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DIÓGENES ARRIETA

Ahora cuando se aproxima el centenario de Diógenes Arrieta (1848-1897), muy pocos políticos, estudiantes e intelectuales saben de la vida y obra del más ilustre colombiano del Olimpo Radical, cuya palabra fue la más admirada, cuestionada, controvertida, excomulgada, ovacionada y envidiada por los Senadores de la Unión en tiempos en que la confrontación filosófica de las ideas era la esencia de los debates parlamentarios y sus protagonistas estaban por encima del clientelismo y de la rapiña burocrática. Sospechosamente los historiadores de aquella época olvidaron su nombre, lo relegaron a un segundo plano, le derramaron sobre su tumba una pila de cursis anécdotas para desprestigiarlo, lo convirtieron en el anticristo de su tiempo y trataron de borrarlo del cielo patrio desconociendo la valía de quien fuera el más fogoso y febril orador de la época de la regeneración.

En San Juan Nepomuceno, su tierra, famosa en otros tiempos por la exportación de tabaco, donde transcurrió su infancia y juventud con el estigma de ser hijo natural de una linajuda y aristocrática dama entabló amistad sincera con Foción Rodríguez, un cura esbelto que le rompió el corazón a cientos de mujeres, y que a la postre sería su orientador y mecenas hasta llevarlo a estudiar Jurisprudencia en la Universidad del Rosario. En esa población que vive orgullosa de su dilecto hijo, los habitantes se aprestan a celebrar la efemérides ele próximo 7 de agosto con un programa nacional que no sólo incluye la participación del Gobierno, sino la de las Academias de Historia de Caracas, Cundinamarca, Santander y Cartagena, regiones a las que estuvo vinculado en su condición de Senador, Ministro y poeta.
Aunque a Diógenes Arrieta se le relaciona mucho con Vargas Vila por el famoso discurso pronunciado ante su tumba, en los Anales del Congreso este bolivarense que tuvo la osadía de enfrentarse a Rafael Núñez y de enjuiciar la política del Banco Nacional, surge como el más completo y el más claro pensador de los colombianos liberales de su tiempo, pues fue el primero que dio un sentido político a los debate en el Congreso estableciendo la diferencia entre un liberal y un conservador, entre las políticas económicas liberales y las políticas económicas conservadoras, entre la educación y la cultura liberal y la educación y la cultura conservadora, entre su filosofía y su ética. Ese conocimiento vastísimo de los problemas nacionales lo llevó a ser elegido Senador por los Estados Soberanos de Cundinamarca y de Santander y a pronunciar la famosa réplica a Ricardo Becerra, que es una cátedra política que todo senador debe llevar como cartilla en su bolsillo. En Venezuela, donde murió, fue elegido Senador y Ministro de Fomento en el Gobierno de Guzmán Blanco.
En su condición de pensador, político, poeta, humanista y filósofo utilizó seudónimos, entre los más conocidos están A. Grill, Abden Israel, León Noel, Bárbaro Silvestre, Ciriaco Murc y Zoraida Maus, y publicó los periódicos El Tolerante, La Opinión Liberal, el Lector Popular, La Federación, La Política, El Correo de Santander y la Nueva Alianza, donde expuso sus ideas y se mostró como uno de los grandes poetas del país, muchas de las cuales aparecieron en las páginas del primer Parnaso Colombiano publicado en 1887.
Es por eso que muchos intelectuales en San Juan Nepomuceno encabezados por el poeta Reinaldo Bustillo Cuevas, el dirigente César Arrieta Vásquez y los historiadores Robertico Arrieta y César Rodríguez al considerar una injusticia el olvido a que la historia de Colombia ha sometido a Diógenes Arrieta le tributarán el más apoteósico homenaje y su nombre estará en el sitio que le corresponde para que los políticos de nuestro tiempo, los intelectuales y estudiantes lo conozcan a través de sus obras y sea recordado como el más ilustre colombiano del Olimpo Radical.
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