Algo de eso debió suceder con mi análisis del domingo pasado cuando desde Quito envié una reflexión sobre algunas de las mentiras de nuestro pastorcillo del miti-miti . Mintió el Ministro Arboleda cuando pregonaba desde los pasillos del Congreso que la ley retaliativa de televisión era de iniciativa legislativa y que el gobierno nada tenía que ver con ella. Lo hizo después cuando a voz en cuello defendía una transparencia que se vería en entredicho con la conversación telefónica de marras. Recayó cuando sacaba pecho por la independencia política de la Comisión de Televisión y corría a buscar su asiento con una presteza sospechosa; y aún más cuando advertía sobre el advenimiento de un pluralismo que después de revisadas las composiciones accionarias de las programadoras licitantes resulta un juego de los mismos con las mismas.
De eso y de otras cosas hablaba mi artículo que se extravió en los incomprensibles mundos de un fax en la mitad del mundo.
Pero en la reunión de Quito sucedieron cosas mas interesantes. Allí, entre invitados de diversos países se pudo recomponer el mapa preocupante de lo que está pasando con los medios de comunicación en Latinoamérica.
En Panamá, a Gustavo Gorriti, editor asociado de La Prensa le fue retirada su visa por haber revelado el ingreso de dineros del narcotráfico en la campaña del Presidente Pérez Valladares. Allá también entraron dineros por la espalda, no de un elefante sino de un Toro . Entretanto, en Caracas avanza una ley que busca confirmar desde el gobierno cuando la prensa se acerca o se aleja de la Verdad. Así con mayúsculas. En Perú, el gobierno le quita la nacionalidad al dueño de un canal de televisión por hacer públicas torturas y teléfonos pinchados (otra moda tropical) por un tenebroso organismo de seguridad del estado. Entre ellos el teléfono del opositor de Fujimori, el ex candidato Pérez de Cuellar.
En Argentina el Congreso no aprobó un esperpento jurídico que buscaba prohibir el acceso de los periodistas a información sobre las actuaciones de los servidores públicos.
Colombia, por supuesto, aparecía en este panorama, con la misma exhuberancia que la ha puesto a la cabeza del lamentable ranking mundial de la corrupción.
Al lado de todas estas desdichas de Casandra están sin embargo importantes movimientos de la sociedad civil, como el Foro para la democratización de los medios del Brasil, cada día mas persistentes y organizados, que promueven el debate público sobre la responsabilidad social de los medios, el derecho de los ciudadanos a recibir una información de calidad, el control social activo sobre las autoridades que definen políticas de comunicación y que no pueden ser omnímodas.
Esa es la historia de un fax perdido, algunas de las falsedades del pastorcillo mentiroso, una oleada de leguleyadas que atraviesa el continente y ciertas luces de esperanza que se ven afortunadamente en el horizonte.