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GARAVITO, EL HOMBRE DEL BILLETE

Quién este tipo? Esta pregunta debió cruzar por la mente de muchos colombianos cuando vieron el nuevo billete de 20 mil pesos que trae en una de sus caras la imagen de Julio Garavito Armero.

JUAN CARLOS BERMUDEZ Subeditor de Domingo
Pues este tipo de talla mediana, bigote, ojos azules ligeramente claros y complexión débil, que murió hace 76 años, es uno de los científicos más importantes de Colombia en toda su historia.
Los relatos de su época cuentan que, además de ingeniero, matemático y geómetra, fue astrónomo consumado y hasta economista.
En sus 55 años de existencia, hizo méritos suficientes no sólo para aparecer en una estampilla publicada hace 50 años y en el más reciente billete del Emisor, sino para figurar entre los personajes que dieron nombre a los cráteres de la Luna.
Garavito está, desde 1971, en el mapa selenita por decisión de la Unión Astronómica Internacional, al lado de célebres apellidos como Pauli, Leibnitz, Koch, Poincaré y Verne. Fue el único colombiano y uno de los seis latinoamericanos escogidos para ese homenaje, entre medio millar de nombres.
El cráter Garavito está ubicado en el hemisferio sur lunar; exactamente en las coordenadas latitud 48 grados al Sur y longitud 157 grados al Este.
Julio, hijo de Hermógenes Garavito, un comerciante acomodado pero no rico, fue el más brillante de una familia de ingenieros y matemáticos. A este hombre nacido en 1865 no le quedaba grande la palabra genio, según sus contemporáneos. Aprendió a leer con un libro de Cosmografía y a los 11 años ya había calculado su primer almanaque.
Ricardo Lleras Codazzi, su compañero del San Bartolomé, recuerda que su padre, profesor de Geometría, dijo siempre que Garavito era una inteligencia superior y el único de sus alumnos de entonces con verdadero espíritu matemático. Hacía gala de un razonamiento muy lógico, aunque se expresaba con dificultad.
Un día cuenta su colega y amigo Jorge Alvarez Lleras el joven genio recibió La pluralidad de mundos habitados de Flammarion, sobre la vida en otros planetas. Un cura, que supo del hecho, quemó el ejemplar. El joven dice Alvarez juró tornarse en impío de tuerca y tornillo para no tener que ver con los enemigos de la literatura astronómica . Garavito le confesó que mucho trabajo le había costado a su madre calmarlo y regresarlo a la fe católica.
En 1891 cuando salió de la Universidad Nacional con sus títulos de matemático e ingeniero, en seguida fue reclutado como profesor del alma mater y poco después fue nombrado director del Observatorio Astronómico Nacional, cargo que ocupó por el resto de sus días. Allí, creó la Oficina de Longitudes, antecedente del Instituto Geográfico Agustín Codazzi.
Enseñar fue una de su grandes diversiones. Incluso en los albores del siglo, mientras el país se debatía en la Guerra de los Mil días, él se mantuvo al margen -tal vez en la Luna- y se preocupó más porque sus alumnos de Ingeniería siguieran recibiendo clases.
Fue cuando usó, con sus amigos, los mismos salones del Observatorio y de la casa que había donde está hoy el Palacio de Nariño para enseñar sus asignaturas completamente gratis.
Cuando no estaba enseñando, se ocupaba de sus observaciones. Creía más en ellas. La fe ciega en las letras de molde es lo que ha perdido a la civilización moderna , dijo alguna vez.
Garavito se gastó más de una década en la delineación de la latitud de Bogotá. Creo fórmulas exactas para hacer las tablas de la Luna y halló los elementos de la órbita del cometa que pasó en 1901.
Pero también gustaba de la zarzuela y de la tertulia intelectual acompañaba con cigarros y café. De allí surgió, en 1902, el Círculo de los Nueve Puntos, que es descrito por sus biógrafos como una asociación extraña de unos pocos aficionados a las matemáticas, de carácter huraño, medio misántropos que quisieron rendirle un homenaje al matemático Leonardo Euler.
En el club no podía haber más de nueve miembros y nadie ingresaba sin proponer una solución original a un problema expuesto por el matemático y que precisamente explica el nombre del grupo.
La voz autorizada
Garavito era el centro del círculo y de la ciencia nacional. C. J. Rodríguez lo describe como una figura menuda de vaguedades simiescas, ambulaba con paso quedo, la mirada imprecisa y hacia dentro. Era el oráculo de la facultad; a él se le consultaba todo .
Cuando ocurría un fenómeno celeste o telúrico, su voz era la autorizada. Víctor E. Caro hijo de Miguel Antonio Caro escribió lo siguiente en el Nuevo Tiempo: Recuerdo que la noche del 19 de Mayo de 1910 en que la tierra fue azotada por la cola de un cometa histórico, pocas horas antes de verificarse el fenómeno, corrió una voz que puso miedo en los corazones: Garavito se ha confesado.
Y a raíz de los temblores del año 1917, alguien produjo idénticos resultados de terror lanzando la noticia: Garavito está durmiendo en un toldo .
Las interpretaciones que de sus palabras hacían los periodistas de la época poco agradaban al profesor. No le gustaba figurar públicamente, ni era un hombre para homenajes. En 1919 Nemesio Camacho y otros parlamentarios presentaron un proyecto de ley para honrar su labor con un busto y la publicación de sus obras completas.
En una carta donde pedía la supresión de los elogios personales y del busto, Garavito escribió: Las gentes de estudio, las que aman la verdad, las que se preocupan por descubrir y comprender las leyes naturales, no deben buscar otra cosa que la verdad misma. Investigar la naturaleza para conquistar honores es labor negativa .
Isabel de Garavito, sobrina suya y esposa de su sobrino Clemente, recuerda que en la familia tuvo fama de ser un hombre desprendido, que creía que uno de los peores pecados del hombre era acumular. Nunca tuvo más de lo que necesitó , dice.
Pero las apreciaciones económicas del genio tuvieron un poco más de fondo. La faceta de Garavito en este campo la recuerda el ingeniero Alfredo Bateman, contemporáneo suyo, por su preocupación por las fluctuaciones monetarias y la desvalorización del papel moneda, producidas por las emisiones frecuentes y cuantiosas que hizo el gobierno durante la Guerra de los Mil días.
Desde 1901, Julio Garavito propuso que se fundara un banco de emisión y descuento, para controlar las emisiones de papel moneda y esa misma idea fue la que trajo, años después, la misión extranjera que llevó a la creación del Banco de la República.
Dos décadas más tarde, Garavito murió, tras sobrellevar una dolencia que había adquirido en un trabajo en una mina de carbón y tras la muerte de su esposa María Luisa Cadena, en 1916. No dejó descendencia directa, aunque varios de sus sobrinos entre ellos el matemático y astrónomo Clemente Garavito siguieron sus pasos.
Como en tantos otros casos, la brillante trayectoria vital de Garavito no fue suficiente para que su imagen se borrara de la memoria colectiva. Por eso hoy es todo un descubrimiento para las nuevas generaciones, que quizás tampoco lo recordarán como lo que fue sino tan solo como el hombre del billete.
JUAN CARLOS BERMUDEZ Subeditor de Domingo
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