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Los vándalos tienen en jaque a la ciudad

Redacción Bogotá
El vandalismo en Bogotá está entrando en una nueva y devastadora etapa.
Ahora, los ciudadanos que atentan contra lo público no se conforman con
destruir señales de tránsito, pintar grafitis en sitios prohibidos y dañar
paraderos, sino que la emprenden contra vías completas.
El caso más reciente es el de la avenida de Los Comuneros, en el centro de
Bogotá, donde vándalos además de robarse las rejillas de los sumideros y las
tapas de las alcantarillas, arrancaron los adoquines.
"Aquí se llevan todo. Hasta los postes de la luz", denunció Pedro Cotrina,
habitante del barrio Santa Bárbara, quien ha sido testigo de cómo vándalos "se
echan al costal los ladrillos de los andenes".
Según información de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá
(EAAB), la reposición de una sola reja de un sumidero cuesta 150.000 pesos,
una suma nada despreciable si se tiene en cuenta que en un solo día los
vándalos se pueden llevar hasta 20.
El robo de estos elementos, además de constituir un peligro patente para los
peatones, es considerado como nocivo porque facilita la entrada de basura y
escombros a las redes subterráneas.
El Acueducto señaló que se buscará una solución conjunta con el Instituto de
Desarrollo Urbano (IDU), pues esta entidad no ha hecho todavía la entrega
oficial de la obra, pese a que hace más de tres años está en operación.
La saqueada avenida de Los Comuneros le costó a los bogotanos 9.800 millones
de pesos aprobados por el Concejo de Bogotá en 1995, dinero que los amigos de
lo ajeno se echan al bolsillo todos los días.
Invasión de grafitis
Los grafitis vandálicos, que se multiplican con celeridad por fachadas de
edificios insignes, iglesias, casas, locales comerciales, muros y monumentos,
también son una plaga para la estética urbana.
"Es que si fueran bonitos... pero esas letras que uno ni entiende. Antes
pintábamos la fachada cada año. Pero ahora para qué, si al otro día está otra
vez toda rayada", se quejó Jeimmy Castillo, propietaria de una papelería de la
carrera 4a. con calle 20, atacada por mamarrachos de pintura. La pelea contra
esta enfermedad ha resultado desigual, pues hasta hace poco está en vigencia
el Decreto 482 del 2011 por el cual se reglamentaron las sanciones
disciplinarias para quienes incurran en este tipo de actos.
"La parte más difícil de esta norma es su implementación. Hay que articular
toda una red que no es solo pasar de una acción sancionatoria que implicará
que el que dañe el bien público tendrá que restituirlo y pagar una multa de
hasta medio salario mínimo, sino también es fomentar la práctica responsable
del grafiti", explicó Cristina Lleras, director del Departamento de Artes
Plásticas del Instituto Distrital de Artes (Idartes).
La despreocupación de los bogotanos por el mobiliario público es tan aberrante
que en recientes encuestas sobre cultura ciudadana realizadas por
Corpovisionarios, menos del 20 por ciento de los interrogados defiende lo
público y menos del 20 por ciento considera que las instituciones hacen una
buena defensa del patrimonio de la capital.
En el caso de las señales de tránsito, de las 217.930 que existen en Bogotá y
que sirven, en su mayoría, para prevenir accidentes, 39.948 se encuentran en
mal estado por la acción de personas que a modo propio deciden atacarlas. Algo
parecido ocurre con los paraderos de los buses, los hidrantes, las bancas de
los parques, los postes, los puentes peatonales, los andenes, las estaciones y
portales de TransMilenio y las ciclorrutas.
Señales, las principales víctimas
Los vándalos tampoco les dan tregua a las señales de tránsito: las rayan,
tuercen y hasta las arrancan. De las 217.930 instaladas en las vías, 48.048
tuvieron que recibir mantenimiento y enderezarse, el año pasado. Este año, la
cifra ya llega a 39.948 señales, según la Secretaría de Movilidad.
Estas 'gracias' de algunos desadaptados hacen que los bogotanos se saquen del
bolsillo entre 800 millones y 1.000 millones de pesos, al año. Durante el
2013, se han invertido 304 millones de pesos. Todos estos dineros, según
Movilidad, podrían usarse en la instalación de nuevas y mejores señales.
Alemania utiliza aviones no tripulados contra grafiteros
En países como Estados Unidos, Inglaterra y México han combatido con
vehemencia los grafitis, endureciendo las penas para los infractores e
invirtiendo en la restauración del mobiliario y los muros de las ciudades.
Sin embargo, el caso más reciente de un enfrentamiento frontal y agresivo
contra quienes incurren en esta práctica es el de Alemania, en el que la
compañía estatal de ferrocarriles, Deutsche Bahn, implementó, a comienzos de
este mes, drones (aviones aéreos no tripulados) con cámaras de seguridad para
poder capturar a los que pintan en las estaciones y tener pruebas para
judicializarlos. 60.000 euros le costó a la empresa implementar esta
tecnología para vigilar el tren y el metro, según registró la prensa
internacional, debido a que solo el año pasado fue necesario eliminar más de
14.000 grafitis que les costaban en promedio 7,6 millones de euros al año.
'Lo público nos debe doler porque es de todos'
¿Por qué la gente comete actos vandálicos?
Hay una deficiente construcción de lo público en Bogotá. La gente piensa que
lo público no es de nadie cuando es de todos. Ese desprecio se expresa con el
vandalismo.
¿Cómo resolverlo?
La ocurrencia de actos que afectan el espacio público en Bogotá es de tal
proporción que es imposible decirle a la Policía que además de atrapar
delincuentes y controlar el tráfico ahora se dedique a encerrar vándalos;
17.000 policías no pueden con todo.
¿Entonces?
Debe haber control social, pero no irrespetando. Un gesto puede ser una
censura sin entrar en conflictos.
En otras sociedades la relación de los ciudadanos con lo público es diferente.
Es un proceso pedagógico largo, pero hay que arrancarlo. Definitivamente hay
que generar espacios en los que los jóvenes puedan encontrar un reconocimiento
en actividades diferentes a hacerle daño al otro.
¿Y el argumento de la libertad de expresión?
Los que pelean por la libertad de expresión no desearían que les pinten la
casa con un grafiti. Hay que enseñar que lo público es lo que más nos debe
doler.
¿Deben crearse espacios para que estos jóvenes puedan pintar sus grafitis?
Es una buena idea, pero no va a solucionar el problema. En México, por
ejemplo, lo hicieron y seguían dañando otros espacios. Se necesita reforzar la
cultura ciudadana y el amor por lo que es del otro, no el otro conocido, el
otro desconocido.
¿Y los monumentos?
Muchas veces se pone un monumento y no se le explica a la gente quién es ese.
Con la construcción de espacio público debe haber procesos de apropiación
cultural. De lo contrario, lo que unos consideran una obra de arte para otros
es un objeto sin importancia.
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