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DISCURSO CONTRA LA VACA

El último viaje del Presidente, planeado con el fin de informar a la carnicera comunidad europea que los hatos colombianos están libres de aftosa, frustrado por la bomba que pusieron ciertos héroes nuestros en una parada de buses en Bogotá, así como la detención de ganaderos costeños acusados de financiar grupos paramilitares, justifican una reflexión sobre la vaca. No somos más que los sirvientes hechizados de este reproductor de hongos alucinógenos. Los esclavos ciegos de este cuadrúpedo astado de ojos calmos que los antiguos dedicaron a Isis.

El último viaje del Presidente, planeado con el fin de informar a la carnicera comunidad europea que los hatos colombianos están libres de aftosa, frustrado por la bomba que pusieron ciertos héroes nuestros en una parada de buses en Bogotá, así como la detención de ganaderos costeños acusados de financiar grupos paramilitares, justifican una reflexión sobre la vaca. No somos más que los sirvientes hechizados de este reproductor de hongos alucinógenos. Los esclavos ciegos de este cuadrúpedo astado de ojos calmos que los antiguos dedicaron a Isis.
Por qué razón algunas especies decidieron convertirnos en su par simbiótico, nos halagan y seducen, mientras otras nos desdeñan, no sé. Sé que entre las que nos pagan con sus beneficios nuestros desvelos, mimos y cuidados, la peor es la vaca. Esa mole de carne con cerebro de gallina, que nos mira burlona desde los potreros porque sabe que la señora es ella, mientras convierte en un poco de leche en sus estómagos seriados, bocados de yerba fresca, heno marchito e inocentes flores.
La servidumbre a que nos tiene sometidos la vaca es vieja. En Africa aún sobreviven poblaciones de vacas que se hacen seguir por las gentes, con el señuelo del combustible de sus torpes hornos y les permiten ordeñarlas como un favor para que alivien las ubres. Y la gente gasta su tiempo en desgusanarlas, curarlas de las picaduras de los tábanos y protegerlas de los peligros de la noche en cercos rudimentarios. En la India la vaca se hace adorar. En las religiones primitivas usurpó un lugar en los altares como animal sacrificial y simbólico. Los ojos de vaca fueron metáfora de la belleza de los ojos femeninos para los poetas de antes.
La vaca traída por los españoles pronto conquistó América. El padre José Acosta recuerda manadas sin dueño que vagaban por llanuras y bosques en el siglo XVI. Bajo su sortilegio sacrificamos los hermosos bosques primigenios, las selvas húmedas, la tierra toda, desde las dulces laderas de las montañas hasta las anchas vegas de los grandes ríos.
La invasión de la vaca alteró la fisonomía del continente. Hoy, su tiranía inflexible se extiende desde las pampas argentinas hasta la Texas del vaquero Bush. A cambio de sus privilegios, las vacas nos entregan entre lamentos algunos individuos de las manadas. Para que abusemos de sus cueros, carne, cuernos, los huesos y su blando recubrimiento y hasta de las carracas. Es un triunfo de este infatigable destructor de la capa vegetal del planeta lo que iba a destacar el presidente en Europa.
La vaca está llena de beneficios aparentes para nosotros. Y de peligros reales. Además de la ocupación invasiva del suelo de nuestros padres, del lugar de la civilización del maíz y el trigo de nuestros desterrados, la vaca guarda la gota, colesterol, aftosa, tuberculosis, cálculos renales, la brucelosis y la encefalopatía espongiforme de los bovinos, último recurso de estos vacunos para ahorrarse el pago del salario por nuestra protección, el alquiler por los establos que les procuramos para protegerlos de la lluvia y los tigres. Estas enfermedades y fastidios no son las mayores amenazas de la vaca. Los gases de sus pedos olímpicos, fétidos, difusos y contidianos, cuentan entre los peores enemigos de la capa de ozono. La vaca es la enemiga de la tierra. Del cielo. Y de las arterias.
No se ha estudiado a fondo la influencia de estos animales en la vida política de este país, donde los caciques suelen combinar la arriería de las masas asnales con el amor por la vaca. Y donde ahora resulta que los ganaderos hacen vaca para financiar paramilitares. Entonces los paramilitares serían el brazo armado de la odiosa bos femina. Para completar la invasión iniciada en la colonia. Su dominio sobre el territorio, en el cual ocupa por lo menos cincuenta millones de hectáreas, mientras la mayoría de los colombianos no tiene un terrón en que caer muerta o sembrar una lágrima.
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