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Por:
REDACCION EL TIEMPO
12 de junio 1997 , 12:00 a. m.
Señor Director
El domingo 1 de junio se celebró el Día del Campesino. Como siempre, los colombianos ignoramos al compatriota más desamparado. A ese ser que no sabe cuánto tiempo se gasta el Concorde de París a Nueva York, pero sí cuánto se gasta él de su casa al pueblo, porque ese recorrido lo ha hecho desde niño. Campesino humilde que no logra entender por qué lo poco que tiene para vender es barato y todo lo que tiene que comprar es caro. Aquel labriego que sonríe esperanzado cuando escucha en su viejo transistor la buena noticia anunciando medidas económicas del gobierno, que aliviaría la crisis del campo, pero que después se da cuenta de que todo seguirá igual, pues estas se toman para ayudar al campesino de Montero, con tractor en su latifundio y con mansión en la ciudad. Pero él es de los otros campesinos, de esos con azadón, yunta de bueyes y casa en la vereda. Quizá por esto es que nuestro campesino, a fuerza de sufrir, aprendió a desconfiar, en especial de tres personajes de su pueblo: el gamonal, el político y el cura. Del primero porque los explota, del segundo porque lo engaña y del tercero porque le dice que es un pecado desobedecer a los dos primeros. En fin, ese hombre curtido por el sol, solo cuenta con el amor de su esposa, la comprensión de sus hijos, la leche de su vaca y la lealtad de su perro.
Luis Evelio Gaona Q.
Bogotá\
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