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De nuevo oyen el rugido del tigre en Serranía del Perijá

ESTQUE
Leonardo Herrera Delghams
Enviado Especial de EL TIEMPO
Serranía de Perijá (Cesar). José Ángel Durán mantiene frescas en su memoria
las historias que de niño les escuchaba a su padre y abuelo sobre tigres y
otros animales salvajes, que merodeaban las fincas cuando caía la noche en la
vereda Zumbador, caserío enclavado en la Serranía del Perijá.
Hoy confiesa que ese mismo miedo infundado por los relatos que, a la luz de
los mechones, escuchaba durante largas noches en el monte aún lo acompaña y lo
pudo comprobar a sus 38 años al ver hace unos meses las huellas frescas del
tigre cerca a una quebrada y sentir el rugido de la fiera. Por primera vez en
su vida dice que sintió que la sangre se le 'congeló'.
"Nunca he visto uno, pero ahora sé que merodea la parte alta. Allá rugen,
reclaman su tierra", dice señalando el filo de un cerro.
Esa parte de las montañas que muestra José Ángel es donde nace río Tucuy, una
de las fuentes hídricas de los municipios de La Jagua de Ibirico (Cesar) y que
en su recorrido baña veredas, cientos de hectáreas de cafetales, cultivos de
pan coger y fincas.
En esa zona se desarrolla un esperanzador programa de conservación de la
montaña, bosques y rondas de quebradas, denominado Plan de Compensación
Forestal que pretende preservar y darle un uso adecuado a la cuenca alta del
Tucuy.
Son 74 familias campesinas que se comprometieron a liberar parte de sus
tierras para la recuperación y preservación de las condiciones naturales
durante un período de 15 años.
El programa otorga a los protectores un incentivo económico mensual durante 48
meses (ver recuadro), con el fin de impulsar la realización de un plan
agroecológico en sus parcelas. El plan les brinda alternativas de producción
adecuadas, garantizando alimentos e ingresos al agricultor, sin necesidad de
tumbar bosques, ni realizar quemas indiscriminadas.
Más verdes
Los primeros resultados ya se ven. Por lo menos así lo refleja la aparición de
felinos salvajes (jaguares), aves silvestres como las pavas que se creían
extintas, bosques vírgenes que sirven de corredores ecológicos, corrientes de
agua que bajan como hilos por los cerros y hasta el oso de anteojos al que
también han avistado en esta zona donde está prohibido subir.
Carlos Daniel Bonilla cuenta que entregó al Plan 20, de las 48, hectáreas de
su finca. "Yo tenía un lote de potrero y lo di en compensación y ya se ven las
pavas, que estaban perdidas", dijo.
José Ángel dice que entregó 23 hectáreas de pura montaña de su finca. Allí hay
nacederos de arroyos, además están algunas especies de árboles únicos de esa
región.
Gracias al trabajo, en estos momentos, 2.133 hectáreas están siendo repobladas
con especies nativas que eran importantes para la biodiversidad y se está
garantizando la regulación del agua del río Tucuy y el hábitat de muchas
especies.
La inversión es de 6.300 millones de pesos que financian la Operación Conjunta
La Jagua y Prodeco, que explota minas carboneras en un área de 2.600 hectáreas
del centro del Cesar, como una forma de compensar por el área que solicitaron
al Gobierno para la explotación minera.
"La orden es de 1.280 hectáreas y actualmente trabajamos con proyecto alternos
para complementar y cumplir con nuestras obligaciones de compensación
forestal", dijo Carlos Londoño, jefe corporativo ambiental de Prodeco.
El director de la Fundación Prosierra, Armando Calvano, operador del programa,
explicó que se trata de una programa piloto a nivel nacional. "Aquí estamos
regulando las cuencas a través de la conservación de bosque que aún quedan.
Miramos qué les hace falta a los bosques para que puedan crecer los parches y
juntarse", dijo.
Además de las 2.133 hectáreas en conservación, Calvano asegura que están
paralizadas las quemas. "Los grandes parches negros que dejaban los incendios
conducidos por los campesinos ya no se ven", aseguró.
Por eso, José Ángel insiste en que montañas donde escuchó el rugir del tigre
hay que dejarlas quietas. "Nos enseñan a proteger la naturaleza y nos están
pagando, es bueno el negocio", dice el hombre a quien no le da pena decir que
hasta miedo le da mirar para allá.
José Angel es uno de los campesinos de la Serranía del Perijá que ha sentido
el rugido de tigres retumbar en estas montañas, como en los cuentos que le
narraban de niño. Fotos Leonardo Herrera / EL TIEMPO.
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