenta , cuenta.
A este paso, legalmente muchos municipios están condenados a desaparecer. Gilberto Toro, director de la Federación de Municipios, asegura que la situación no solo está generando un problema de abandono del campo y aumento de los cordones de miseria de las ciudades, sino que obliga a que en el futuro algunos municipios no sean viables por falta de población.
Además, explicó que esto reduce los ingresos de los entes locales, pues de propietarios y productores, los campesinos pasan a un sector marginal, donde no tributan.
Los alcaldes se quejan de que el censo del 93 no refleja actualmente la realidad poblacional del país, pues están disminuyendo los habitantes rurales , dice Toro.
Las ánimas deambulan en Santa Lucía
TULUA
En las noches, por las calles desoladas de Santa Lucía solo se escucha el aullido de los perros.
Los pocos campesinos que se atreven a seguir en este corregimiento del oriente de Tuluá (Valle del Cauca), dicen que en medio de la penumbra deambula el espíritu de Mireya Alpalá, de 24 años, a quien los paras mutilaron con una motosierra después de violarla.
Las autodefensas llegaron el pasado 2 de enero, saquearon las 104 casas del poblado y destruyeron muebles y enseres. Entonces había unas 170 familias, ahora solo quedan 20, pero escasamente se ve a doña Melba, la telefonista, y a don Gildardo Páez, un campesino de 60 años.
Ya no llegan viajeros al pueblo. Antes de los paras el pasaje en chiva desde Tuluá costaba 9.000 pesos. Ahora los únicos que se aventuran a viajar son conductores particulares que cobran hasta 300.000 pesos.
Una situación similar se vive en Puerto Frazadas, otro corregimiento de la zona. Hace dos años, llegaron los paras y de 315 personas que vivían en 75 casas solo quedan 12 familias.
Este corregimiento se movía mucho, pero ahora de seis tiendas que había queda una. Ya ni carne se volvió a vender aquí", dice uno de los labriegos que se niega a abandonar la región.
En Puerto Frazadas el temor por el regreso de las autodefensas es tal que nadie quiso volver a ser telefonista, tendero, conductor o dirigente comunal.
Los cultivos se quedaron solos
BUCARAMANGA
Por las 55 casas abandonadas de Turbay solo rondan el frío y la niebla.
En este corregimiento de Suratá (Santander), las 56 parcelas de un proyecto piloto de granjas autosostenibles fueron desamparadas por más de 200 campesinos que huyeron en enero por presiones de las Farc y de los paramilitares.
Los labriegos, a través de una corporación ecológica, producían semanalmente ocho toneladas de lulo, tomate de árbol, mora, café y plátano. Ahora, refugiados en los barrios periféricos de Bucaramanga, no saben qué ha pasado con las plantas alopáticas con las que combaten a los insectos y con los árboles cristalinos, una especie única en el mundo, cuya madera, al ser cortada en pequeñas lonjas, es casi transparente.
En el corregimiento quedan 27 personas de cuatro familias que ven caer a pedazos el centro de salud, cerrado el año pasado, y la iglesia, donde se celebra misa solo una vez al mes.
El temor de los campesinos por los combates aumentó recientemente con otro enfrentamiento en el que murieron 18 campesinos.
Maleza en vez de aguacate
IBAGUE
La batalla entre las Farc y las autodefensas duró 15 días en la inspección de policía Puerto Saldaña (Tolima). Fue como un terromoto. Dejó 23 personas muertas y 107 casas fueron reducidas a escombros. Otras 145 se mantuvieron en pie pero se quedaron sin techo por las explosiones.
Los últimos 80 pobladores que se atrincheraron durante el combate entre las ruinas salieron apenas cesaron los tiros. Las Farc les dieron un ultimátum: Aquí no se puede quedar nadie .
Eso fue a comienzos de mayo del año pasado. Entonces, cerca de mil personas de las veredas El Placer, Edén, Alto Bonito, Cambrín, La Ocasión, La Cumbre, La Cascada, Llaneta, se refugiaron en Rioblanco, Chaparral, Huila e Ibagué, huyendo de la muerte.
Ahora tienen que sobrevivir como pueden, lejos de su casa. Julian , de 10 años, vive en la avenida Guabinal de Ibagué con su mamá y sus dos hermanos menores. l no olvida cómo una guerrillera degollaba a su papá, lo rociaba con gasolina y lo quemaba al frente de su casa.
Para él y para todos los demás quedaron atrás los buenos tiempos. Hace unos años en Puerto Saldaña se vivía bien. Allí cultivaban café, fríjol, maíz y aguacate, producto por el que se le llegó a llamar la tierra del aguacate , y hasta se realizaba un Festival.
A muchos de los hijos de esta tierra no les importaba que en vez de carreteras existieran trochas, que no llegara la luz, ni las medicinas, ni el teléfono, pues tenían paz.
Dicen los campesinos que han logrado pasar por allí en el último año que solo la guerrilla merodea entre las cenizas y los escombros. Ya no hay fríjol, ni aguacate. Solo rastrojo y maleza que crecen bajo el calor canicular.
*Nombre ficticio
Caseríos desocupados
BOLVAR: Carmen de Bolívar: corregimiento del Salado y las veredas El Raizal, El Jobo, Guaimaral y Jesús del Río. San Jacinto: veredas Las Palmas y Bajo Grande. Villanueva: corregimiento de Cipacoa. Maríalabaja: corregimientos de San José del Playón, Mampuján y Retiro Nuevo. Zambrano: veredas Capaca y Jesús del Monte. Mahates: corregimiento de La Bonga. San Pablo: corregimiento de Vallecito. Simití: corregimiento de El Paraíso. Cantagallo: corregimiento de Lejanías.
SUCRE: Ovejas: corregimientos de Chengue, Don Gabriel, Canutal, Canutalito, Las Peñas, Pativaca, Flor del Monte, Buenos Aires y Salitral. Toluviejo: corrigimiento de Chinulito y las veredas Las Piedras, Caracol y Macaján. San Onofre: vereda Pajonal.
VALLE: Tuluá: corregimientos de Santa Lucía y Puerto Frazadas.
ANTIOQUIA: Yondó: veredas de San Luis Beltrán, El Campo, Cuatro Bocas y Puerto Nuevo Ité. Remedios: corregimiento Campo Vijao. San Luis: corregimiento El Prodigio.
SANTANDER: Suratá: corregimiento de Turbay.
NORTE DE SANTANDER: El Tarra: corregimiento de Filo Gringo.
TOLIMA: Puerto Saldaña.
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