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LA MUJER DEL PRESIDENTE

Esquivo y fugaz, el éxito tiene la particularidad de no ser pan de cada día. En televisión, esta palabra difícil sólo se le puede aplicar a un programa cuando combina varios factores: los ratings altos, la buena imagen, la crítica favorable, los comentarios callejeros y, sobre todo, las afiliaciones de la pasión.

Hay programas que tienen un buen rating, pero que no resisten la más mínima evaluación de calidad; otros logran sus puntos con una ausencia total de buena imagen y son muy pocos los que transforman las calles en desiertos o la modorra habitual en emociones verdaderas.
La mujer del Presidente lo ha logrado desde sus primeros capítulos. La acogida del dramatizado de Mauricio Navas Talero y Mauricio Miranda no puede ser explicada con el argumento facilista de la campaña publicitaria que la precedió, con los supuestos favores del arrastre ni tampoco con el argumento forzado de la buena imagen de sus libretistas. Las buenas reputaciones en televisión duran poco y las fidelidades se evaporan con una rapidez tan pasmosa como preocupante.
La mujer del presidente tiene una historia atractiva que ha empezado a mezclar con bastante acierto el suspenso con el humor, el realismo de la vida diaria con la imaginación de lo imprevisible. Los diálogos no tienen la vacuidad de tantos dramatizados que pasan sin mayor resonancia y los personajes están delineados con una fuerza que empezó a notarse desde el primer momento.
Pero también hay un aporte notable de Magdalena Larrota. La directora ha orientado la realización subrayando visualmente el suspenso que acompaña la desaparición de la mujer del presidente y resaltando el humor negro que rodea al personaje magistralmente interpretado por Robinson Díaz.
Un elemento que se debe destacar es el ritmo logrado. Habitualmente los dramatizados naufragan en medio de una lentitud pasmosa en la que no pasa nada o, lo que es peor, en unas velocidades superficiales obtenidas tramposamente con una cámara que da botes o con una edición histérica y sin propuestas. Aquí, por el contrario, el ritmo se logra con una gran economía narrativa, recurriendo a la gestualidad, los detalles, los tiempos internos. En el segundo capítulo, por ejemplo, los diálogos fueron mínimos mientras que lo audiovisual ocupó un magnífico lugar de preferencia.
A todo lo anterior se suma un trabajo de casting adecuado. El productor no sucumbió a las tentaciones de las grandes luminarias, a las importaciones que terminan en paquetes chilenos o a la confusión frecuente de actrices de carrera con modelos fugaces de pasarela.
Lo mas interesante es que se afirma un tipo de televisión que demuestra que la calidad no riñe con la audiencia y que los dramas bien contados se transforman en una cita que cada semana la gente hace con la televisión.
Por eso de La mujer del Presidente ha empezado a hablar mucha gente con esa emoción que sólo logran los éxitos; por eso la audiencia ha crecido como espuma y junto a Tiempos difíciles otra producción interesante se tiene un encendido que llega a los 70 puntos.
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