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LA MASONERÍA Y LA CONSPIRACIÓN SEPTEMBRINA 1828

De plano debe descartarse cualquier iniciativa, gestión o participación de la masonería en la Conspiración Septembrina. No obstante hallarse conculcados los derechos humanos y las libertades públicas por los decretos dictatoriales del Libertador-Presidente, principios dogmáticos de la hermandad masónica, esta se abstuvo como institución de intervenir en el golpe de Estado que sustituiría la dictadura por el retorno a la democracia. Razones potísimas se invocan para confirmar tal aserto.

ARMANDO GOMEZ LATORREoctubre 10 de 1997, 12:00 A.M.

En primer término, si la Conspiración Septembrina hubiera tenido la injerencia de la masonería, todas las logias grancolombianas habrían intervenido o participado activamente en aquella subversión. Ello no ocurrió. Hasta por más de un centenar se contaban las logias venezolanas, ecuatorianas, panameñas y granadinas por la época y ese movimiento fraterno-revolucionario no apareció por parte alguna. Y es curioso que solamente 13 masones fueran procesados y condenados solamente en Bogotá. Además, de tan fatídico número solo fue fusilado uno: el coronel Ramón Nonato Guerra. A los demás se les conmutó la pena de muerte por el destierro y el presidio.

Conviene advertir, en segundo lugar, que la masonería es una exigente hermandad secreta y discreta pero vigorosamente unida por la lealtad, la solidaridad, el entendimiento, los ritos y reglamentos. No se percibe, no se advierte alguna delación, traición o denuncia sobre la posibilidad de un golpe de fuerza para deponer del mando al Libertador. Y si ello ocurrió, se debió a la imprudencia del capitán Benedicto Triana, quien, en avanzado estado de embriaguez, delató la subversión en la mañana del jueves 25 de septiembre, lo que comprometió en forma irresponsable a la hermandad. En otro sentido, y como tercera hipótesis, debe recordarse que en tal momento los masones eran los mejores e incondicionales amigos del Libertador, sus devotos partidarios y sus más decididos consejeros y colaboradores en el gobierno dictatorial.

Y, en fin, por la época (1828), la masonería padecía la más aguda, profunda e irreconciliable crisis de toda su historia. Aquella división era tajante, como también lo eran las diferencias y animadversión entre santanderistas y bolivarianos. De un lado estaba la cúpula militar, toda masónica: Rafael Urdaneta, ministro de Guerra y hombre fuerte del régimen, y los generales Córdova, Herrán, Ortega, París y Vélez. Y luego, el gabinete, todo de masones: José María del Castillo y Rada, ministro de Hacienda; José Manuel Restrepo, ministro de lo Interior; Estanislao Vergara, ministro de Relaciones Exteriores, y Nicolás Tanco, también ministro de Hacienda.

En el santanderismo casi todas las figuras eran jóvenes, pertenecientes incluso a la Sociedad Filológica, que duró exactamente seis meses: del 8 de mayo al 8 de noviembre de 1828, cuando las sociedades secretas fueron prohibidas por decreto de Bolívar, y se inició así la primera decadencia de la masonería en el país. Al frente estuvo Santander, fundador de la primera logia llamada Libertad de Colombia (1820) y después Fraternidad bogotana , de la cual salieron y partieron todos los amigos y enemigos del Gobierno en aquella época atormentada de la historia patria. Desde el 11 de noviembre de 1805, su excelencia al Libertador-Presidente pertenecía, con el grado de Compañero, a la Respetable Madre Logia San Alejandro de Escocia, de París.

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ARMANDO GOMEZ LATORREoctubre 10 de 1997, 12:00 A.M.