Diez mil muertos después del aplastamiento de las protestas que arrancaron en febrero, y de un número indeterminado de víctimas en el conflicto civil, el Consejo Nacional de Transición (CNT), que anoche fue reconocido por el Gobierno de Colombia, se apresta a refundar el país, tarea que compromete desde al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y sus aliados occidentales, hasta a la Unión Africana y la Liga Árabe. Ya se planean cumbres para hablar sobre el futuro del rico país norafricano.
Obama se refiere a transición democrática "incluyente y justa" en una nación que va a quedar, de momento, en manos del CNT, muchos de cuyos líderes integraron el régimen de Gadafi. Pero la transición no será fácil. Libia no sabe de democracia, ni de sociedad civil, ni de instituciones, al menos como se conocen en Occidente. A ello se suman sectores que buscan aprovechar el fin de la represión y el reacomodamiento de fuerzas, como el de las tribus, claves en la era Gadafi y determinantes en el futuro. Ni hablar de la eventual influencia de las redes islamistas vinculadas a Al Qaeda, que al fragor de la batalla de resistencia lograron infiltrarse. No habrá escenario peor que el de los islamistas tomando como rehén la revolución libia.
Por ahora, las empresas petroleras piensan en su estrategia para retomar la explotación del crudo, que antes de la crisis rondaba los 1,6 millones de barriles diarios y cuyo precio cayó ayer.
Los países árabes, y en general Oriente Próximo, van a presenciar cambios profundos. A la primavera árabe, inspiradora de los levantamientos que provocaron la caída y el cambio de régimen en Egipto, Túnez y Libia, se suman las protestas en varias naciones, la represión en Siria, que compromete la estabilidad de la dictadura de al-Assad, y la prometida declaración como Estado, ante la ONU, de los palestinos. Sucesos históricos que marcarán un antes y un después.
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