El martes y el miércoles pasados se vivió una situación que no dejaba de ser insólita. En oficinas, lugares públicos y automóviles, la gente estaba muerta de la risa. Y así siguieron hasta el miércoles a las 10 y 30 de la mañana. La razón de semejante suceso mucho más notable en una ciudad como Bogotá y atribuido inicialmente a los días bonitos y tranquilos que se viven en la capital era un programa radial.
Pero no cualquiera. Se trataba del maratón emprendido por José Fernando Ordóñez Júnior, que durante ese tiempo, y a través de la emisora Radioactiva, contó toda clase chistes. Su objetivo, más que figurar en el libro Guinness de Récords, era celebrar de otra manera el Día de los Inocentes. Fue una buena idea, bien lograda, que oxigena la radio y demuestra que los oyentes prefieren mostrar los dientes que arrugar la frente.