Señor Director
Durante la primera guerra mundial, entre los años 14 y 18 de este siglo, se le otorgó, por su creciente prestigio, el titulo mundial de Apóstol de la paz y más tarde también le valió la candidatura al Premio Nobel, al periodista uruguayo, pensador, escritor, pacifista y opositor sin límites de la guerra, Constancio C. Vigil. De él me permití extractar y transcribir, especialmente para los misantrópicos, apartes de una de sus obras, el siguiente elogio a la paz: Alabada sea la paz que deja los bueyes uncidos al arado, y el arado abriendo el surco, y el surco en hervor de vida, y la vida derramándose pródiga y triunfal sobre la tierra (...). Alabada sea la paz en la que el rosal florece, el árbol fructifica, la mies madura y están juntos aquellos que se aman, y se aman todos aquellos que se juntan en las lides del trabajo .
Parabienes a todos los que trabajan por nuestra paz, con sosegado ánimo e inteligente tranquilidad, sin presunción ni pusilanimidad, porque ellos serán los mejores hijos de Colombia.