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EL FENÓMENO MOCKUS

Cuánto ha cambiado esta ciudad. Que una persona que salió de la rectoría de la Universidad Nacional por mostrar el trasero en público, figure como el más popular candidato a la alcaldía, es tal vez el más elocuente síntoma de la transformación de mentalidad y actitudes de la otrora adusta y pacata Santafé de Bogotá. Será el comienzo de un regreso a los valores de la antigua Atenas suramericana , cuando Bogotá sobresalía por su culto a la inteligencia y las letras? Parecería paradójico, por el rasgo aparentemente escandaloso de las conductas de Mockus y en medio de la lumpenización y el deterioro de la calidad de vida que se observa en tantas esferas de la vida capitalina.

Pero, de cualquier manera, el auge de la sorpresiva candidatura de Antanas Mockus expresa el rechazo de la comunidad a la corrupción y la politiquería con que se han manejado los asuntos de Bogotá. Refleja un clamor por más ética y transparencia en la conducción de una ciudad que atraviesa por la peor crisis de su historia.
Pienso que es sobre todo el reconocimiento a la honestidad que, al margen de su aspecto irreverente o chocante, ha revelado el comportamiento de Mockus. Su popularidad, sobre todo entre la juventud, confirma la eficacia del lenguaje simbólico que utilizó en su condición de rector del primer centro educativo del país, para exteriorizar su rechazo a la intolerancia y el dogmatismo de ciertos núcleos radicales del estudiantado.
La celebridad de Antanas está ligada a la eficacia (los semiólogos saben de esto) de un gesto diferente. En este caso osado e inhabitual, de quien se permite hacerlo porque está por encima de las conveniencias o de la hipocresía de los buenos modales. También obedece al eco que le ha prestado una prensa siempre al acecho de una noticia distinta y una opinión hastiada por la propaganda oficial y la untuosidad del lenguaje burocrático.
Hay lenguajes que se utilizan poco (la semiología es la ciencia de los diversos lenguajes) en esta Colombia aún convencial y timorata, donde los gestos espectaculares suelen dejar marcas perdurables: el nadaísmo hizo su aparición en público escupiendo hostias en la catedral de Medellín.
Aunque haya parecido como algo indigno de un rector, bajarse los pantalones es otro modo de hablar ( qué es lo vergonzoso: el cuerpo o la mentira?), entre burlón e irrespetuoso, en un país donde la gente bien se escandaliza más porque se dice culo que por los gamines drogados o las autoridades corruptas.
No hay que olvidar que la ciudadanía está harta de promesas electorales y clisés políticos. De cierta forma de hacer política. Cualquier persona que venga de afuera de ese medio, o que se presente como alternativa a eso, cuenta con una simpatía casi automática. Se demuestra, además, que la academia ha perdido menos prestigio que otras actividades públicas. Y Antanas Mockus, que parece hizo una buena rectoría, tiene la respetabilidad del tipo que se dedicó a la docencia y no al pillaje.
Guardadas proporciones, el fenómeno Mockus se parece al del cura Hoyos de Barranquilla, quien llegó a la alcaldía como símbolo de rechazo a la politiquería que arruinó a esa ciudad. Y en contra de todos los pronósticos, Bernardo Hoyos, quien no se ha dejado manipular de los políticos de siempre, e inclusive llamó a votar en blanco en las próximas elecciones, ha hecho una alcaldía mucho mejor de la que se esperaba.
Antanas Mockus, con su peculiar carisma y su sonrisa seductora, también ha dado muestras de que no se dejará utilizar políticamente. Ya le advirtió al M-19, que lanzó su nombre, que no sería candidato suyo, ni de partido alguno, sino eminentemente cívico. Su popularidad puede convertirse en una piedra en el zapato para el partido liberal, que confía en seguir rigiendo los destimos de la capital.
Pero aparte de todo esto, la gran pregunta es si un filósofo-matemático, que no ha salido del ghetto académico, está en capacidad de manejar esta Babilonia que nos han legado tantos años de incompetencia acumulada. Si, como decía Gómez Buendía, su ignorancia en administración urbana es tan vasta como su sabiduría en filosofía.
Hay aspirantes, también jóvenes y honestos, como Enrique Peñalosa Londoño, que llevan años estudiando los problemas de Bogotá y que sin duda están mejor preparados que Mockus para asumir esta difícil tarea. Otra cosa es que logren llegarle a la gente y movilizarla en su favor.
La crisis de Bogotá se ha vuelto tan insoportable que sus habitantes parecen dispuestos a ensayar cualquier fórmula de gobierno distinta. Por más exótica y desesperada que suene. Y es que también han aprendido a desconfiar de los candidatos perfectos. No nos vendieron ( vendimos?) acaso la imagen de un Jaime Castro como el más estudioso, previsivo e idóneo administrador de Bogotá? Y miren en las que estamos.
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