¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

Carlos Julio, de Tocaima a Hollywood

Cuentan los más viejos de Tocaima que cuando todavía asomaban babillas al paso de los barcos de vapor que transportaban turistas por el Magdalena, en el puerto de Girardot, un muchacho solía cantar en esas embarcaciones por unas monedas. Se llamaba Carlos Julio Ramírez, nacido el 4 de junio de 1916, en Tocaima (Cundinamarca), la llamada Ciudad Salud de Colombia.

ÁLVARO MORENO
Recuerdan también que, con su hermana Alcira -a quien más tarde se le conoció
como promesa del canto-, el joven cantaba en las tiendas del pueblo, alrededor
de la iglesia, en busca de algún dinero. Cuando no estaban por allí, andaban
en Girardot deleitando con sus voces al turismo capitalino. Un día, dejaron de
hacerlo. Ante los ojos de los tocaimunos, salieron con sus papás y sus maletas
para la capital.
En la década de los 40, Laureano Gómez, que llegó a ser presidente de
Colombia, le ofreció apoyo para que estudiara. Dicen en el pueblo, que,
incluso, le invitó a vivir con sus hijos, en su propia casa.
Bogotá le ofreció oportunidades de conocer a personas y lugares que le
permitieron mostrar su talento. Trabajó en sitios como el café Windsor,
tertuliadero de escritores y políticos en el centro de la ciudad, y en radio,
en La Voz de la Víctor, en donde pudo entrar en contacto con músicos y
cantantes nacionales y extranjeros.
Luego vendrían presentaciones en el Teatro Municipal y en el Faenza, giras a
ciudades como Medellín, donde los bautizaron a él y a su hermana Alcira con el
nombre de los 'Jilgueros de Colombia'. Así dio los primeros pasos que lo
llevarían al reconocimiento nacional y a que sus miras se elevaran al
horizonte internacional.
El cantante lírico
En los años 40, se le escuchó en el Metropolitan Opera House interpretando El
barbero de Sevilla, de Rossini, que por primera vez se grababa en disco.
Y fue la sensación. El crítico e historiador musical Irvinge Kolodin, que
escribía los programas del Metropolitan, dijo que el 'Largo al factotum' de
Ramírez había sido superior a los realizados por los míticos barítonos Titta
Ruffo y Ezio Pinza, en tecnologías anteriores al disco.
Ramírez había incursionado en la lírica en el teatro Colón, de Bogotá,
experiencia que luego intensificó al hacer parte de la compañía de zarzuela de
Marina Uguetti.
Por aquel entonces, conoció a Carlos Gardel, de quien se cuenta que le dijo:
"Pibe, no te quedes en tu tierra con esa voz". El consejo del 'Zorzal', sin
duda, lo llevó a enrolarse en la orquesta del maestro colombiano Efraín
Orozco, con quien viajó a Santiago de Chile y Viña del Mar, donde fue
escuchado por Homero Manzi y Cátulo Castillo, que lo recomendaron a
empresarios bonaerenses. Allí empezó a alternar con Lauro Volpi y Lily Pons en
la ópera del Teatro Colón, de Buenos Aires.
Lo que siguió fueron las llamadas 'mieles del éxito'.
Charles Chaplin, en una entrevista, admitió: "Ha sido la mejor voz que he oído
en mi vida".
El barítono colombiano Jesús Rincón Murcia asegura que la diva italiana de la
Scala de Milán, Inés Alfani-Tellini, dijo que la voz de Ramírez era la más
bella que había conocido, incluyendo a Caruso.
Pero su paso por la música lírica se fue extinguiendo, seducido posiblemente
por el espejismo de la farándula mundial, que lo hizo tomar el rumbo del cine
y la música popular.
Sus actuaciones como cantante del Hotel Waldorf Astoria, de Nueva York, donde
hacía presentaciones paralelas a su actuaciones líricas, hicieron que fuera
escuchado por empresarios de la industria del cine, que encontraron en su voz
un tesoro para cautivar a más gente que acudía al aún nuevo arte del cine
hablado.
El cantante en Hollywood
Hoy conocemos a colombianos como John Leguízamo, protagonista de Super Mario
Bros, dueño de una sonora carrera como actor en Estados Unidos; a Julio
Medina, que se desempeñó en series de televisión reconocidas mundialmente como
El gran Chaparral y La monja voladora, y a Catalina Sandino, nominada al Óscar
como actriz principal en María, llena eres de gracia.
Ramírez inauguró este camino, en 1944, en la Meca del cine, gracias a su
portentosa voz, que le permitió actuar en la pantalla gigante junto a las
figuras estelares de la época, como Cary Grant.
Su mérito resulta incuestionable, en una época en la que el auténtico talento
natural era decisivo a la hora de convertirse en un producto del espectáculo
de masas.
Todo comenzó cuando la Metro Goldwyn Meyer le ofreció un contrato como
cantante exclusivo.
La voz de Carlos Julio Ramírez resultaba una fórmula asegurada para las
películas de Hollywood, que buscaban ganar público echando mano de toda clase
de recursos.
En Escuela de sirenas, Ramírez interpretó la canción hispana Muñequita linda
caminando al lado de una piscina, rodeado de beldades americanas, y de una de
las mujeres más deseadas del momento en el séptimo arte, Esther Williams.
También actuó con Frank Sinatra, con quien cantó en varias ocasiones, y con
Kathryn Grayson y Gene Kelly, en Dos novias para un marino.
Además hizo parte del elenco de Noche y día, sobre la vida de Cole Porter, con
Cary Grant y Alexis Smith. Su fama con estas películas llegó a todos los
rincones del mundo y la referencia de su voz llevó consigo a que se hablara de
Colombia y del trópico de manera positiva y admirada.
La música colombiana
Ciertos eruditos han dicho peyorativamente que su voz nunca se pulió, por
cuenta de no haber abandonado este género, que "abambucaba" su voz y lo
ubicaba como un cantante provinciano, que desaprovechó su éxito en la música
'culta'.
No obstante, Carlos Julio Ramírez nunca abandonó sus orígenes como cantante
del cancionero popular de nuestro país. Y aún habiendo interpretado a Rossini,
o canciones de Agustín Lara, como Granada, o Begin The Beguine, de Cole
Porter, se mantuvo fiel a la música nacional.
El público colombiano recuerda sobre todo temas como Agáchate el sombrerito y
El cuchipe, pero su repertorio grabado es enorme: El barcino, de Jorge
Villamil; Navidad negra, de José Barros, Yo también tuve veinte años, de José
A. Morales, entre muchas otras, fueron interpretadas magistralmente por el
colombiano.
Las cantó en los teatros nacionales e internacionales, en los primeros
programas musicales de nuestra televisión y sonaron por las emisoras del país.
También interpretó la versión por muchos años oficial del Himno Nacional de
Colombia, que aún se transmite en algunas emisoras.
Su legado artístico es uno de los patrimonios culturales de nuestro país. El
diario EL TIEMPO lo incluyó entre los cien personajes más destacados de
Colombia en el siglo XX, y en vida fue condecorado por el Gobierno con la Cruz
de Boyacá.
El declive de su vida
Muchos colombianos recordarán que Leonor González Mina, La Negra Grande de
Colombia, hizo una campaña para darle una casa en Cali, adonde la mujer de
Ramírez vino y estimó que no era digna del cantante.
También hizo fama en los medios su presunta negativa a cantar el Himno
Nacional de Colombia en una celebración del 20 de Julio, en Estados Unidos.
Una vez, en el Hotel Nevado, de Tocaima, tuve la oportunidad de preguntárselo
personalmente.
Sin rodeos, Ramírez me explicó que el contrato con sus empresarios le impedía
cantar en cualquier circunstancia que no le fuera autorizada, y, en efecto, no
había conseguido el permiso.
Como tantos de los grandes artistas mundiales, Carlos Julio Ramírez tuvo un
final infeliz. La prensa del momento reseñó ampliamente su fracasada lucha
contra su adicción al juego, que, sumada a pérdidas en los negocios y a
sucesivos divorcios, terminó arruinándolo.
Ya enfermo por el cáncer y en avanzada edad, acabó sus días viviendo en el
apartamento prestado por un amigo en Miami, donde falleció, el 12 de diciembre
de 1986, con la pesadumbre del recuerdo de la gloria que vivió, como la voz
más grande de la historia de Colombia, y que se esfumó y lo dejó en una
circunstancia económica muy limitada.
ANDRUI
ÁLVARO MORENO
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO