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DEJAD A LOS NIÑOS QUE VENGAN A MÍ MATEO, 19,14

Hoy quiero hacerlo(a) pensar en los niños (y niñas, por supuesto) de Colombia. Quiero hacerlo reflexionar sobre el trato que usted da a los niños, empezando por los suyos -sus hijos y nietos, sus alumnos y vecinos- o sobre el trato que da a cualquier niño -blanco o negro, bonito o feo, inteligente o deficiente-, que se encuentra en su camino: calle o parque, pueblo o ciudad.

Hoy quiero hacerlo(a) pensar en los niños (y niñas, por supuesto) de Colombia. Quiero hacerlo reflexionar sobre el trato que usted da a los niños, empezando por los suyos -sus hijos y nietos, sus alumnos y vecinos- o sobre el trato que da a cualquier niño -blanco o negro, bonito o feo, inteligente o deficiente-, que se encuentra en su camino: calle o parque, pueblo o ciudad.
Cómo cambiaría Colombia el día en que volviera a respetar y a educar de veras a sus pequeños, permitiéndoles ser niños, inocentes, seguros y alegres!
Partamos de un hecho doloroso que se está dando con frecuencia en Colombia: muchos niños están siendo mal-tratados, mal-trato que va desde la violencia familiar, pasando por la de la escuela, siguiendo con la violencia más grave, la violencia civil o política, la del secuestro, tortura, violación, hasta un mal-trato gravísimo, del que apenas nos damos cuenta, a saber, la perversión moral de la conciencia de adolescentes para vincularlos a la violencia armada: iniciarlos e inducirlos a practicar graves conductas inmorales, como mentir, asesinar, secuestrar, violar y masacrar. Horror! Este crimen debiera tipificarse penalmente como delito y ser debidamente sancionado. Grave omisión del Código Penal que entra el mes próximo en vigencia. Por algo en el Evangelio aconseja Jesús que se aplique al corruptor la pena máxima: "Mas le valiera que le colgaran una piedra de molino en el cuello y lo arrojaran a lo profundo del mar". Ay del hombre que corrompa la conciencia de un menor! Más le valiera no haber nacido!
Merece mención aparte otro mal-trato de menores, por desgracia muy frecuente, sobre todo en estratos medio y alto, muy disimulado y muy grave, por venir de parte de sus mismos padres de familia, y que consiste en atiborrarles el cuerpo de comodidades y la cabecita, de ciencia y tecnología, para luego negarles la educación religiosa y moral. Estos niños crecen sin Dios y sin ley, y muy pronto se convierten en guarida de malos deseos, de soledades y depresiones, de angustias y tristezas, estados de ánimo de los cuales tratan de evadirse con sensaciones fuertes, con momentos de éxtasis y vértigo, unidos al placer de la droga, del sexo y del licor.
Pero vengamos al remedio. Pocos, o tal vez ningún filósofo, que yo recuerde, se ocupa de los niños y adolescentes. Pero, aunque lo hubieran hecho, nada obtendríamos con ideas, discursos y sermones, si no descendemos a las acciones concretas y a las conductas y buen trato que se merecen los niños.
Jesús de Nazaret constituye, en la historia de la Humanidad, el ejemplo más perfecto y elocuente del trato debido a la niñez, porque fue niño ejemplar y porque trató y enseñó a los mayores a tratar a los niños con respeto y amor, como ningún otro lo hiciera antes que él. La escena que nos describe el evangelista Mateo es bella y espontánea. Recordémosla. Discutían los Apóstoles, como humanos que eran, sobre cuál de ellos era el más importante. Jesús, para curarles su fiebre de grandeza, y ante el afán de ellos por callar a los niños para que le dejaran hablar, los increpó diciéndoles: Dejad a los niños que vengan a mí. Luego, tomando a uno de ellos, lo puso enfrente de los Apóstoles, y les dijo: Imitad a los niños en sencillez, porque de ellos y de quienes imiten su inocencia, es la entrada en el reino de Dios . Jesús, con rasgos ejemplares y palabras sabias, trazó allí los criterios claves y esenciales para tratar a los niños. Presten atención, les dijo, los niños le pertenecen a Dios, son sus hijos y herederos, y ningún padre es tan celoso como él. Aquí establece Jesús una norma viva en la persona de cada niño. No te aproveches de su indefensión y aparente carencia de padre o protector. Dios es presencia. Nada se le pasa.
Los niños tienen Dueño, pertenecen a Jesús, más celoso y poderoso que el mejor de los padres. Jesús atrae a los niños, los respeta, los trata como personas. Mejor aún, reconociéndolos y tratándolos como personas, los va haciendo personitas, con derechos y deberes, con un puesto digno en el hogar, en la escuela, en la ciudad y, ante todo, en el reino de Dios.
Jesús fue niño, fue bebé y, como tal, bebió la leche del pecho de su Madre, María. Cuando empezó su adolescencia, subió al Templo a adorar a Dios. Como adulto, respetó a los niños e hizo que los adultos los respetaran, a su vez.
Cómo cambiaría Colombia el día en que volviera a respetar y a educar de veras a sus pequeños, permitiéndoles ser niños, inocentes, seguros y alegres!
Curiosamente, que yo recuerde, nunca nos han presentado los medios la imagen de un guerrillero o de un paramilitar con un niño en los brazos. Qué bueno sería, como utópico intento de alcanzar la esquiva paz, reclinar a un niño en los brazos de cada guerrillero, de cada paramilitar, de cada asesino, un niño que le acariciara el rostro, le diera un beso y le ablandara su empedernido corazón! No dudo que ese día marcaría un hito y un cambio radical en el destino de Colombia y que esos niños merecerían el premio Nóbel de la Paz en la Tierra y la salvación de toda Colombia en el reino de Dios.
Nota: lamentablemente, por falta de tiempo, nos vemos en la necesidad de no contestar todos los mensajes que nos llegan. Si desea la respuesta, solicítela, por favor. Gracias por su comprensión.
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