Se distinguió por la facultad de combinar con mano maestra lo universal y lo cubano, y por un señorío idiomático y autenticidad expresiva que le valió muchos honores. De lucidez mental impresionante, recordaba de memoria sus mejores momentos de inspiración al escribir sus obras literarias y de poesías: Versos, Juego de agua, Tut-ank-kamen, Obra lírica, Ultimos días de una casa, Jardín, Poesías escogidas, Bestiario, Un verano en Tenerife, y a los 92 años publicó Fe de vida, un volumen de recuerdos de infancia, juventud y viajes.
Dulce María estuvo casada dos veces. No tuvo hijos. Decía que el amor había jugado un papel importante en sus versos . Era callada y se consideraba justa. Su amor por el río Almendares, el hilo de agua dulce que pasa por La Habana, fue su amigo desde la infancia hasta el último día de su existencia: Yo no diré qué mano me lo arranca ni de qué piedra de mi pecho nace...
Yo no diré que el más hermoso...
Pero es mi río, mi país, mi sangre Días antes de su fallecimiento, a principio de abril, recibió su reconocimiento, cuando intelectuales y pintores de Cuba y España le llenaron la casa de flores y le ofrecieron un concierto a dos pianos en la terraza de su casa de La Habana. Adiós, Dulce María!