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EL PRIMERO QUE SE LLENE LA BARRIGA

En las aguas del Sinú, vive un pez muy singular. El bocachico se llama, ay hombe y nadie lo puede olvidar. Se come frito, se come en viudo y en sancocho con ñame, yuca, plátano verde y buen limón... . (Canción popular)

OMAR GONZALEZ ANAYA
Este año por fin se elevó a la categoría de festival, las comilonas de pescado en las murallas de Santa Cruz de Lorica, a orillas del Sinú. Porque ahí siempre se han dado cita desde el amanecer, los ruleros madrugadores, las rezanderas de velorios, los músicos trasnochados y los novios despechados a degustar un sancocho de bocachico o una sopa de mondongo. Y debajo de los caracolíes de la plaza se arman mesas gigantescas como cuadriláteros de boxeo y allá en esos comedores tarimas se llevan a cabo competencias gastronómicas, donde paga la cuenta el que menos pescado coma.
Yo recuerdo un duelo que hubo un sábado después de una tarde de corralejas. Estaba esa muralla atestada de gente, cuando de pronto de entre la multitud un hombre levantó un brazo que sostenía una botella de ron y lanzó un guapirreo: Jueee pa jee no me frieguen, yo soy el compadre Goyo, campesino y saramuyo, estoy aquí porque vine y vine porque estoy aquí; dispuesto a quitarle la fama al mejor comelón de bocachico de Lorica... que salga el hombre pa que sepa lo que es el colmillo de un sinuano... . Hubo un silencio, seguido de un murmullo y al instante todo el mundo supo que habían retado a Ño Casiano, un negro monumental de dos metros de alto que tenía los dientes apolillados de tanto triturar cangrejos cienagueros.
El hombre estaba en ese momento orillando la canoa y recogiendo la atarraya a cien metros de donde estaba el compadre Goyo. Así que a los diez minutos la noticia de que a Casiano lo había retado un forastero del alto Sinú, ya se había regado en todo el pueblo. En los alrededores aparecieron ventas ambulantes de fritos, guarapo montuno y chicha de San Andrés de Sotavento. Una de las bandas pelayeras que amenizaba la corraleja se hizo presente para no perderse el espectáculo; y comenzaron las apuestas así como en una pelea de gallos; los billetes pasaban de mano en mano; las dueñas de las fondas donde se preparaba la comida mandaron a sus maridos a coger peces a la ciénaga, por si acaso. Enseguida, un espontáneo que había manteado siete toros esa tarde, se ofreció como árbitro, pensando además en que de esa competencia algún bocado le quedaría a él.
Cuando ya los contendores se pusieron de acuerdo, el árbitro hizo bocina con las manos y anunció: Bueno, señoras y señores, hagan silencio porque va a comenzar la competencia. Aquí pierde al que primero se le llene la barriga comiendo , e hizo una señal a la vieja Juana Jacinta, la fondera principal... En ese momento, la banda pelayera reventó el porro María Varilla y comenzaron a subir a la mesa tarima, diez hombres con cinco bateas. Así como les digo, cada dos hombres cargaban una batea; allí había bocachico frito, en viudo, en guiso, en sancocho y otra batea con un revoltillo de varios peces como el cacucho, el moncholo, el chipi, la agujeta, la liseta, el bagre, la charúa, la yalúa y la mayupa.
Duelo pantagruélico
En el otro lado del mesón extendieron ocho hojas de plátano en vez de mantel y ahí regaron la liga. La tarde se nubló por la humareda cuando sirvieron 25 plátanos papoches, diez libras de ñame, una caja de yuca y un cerro de arroz que no dejaba que los concursantes se vieran el uno con el otro. Y comienza ese par de hombres a comer, a comer, a desmontar esa montaña de vitualla y esas bateas de pescado y eso nada más se oía a la gente tragando saliva y guapirriando, animando a los contendores.
Como a la media hora, cuando se aplacó la neblina de la yuca caliente, se pudo ver a los comilones. El compae Goyo estaba sudao; había dos señoritas echándole fresco con una palma de corozo y una vieja, secándole el sudor con la pollera. En un respiro que hizo para beberse un buche de agua de panela, pegó un grito: Jueee pa je... aquí me cogerán acalambrao por la quijá, porque todavía no estoy jacto, no me friegue . Y siguió comiendo.
Cuando la gente miró para donde el compadre Casiano, todo el mundo quedó admirado por el estilo de ese negro para comer pescado: él cogía un pez entero y se lo introducía por un lado de la boca y le salía por el otro lado como quien toca violina. Maldecío sea el hombre , gritó un borracho. La verdad es que el esqueleto de los pescados que se iba comiendo Casiano lo cogían los muchachos para alisarse el cabello porque parecían una peinilla.
Bueno, les cuento que esa piqueria terminó porque la comida también se acabó. Debajo de la mesa quedó tanta espina que uno no podía caminar sin zapatos por el peligro de chuzarse. Hubo como diez peleas de perros peleándose las cabezas de bagre sobrantes. Así que el juez, entre erupto y erupto, declaró empate. Cucuten que a esos dos hombres les salió escamas en la espalda y que uno podía prenderles un tabaco solamente frotándoselos al cuerpo, de la cantidad de fósforo que tenían. Si usted no me cree, vaya a Lorica y se convencerá.
OMAR GONZALEZ ANAYA
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