Ese día fue la muerte , dice el presidente de Millonarios, Francisco Feoli. Todo lo que había planificado, las intenciones de una gran campaña, con tres refuerzos extranjeros, se vino al piso. El 7-3 fue el principio del fin para muchos .
Y tiene sus cábalas para un buen presagio. El año pasado veníamos de ganar la Copa del Pacífico, con el rótulo de escuadra fenomenal por las presentaciones en Ecuador. Hoy las cosas son bien distintas: Cobreloa no goleó en Ecuador por 5-1 y eso, de cierta manera, ayuda porque todos estamos con los pies en el suelo , remata el dirigente albiazul.
Sin embargo, para Alvaro Aldana, presidente de Santa Fe, el preludio del clásico es el mismo. Iniciamos como ahora: de visitantes. Y en el segundo encuentro volvemos a tener como rival al Once Philips. Coincidencias que a veces prometen buenos augurios .
Pero ninguno de los dos presidentes se atreve a señalar un marcador. Menos que haya una goleada. Cada uno en su posición se observa con la cara feliz a las 5:30 de la tarde.
Aquel 7-3 de 1992 fue un accidente. El clásico generalmente es impredecible y quién se va a imaginar una goleada? Nunca. Por respeto, por la jerarquía del rival, por tradicion , dice Aldana.
Y tiene razón. Ese accidente del 23 de febrero de 1992, no tuvo repetición en el resto de la temporada. Después fue una victoria de Millonarios 2-1, y se cerró campaña con dos sendos empates. Por qué? Simple y llanamente porque los dos fueron muy cuidadodos: el uno para evitar una nueva sorpresa, el otro para no dejar campo al desquite.
Los síntomas son iguales en la presente edición del más tradicional de los clásicos en Colombia. Hasta las alineaciones se han reservado y solo una hora antes del pitazo inicial, se darán a conocer las nóminas definitivas.