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Turbay tenía razón

SALUD HERNÁNDEZ-MORA
También en los sindicatos hay corruptos. En julio, 193 dirigentes sindicales
del Inpec no acudieron a trabajar nada menos que 1.367 días. Un mes antes, en
junio, el número de descarados sumó 273, con 1.416 días libres.
Lo peor en ese caso fue la excusa que pusieron buena parte de ellos para no
acudir a sus puestos: participar en las mesas que conformó el Ministerio del
Interior para discutir el Proyecto de reforma de la Ley 65. ¿Y saben cuántos
asistieron a dichos encuentros? No más de doce. Claro que no resulta extraño,
porque la mitad de los quinientos dirigentes sindicales que están enquistados
en el Inpec, chupándole la sangre, no hacen nada.
Es como si no entendieran que eso es otra forma de robar a los colombianos,
además de burlarse de sus compañeros guardianes que sí cumplen con sus
jornadas laborales en las cárceles.
Cómo será de bueno el oficio, que en el Inpec hay 37 sindicatos, cuatro
Federaciones y una Confederación. La única exigencia para constituir un
sindicato es reunir a mínimo veinticinco amigos. Después, el jefe reparte
entre los que mejor le caigan los puestos en la mesa directiva, que son los
que gozan de todas las prebendas.
No sólo es una actividad cómoda, porque no tienen que madrugar a trabajar si
no les provoca. También merece la pena por lo que recaudan. El sindicato más
grande -Aseinpec- recogió entre sus miembros, en los primeros 7 meses del año,
210 millones de pesos. Y el segundo en importancia, Sigginpec, 115 millones.
¿Qué hacen con ese presupuesto? ¡Hum!
Hay varios motivos para afiliarse a un sindicato del Inpec, a cual más noble.
Primero: llegar a dirigente sindical para no mover un dedo. Más de uno lleva
así varios años. Segundo y básico: evitar traslados. Si al director de la
entidad se le ocurre mandar a un guardián a una cárcel que no le gusta, se lo
dice a su sindicato y se embolata la orden. Si pensamos que la nómina de
guardianes la conforman 10.800 funcionarios, de los cuales hay 5.700
sindicalizados, ya se puede uno imaginar los juegos malabares que requiere
gestionar las prisiones regadas por el país. Tercer objetivo: eludir sanciones
disciplinarias.
Dirán los sindicatos que miento, que no es vagancia lo que practican sino
defensa de derechos laborales, y que confundo vacaciones con permisos
sindicales legales. Pero más de uno admite en privado que se pasaron de la
raya y que el abuso alcanzó cotas inmanejables.
Es imposible dirigir bien el Inpec, organismo ya complejo de por sí, con 37
sindicatos. Sólo por eliminarlos se justificaría cerrarlo. Pero que nadie se
llame a engaño. A lo máximo que puede aspirar este gobierno es a reducir la
corrupción y el caos a sus justas proporciones -Turbay dixit-.
Álvaro Uribe ya le dio un revolcón a cárceles como La Modelo. Antes de su
presidencia, era tal el despelote que una vez visité, en los patios de las
Auc, teniendo de guía al comandante alias 'Carraca', el famoso "túnel". Se
trataba de un largo, estrecho, lúgubre y húmedo pasadizo entre dos tabiques
donde encerraban, por largos periodos, a presos que los paracos castigaban.
La hermana Uribe (monja que lleva cinco lustros velando por los internos de La
Modelo) siempre le pedía que sacara a los recluidos. "Es que son muy malos,
hermanita", contestaba 'Carraca' con cinismo. Y allá seguían, sin que las
autoridades intervinieran.
El cambio a partir del 2002 fue enorme, pero insuficiente. Sindicatos
tramposos, gobiernos que conceden privilegios a los de su casta
('parapolíticos'), jueces y funcionarios corruptos, hacinamiento creciente y
una cultura que antepone las relaciones familiares y sociales de los presos a
la seguridad, son algunos factores que impiden un sistema penitenciario serio.
ANDRUI
SALUD HERNÁNDEZ-MORA
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