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El promedio es salud

JORGE BARRAZA
A ocho fechas del final de la Liga Española, ya hay un grupito de equipos
conscientes de que no juegan por nada: Rayo Vallecano, Mallorca, Real
Sociedad, Betis... En la próxima jornada se les sumarán uno o dos. Y en la
siguiente, alguno más. No descenderán, no serán campeones, tampoco entrarán en
alguna de las copas europeas. Navegan en el marasmo de la intrascendencia. Y
eso que España dispone de seis plazas internacionales: los primeros cuatro
clasifican a la Champions y el quinto y sexto, a Europa League. Otros países
tienen menos cupos. Es decir, menos incentivos. Lo mismo acontece en Italia,
Alemania, Inglaterra, Francia...
Esto lleva a que, sobre el final del torneo, se den dos, tres, cuatro partidos
de puro compromiso, donde no se juega nada. O donde se miden uno que sí está
en la pelea con otro que ya no tiene estímulos. Entre ellos sobrevuela el
fantasma del arreglo o, cuando menos, el de la indolencia de una de las
partes. Allí aflora el consabido "arreglaron el resultado".
Para evitar dicho mal, no hay mejor remedio que el promedio del descenso.
Hasta el último instante, todos deben luchar por mantener o mejorar el
promedio. Para no descender esta temporada o para no quedar mal posicionados
en la siguiente. Y ya sabemos la presión adicional que genera a un equipo
arrancar un torneo sabiendo que debe sumar imperiosamente. Para evitarla, lo
mejor es seguir sumando hasta el final.
Cuando un club pierde la categoría mediante el promedio, no tiene mucho
derecho a queja: significa que anduvo mal los últimos tres años. En ese caso,
la falla no está en el sistema, sino en su pobre rendimiento deportivo.
Entre todos los males del fútbol argentino (que no son pocos), al menos el
promedio se mantiene. En estos últimos 29 años, desde que rige el sistema,
miles de voces se alzaron pidiendo su eliminación. Por suerte, no fueron
escuchadas. Lo mismo ha pasado en Colombia. Y está bien. El promedio es salud.
Es justo. De última, quienes descienden lo hacen también por suma de puntos,
solo que en tres años y no en uno.
Además, los promedios generan emociones límite hasta el último segundo de cada
campeonato. En Argentina, la temporada pasada tuvo un epílogo dramático,
sensacional, que involucraba a seis equipos que podían salvarse o hundirse.
Hasta que sonó el último silbato, vibró el país.
"Hay que hacer como en Europa; todos contra todos, el primero sale campeón y
el último se va a la B", dice un simplismo muy repetido. Pero no es cuestión
de copiar todo lo europeo porque sí. Debemos imitar, sí, la excelencia
europea, su eficiencia organizativa, la prolijidad de sus estadios, el cuidado
del espectáculo, el fortalecimiento y no el desmantelamiento de sus
planteles.
Todo ello, sin perder lo bueno que tenemos acá. El promedio está bien.
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JORGE BARRAZA
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