¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

Cuando los estudiantes marchan

Nunca antes -dicen- había presenciado Colombia protestas estudiantiles tan grandes y originales. Menuda sorpresa para quienes pensábamos que los universitarios estaban sumidos en un individualismo sin remedio.

Pero resurgieron con igual entusiasmo, menos violencia y mucho más humor que
las que me tocaron a mí en los convulsionados 60 y 70, cuando zumbaban los
cocteles molotov y ni por las curvas se veía un disfraz o un seno al aire. El
universitario rebelde era símbolo de la juventud que se fajaba por un mundo
mejor y se sentía vanguardia de una inatajable revolución social.
¿Hace cuánto, preguntaba Semana, no se colmaba la plaza de Bolívar de tantos
jóvenes pacíficos? Pues hace 47 años Colombia presenció una formidable
movilización estudiantil, tanto o más significativa que las últimas. La
iniciaron una mañana de julio de 1964 alumnos de la Universidad Industrial de
Santander (UIS), que caminaron quince días de Bucaramanga a Bogotá, para que
le pararan bolas a la huelga que hacía semanas realizaban.
No fueron más de treinta los que emprendieron la marcha, con sus buzos
blancos, corroscas y mochilas. Cuando llegaron a la capital, exhaustos, se
habían convertido en una multitud de miles de personas que colmó la plaza de
Bolívar. La imaginativa protesta de los universitarios de la UIS contra el
autoritarismo del rector, José Francisco Villarreal, despertó una ola de
simpatía que fue creciendo al paso de los caminantes por Santander, Boyacá y
Cundinamarca. Al ingresar a Bogotá, la protesta estudiantil era un
interminable desfile de inconformidad social.
Yo miraba desde mi oficina en EL TIEMPO ese tropel que venía por la 7a. rumbo
a la plaza de Bolívar, y recuerdo el instante cuando, al pasar frente al
periódico, el líder del movimiento, un formidable orador y dirigente
estudiantil llamado Jaime Arenas Reyes, alzó el brazo y les grito a sus
seguidores que continuaran la marcha, mientras él subía a explicarles a las
directivas del diario las razones de la huelga.
Yo quedé tan desconcertado como contento. Lo normal era lluvia de piedra y
consignas contra EL TIEMPO, lo que me causaba tremenda desazón, tratándose de
muchachos de mi edad con cuyas protestas simpatizaba. En este caso, el diario
había criticado los excesos del rector Villarreal, y el diálogo relámpago del
líder estudiantil con los directivos (Roberto García-Peña y Abdón Espinosa,
ambos santandereanos, como Arenas) no solo salvó al periódico de la inevitable
pedrea, sino que reforzó su respaldo a la causa de los estudiantes.
La manifestación fue un éxito, el Gobierno echó para atrás las medidas y los
estudiantes de la UIS regresaron victoriosos a Bucaramanga, donde fueron
recibidos de manera apoteósica por 30.000 personas. El movimiento estudiantil
confirmó en esa jornada la dimensión de su influencia política.
Ya la había mostrado la década anterior, cuando los universitarios fueron
punta de lanza en el derrocamiento del régimen militar de Rojas Pinilla en
1957. Pero ya en los 60, durante el Frente Nacional, otras fueron las
banderas: la revolución cubana, el maoísmo, el antiimperialismo, la guerra de
Vietnam.
En 1964, yo estudiaba en la U. de los Andes y ya trabajaba en el periódico,
cuyos ventanales, en "la mejor esquina de Colombia", eran blanco fijo de las
marchas de estudiantes de la Libre y la Nacional hacia la plaza de Bolívar.
La universidad colombiana vivía una intensa agitación política, y la
influyente Federación Universitaria Nacional (FUN), simpatizante del recién
fundado Eln, promovía sistemáticas y resonantes huelgas.
En mayo de 1965, un hecho radicalizó aún más el movimiento estudiantil. Fue la
muerte a golpes por la Policía de un alumno de la Tadeo, Jorge Enrique Useche,
durante una protesta contra la invasión de marines a República Dominicana, que
movilizó a más de 20.000 estudiantes en todo el país. Su muerte, en cuyo
entierro simbólico en la U. Nacional habló el padre Camilo Torres, produjo
otra protesta, que incluyó, por primera vez, a universidades conservadoras
como la Javeriana y El Rosario. A los tres meses, Camilo murió en su primer
combate en la guerrilla del Eln.
Una encerrona histórica
Yo compartía oficina en el periódico con el javeriano Daniel Samper Pizano y
ambos, inquietos por lo que pasaba, propusimos publicar una página dedicada a
temas universitarios. La idea fue bien acogida por las directivas, pero pronto
se convirtió en motivo de fricciones, pues la 'Página Universitaria' (PU), que
salía los miércoles, no pudo, ni quiso, sustraerse del radicalismo que brotaba
del movimiento estudiantil. A los pocos meses de fundada, el director García-
Peña decidió poner fin al audaz experimento juvenil: la página se había
convertido en "un caballo de Troya del comunismo dentro de EL TIEMPO". El
puntillazo vino tras una entrevista que publicamos al presidente del Consejo
Superior Estudiantil de la U. Nacional, Armando Correa, quien hizo una abierta
apología de la guerrilla, que reprodujimos textualmente. A los pocos días,
Correa se incorporó al Eln, en cuyas filas murió meses después.
Antes de clausurarse, la PU protagonizó un insólito episodio, que denotó la
virginidad política de sus directores y que casi termina en el linchamiento
del candidato presidencial Carlos Lleras Restrepo en la Universidad Nacional.
Engatusados por el presidente de la FUN, Julio César Cortés (estudiante de
Medicina, luego fusilado en el Eln), patrocinamos en forma conjunta un
encuentro del candidato Lleras con la juventud universitaria en el aula máxima
de la Nacional. La UN era un hervidero revolucionario, pero hicimos caso omiso
de las advertencias de la campaña de Lleras e insistimos en que sería
inexplicable que el candidato del Frente Nacional no se atreviera a hablar en
la primera universidad del país.
El día de la conferencia, todo pintaba bien: el aula máxima estaba repleta de
eufóricos estudiantes que portaban pancartas a favor del candidato. A las 5 de
la tarde, Carlos Lleras hizo su ingreso al atestado recinto y apenas subió al
podio, tras una displicente presentación de Cortés, en el momento de iniciar
su intervención se desencadenó la más inverosímil lluvia de huevos y naranjas,
en medio de un ensordecedor coro de consignas contra Lleras y la oligarquía
liberal-conservadora. Las pancartas que alababan al Frente Nacional se
convirtieron por arte de magia en banderas rojinegras a favor de la lucha
armada: de "Viva Lleras y el FN" a "¡Ni un paso atrás: liberación o muerte!".
De nada valieron las súplicas del rector, José Félix Patiño, para que se
permitiera escuchar a Lleras. Fueron eternos minutos de angustia. Yo sentí que
me consumía la vergüenza. ¿Cómo fuimos tan inocentes e irresponsables?
Habíamos llevado a Lleras a una increíble encerrona, que hablaba tanto del
refinado nivel de organización de la FUN como de nuestra ingenuidad de niños
bien metidos en la boca del lobo.
La situación se deterioró peligrosamente. La enardecida masa estudiantil,
aupada por líderes de la Juco (Juventud Comunista) y del Eln, comenzó a rodear
la tarima, donde Lleras era protegido por su séquito de crecientes intentos de
agresión física. Un estudiante mulato de Sociología, el 'Negro' Castillo,
intentaba darle coscorrones en la calva al candidato, mientras este era
empujado en medio de un cordón de sus seguidores hasta la decanatura de
Derecho, donde logró refugiarse.
Ahí comenzó un largo sitio. Los acompañantes de Lleras se colocaron frente a
la puerta de la decanatura para impedir que fuera derribada por el embravecido
tumulto que pedía canjear a Lleras por presos de la guerrilla.
La tensión se prolongó dos horas, hasta que el presidente Guillermo León
Valencia ordenó a la Guardia Presidencial rescatar al asediado candidato.
Hacia las 7 de la noche, en medio de gritos marciales y repartiendo culata,
unidades de la Guardia irrumpieron en la facultad de Derecho y se llevaron a
Lleras. Detrás quedaron vidrios rotos, pupitres destrozados y varios
estudiantes contusos. Entre ellos, el 'Negro' Castillo, al que alcancé a ver
con el rostro ensangrentado tras recibir tremendo culatazo cuando pretendió
oponerse al avance de los soldados.
Ese día también voló en pedazos la sagrada norma de la autonomía
universitaria. El mito de que la universidad era territorio vedado para la
Fuerza Pública desapareció tras esa asonada de junio de 1966 contra Lleras,
quien no olvidó el amargo episodio. Luego, como presidente de la República
(1966-1970), ordenó más de una vez el ingreso de la tropa a la universidad
cuando las protestas se salían de madre. No hay fuero para el desafuero, fue
su norma.
Pueblo unido o pueblo armado
Si una marcha como la de la UIS fue tan masiva como exitosa y pacífica, no
puede decirse lo mismo de las que sacudieron al país en los años siguientes.
El movimiento estudiantil vivía una politización extrema. La figura del Che,
los movimientos de liberación nacional, la influencia intelectual del
marxismo, la revolución cultural china y la oposición a la guerra de Vietnam
movilizaban a jóvenes de todo el mundo.
La gran revuelta estudiantil de mayo del 68 en París fue el punto culminante
de esa protesta generacional. Estudiaba entonces con una beca del gobierno
alemán en la Universidad de Múnich, pero no logré acercarme al histórico
acontecimiento. Francia había cerrado sus fronteras y prohibido el ingreso de
estudiantes de otros países. Sobre todo de Alemania, de donde provenía uno de
los líderes de la rebelión: Daniel Cohn-Bendit, sindicado de "provocador judío-
alemán". La respuesta de miles de jóvenes parisinos fue desfilar con letreros
que decían: "¡Somos todos judíos alemanes!". Luis Carlos Galán, quien pasaba
por París, recibió bolillazos debajo de una mesa en un café del bulevar St.
Michel. Fue una de las víctimas anónimas de la Revolución de Mayo.
Poco después participé, en Múnich, en una caótica marcha multitudinaria contra
la guerra de Vietnam, y recuerdo la ambivalencia que sentía gritando "¡Ho, Ho,
Ho-Chi Minh!", al lado de barbudos teutones empeñados en enfrentar en cada
esquina a la Policía. Adiós a mi beca, pensaba, si caía en una redada como la
que se desató al final.
De regreso a Colombia, estaban al rojo vivo las manifestaciones de los grupos
de izquierda que se disputaban el liderazgo del movimiento estudiantil.
Comunistas, trotskistas, 'elenos', maoístas del Epl o del Moir competían con
ferocidad ideológica y antagónicas consignas. "Pueblo unido jamás será
vencido", gritaban unos. "Pueblo armado jamás será aplastado", respondían
otros. La pugna chino-soviética estaba en su apogeo y La Habana era el faro de
la guerrilla latinoamericana.
Entre los líderes estudiantiles de entonces, tengo presentes a Moris Ackerman,
de la Juco, y a Marcelo Torres, del Moir (Jaime Arenas fue 'ejecutado' en 1971
por el Eln), ambos fogosos oradores de las enfrentadas líneas de Moscú y
Pekín. Cuarenta años después, Torres sigue en el Moir y en octubre fue elegido
alcalde de Magangué. Habrá que ver cómo el maoísmo extirpa el perverso legado
de la 'Gata'.
Manifestaciones tal vez comparables a las del presente se dieron a comienzos
de los 70, aunque pesaba mucho más la política y nunca faltaban piedra,
molotovs ni choques con la Fuerza Pública. Eran la euforia revolucionaria y la
utopía ideológica, en búsqueda de la 'unión obrero-estudiantil-campesina' para
el asalto al poder.
En medio del crónico debate en la universidad sobre lucha legal o armada, se
produjo en Chile, en 1973, el golpe militar de Pinochet contra Salvador
Allende, el primer presidente socialista democráticamente elegido de América,
lo que fortaleció el ala más radical del movimiento estudiantil.
Ya cada manifestación era choque violento cantado, y tengo presente un
episodio singular, casi surrealista, tras una dura tanda de piedra contra EL
TIEMPO, símbolo por excelencia del establecimiento. Molesto por la virulencia
y vociferaciones contra el periódico ("¡Ahí están, esos son, los que venden la
Nación!"), mi tío Hernando Santos, jefe de redacción, decidió bajar a la 7a.
para discutir personalmente con los manifestantes. Acto más torpe que heroico.
Se salvó de milagro. Apenas pisó la calle, entró en un pugilato del que fue
milagrosamente rescatado por redactores del periódico. Qué épocas...
Las protestas del presente
Mirando las movilizaciones de hoy, es inevitable pensar en las de esos años,
cuando la indignación se expresaba en consignas y métodos que las protestas de
hoy procuran evitar.
Estas disponen, a diferencia de aquellas, de la más formidable arma
imaginable: las redes sociales de la era digital. Bastante más poderosas que
el panfleto mimeografiado de nuestra época.
La protesta de hoy es por eso global y simultánea. En cada país tiene motivos
específicos, pero abundan coincidencias: rechazo a jerarquía o ideologías
personales, a aberraciones económicas y corrupciones políticas que desvirtúan
la noción de democracia, a un futuro de austeridad y desempleo...
En Estados Unidos, donde he vivido el último año, es notoria la amarga
decepción con el sistema político. Poco antes de que fuera desalojada por la
Policía, logré visitar la sede simbólica del movimiento 'Ocupar Wall Street'
en el parque Zuccotti, de Nueva York. Se respiraba un ambiente casi irreal,
entre anárquico, rabioso y festivo, en medio de centenares de carpas,
incesantes tambores, cordones de hostiles policías, fervorosos oradores
espontáneos de todos los pelambres y decenas de pancartas que rezaban: "¡Somos
el 99%!", "Los banqueros nos robaron el futuro", "Otro mundo es posible".
Había ingenuidad, pero también convicción y compromiso, en una muestra de
inconformidad que allí, y en todo lado, trasciende esquemas de derecha e
izquierda.
A los jóvenes que hoy se movilizan en Bogotá o en Santiago, en Madrid, Londres
o El Cairo, parece unirlos una toma de conciencia común sobre las
desigualdades del planeta y la ineficacia de las instituciones políticas para
mejorar las cosas. Están cada vez más conectados, cortesía de la era digital,
con mayor capacidad de intercambiar experiencias y de aprender los unos de los
otros. Y, por lo visto, con iguales ganas de marchar y marchar.
Sin saber bien hasta dónde llegar, ni qué hay después, más allá de la rabia,
la indignación y de sentirse muchos y muy motivados. Pero mientras el mundo
siga como va, con sus inequidades crecientes, que sigan marchando. Si tuviera
20 años...
Ayer y hoy
En los 60 y 70, por todo lado zumbaban las piedras y los cocteles molotov y ni
por las curvas se veía un disfraz o un seno al aire. Hoy, la protesta es
pacífica, global y simultánea.
1973
EL GOLPE CONTRA ALLENDE RADICALIZA
El golpe militar de Pinochet contra Salvador Allende, el primer presidente
socialista elegido de América, fue la gota que fortaleció el
ala más radical del movimiento estudiantil.
WILABR
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO