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Aportes de la jerarquía eclesiástica

Las expectativas por la cumbre de Cartagena; los temores por una posible erupción del nevado del Ruiz, lo que afectaría a más de dieciséis municipios del Tolima y Caldas; la discusión sobre si el "revertrex", avalado por la excepcional y envidiada Amparo Grisales, produce o no los efectos para retardar el envejecimiento, o constituye un caso de publicidad engañosa -que, como lo escribió María Jimena Duzán, no lo es menos que la publicidad en general y sobre todo la de naturaleza política- no dio espacio para que los medios se ocuparan de la posición de la Iglesia católica, expresada no solo en el reportaje concedido por monseñor Rubén Salazar a este diario, sino sobre el sentido y alcance del sermón de Viernes Santo en boca de varios prelados.

Las declaraciones del arzobispo primado muestran una jerarquía eclesiástica si
bien aún cerrada en asuntos de dogma -como los derechos de las parejas del
mismo sexo, o el aborto, en los términos señalados por la Corte
Constitucional- es mucho más abierta en temas sociales, y hasta en asuntos
relativos a la feligresía.
El discurso de monseñor Salazar es claro, directo, moderno, reflexivo, sin
compromiso con los privilegios y muestra, además, un conocimiento más cabal
del Estado y la sociedad colombiana.
Reiterando la posición de la Iglesia católica sobre la urgencia de conseguir
la paz, respeta el fuero presidencial y dice que la labor pastoral no puede
interferir la acción del Presidente encaminada a conseguir el objetivo, pero
que como Iglesia está ahí, para cuando su presencia se considere útil,
conveniente y eficaz.
Con pragmatismo, abordó el tema de la deserción en el catolicismo, sin
estigmatizar a los fieles que la practican y más bien asumiendo una posición
crítica hacia dentro para preguntarse en qué puede estar equivocándose la
Iglesia para que se produzca ese desplazamiento hacia otras creencias.
No quiso tampoco satanizar a los católicos que toman la Semana Santa como un
periodo de vacaciones, sosteniendo la tesis de que el descanso, la recreación
y el placer en el ser humano no son incompatibles con la meditación, el
recogimiento y el culto a Dios.
Hace unos años, probablemente un alto prelado de la Iglesia católica no
hubiera dicho esto: "Celebrar la pascua no significa estar en actitud de solo
rezar y estar en el templo. Uno puede estar perfectamente en unión profunda
con el Señor y al mismo tiempo estar descansando con la familia, dejando a un
lado las preocupaciones y el trabajo".
Obedeciendo a una unidad de pensamiento, el sermón de las Siete Palabras
prácticamente en todos los púlpitos giró alrededor de ejes temáticos
centrales: paz, reconciliación y justicia social.
El arzobispo de Ibagué, monseñor Flavio Calle, señaló a su vez que "en esta
Semana Santa insistimos en el perdón, la reconciliación, justicia y equidad
como camino hacia la paz, que no es un camino imposible...".
Términos parecidos escuchamos de labios de otros prelados, como Juan Vicente
Córdoba, obispo de Fontibón, o Fabio Suescún Mutis, arzobispo castrense.
Vimos en esta Semana Santa a una jerarquía católica serenamente comprometida
con la causa de la paz, y el fustigamiento contra la guerra fratricida e
insensata.
Su visión va hoy más allá del simple análisis de la confrontación y pasa por
una profunda reflexión sobre la actual sociedad colombiana, agobiada por la
crisis de valores, la corrupción, la desigualdad social, la inequitativa
distribución del ingreso, la pobreza y todas las demás formas de exclusión
social.
Reconforta el ánimo comprobar así que la Iglesia, institución de honda
raigambre colectiva, aporta lo suyo para lograr un anhelo de la Nación entera:
la paz.
HERJOS
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