El inusitado incremento en los índices de natalidad, que se presentó este miércoles 10 de agosto de 1966, tiene una clara relación causa-efecto en la falta de televisión a la que se enfrentaron millones de parejas, como consecuencia del súbito apagón que oscureció a toda la costa este de los Estados Unidos, a partir de las 5 y 27 de la tarde, del jueves 9 de noviembre de 1965 nueve meses atrás.
Esa noche, 30 millones de habitantes de ocho estados quedaron en tinieblas. La prensa registra que la ciudad de Nueva York resultó doblemente afectada, tanto por el apagón como por sus tardías consecuencias natales, nueve meses más tarde. En la semana posterior al apagón, los comentaristas y futurólogos ya vaticinaban lo que ocurriría en agosto del siguiente año, y achacaban a la ausencia de electricidad, y por tanto de televisión, la responsabilidad de una inusitada actividad sexual en la que habrían incurrido los aburridos neoyorquinos.
Esa noche, mientras millones de parejas disfrutaban el redescubrimiento de los placeres del himeneo, otras 200 mil quedaban atascadas entre los ascensores de cientos de edificios. Por eso algún comentarista de televisión vaticinó: En nueve meses, miles de bebés de padre desconocido tendrán como apellido Otis .
Pese a la total oscuridad, bomberos, policías y voluntarios iniciaron a las siete de la noche la evacuación masiva de otras 800 mil personas varadas en el subterráneo , ya que la hora del apagón coincidió con la hora de mayor demanda de este popular sistema de transporte público.
Como quiera que a los cacos también los cogió por sorpresa la oscuridad, los delitos contra la propiedad descendieron esa noche en un 25%. Un grupo de jóvenes contribuyó a la incertidumbre cuando recorrieron las calles más congestionadas de Nueva York gritando llegaron los rusos . Y en la Universidad de Syracuse, los estudiantes aprovecharon las tinieblas para tratar de tomarse por asalto las residencias femeninas.
Los grandes almacenes, como Macys, tuvieron que enfrentar un inusual problema de seguridad, cuando miles de sus clientes quedaron a oscuras entre millones de tentadoras mercancías que estaban en exhibición.
En la prisión estatal de Walpole (Mass), los reclusos estaban ingresando a las celdas de mayor seguridad cuando se presentó el apagón. Trescientos de ellos, insuflados de extraña euforia recorrieron las instalaciones del penal en una frenética orgía de destrucción. Tropas del Estado tuvieron que ser desplazadas para controlar a los amotinados.
Las rotativas de los tres grandes periódicos matutinos de Nueva York se detuvieron súbitamente a la hora del cierre de sus ediciones. A la mañana siguiente sólo circuló el New York Times. Este periódico, gracias a una heroica jornada, pudo imprimir anémicas diez páginas en la rotativa del Evening News, de la vecina Newark, estado de New Jersey. Sus tradicionales cien páginas ya montadas y toda la publicidad vendida, se esfumaron víctimas de las tinieblas. nAhora, nueve meses más tarde, las consecuencias las sufren las clínicas de maternidad.
Para no dejar dudas sobre la relación causa-efecto en esta oleada de nacimientos, las estadísticas no mienten: En aquellos barrios en donde la electricidad regresó a las pocas horas, las clínicas muestran este miércoles una actividad normal.
Caso contrario el de aquellos distritos en los que la luz se demoró doce horas en restablecerse. Allí las clínicas se muestran alarmadas, ya que en las últimas 36 horas, la demanda de servicios de parto se ha incrementado en más del ciento por ciento.
Y para corroborar la incidencia de esa noche novembrina en la explosión natal de este agosto, los hospitales de aquellos barrios adonde los trenes no pudieron llegar por ausencia de electricidad, dan cuenta de que la demanda de atención por nacimientos presenta índices cercanos al cero .
En Nueva York se ha vuelto tradicional que cada vez que alguien recuerda la noche negra , las damas presentes entornan los ojos, carraspean, suspiran y se ruborizan.