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WING COMMANDER IV: EL ENEMIGO INTERIOR

La vida de un consultor es a veces muy aburrida , le co menté a mi compañera de viaje, Velina Sosa. Según me dijo, ella era una científica que, desde el sistema Ne phele, viajaba hacia los Mun dos Interiores. Mi comen tario le debió sonar poco seductor a esta joven que únicamente parecía inte resada en las noticias que yo traía desde mi puerto de embarque en los Mundos Fronterizos.

H. PEREGRINO
Me causó curiosidad su ansia por sacarme informa ción. Pero lo entendí porque el transporte en el que viajá bamos, la vieja fragata civil Enigmática, era una de las po cas formas de comunicación entre los Mundos Fronterizos y los Mundos Interiores y su centro político, la Tierra.
La Tierra lideraba la Confe deración de planetas, una ins titución armada que debía ga rantizar la paz mediante su presencia. Sin embargo, esa paz parecía difícil de mantener ahora que la pobreza hacía sentir su poder sobre gran parte de la galaxia. Todo había cambiado luego del triunfo humano sobre la fe roz raza Kilrathi y el corto esplendor que trajo la guerra al reactivar las industrias.
Pensé un poco en las infor maciones que había difundido en la mañana la red de noti cias galáctica. Desde la Tierra, la Confederación había condenado la destrucción de la base confederada Orlando por parte de fuerzas pertene cientes a los Mundos Fronteri zos, sus antiguos aliados.
Estos, a su vez, negaban haber agredido naves o insta laciones de la Confederación, y decían que algunos elemen tos de la Tierra buscaban i niciar un conflicto para to mar el control político.
El aumento de la tensión en tre las partes me había tomado por sorpresa mientras traba jaba en los Mundos Fronteri zos. La empresa para la que trabajaba me había recomen dado salir de allí lo más pron to posible. Ese era el motivo de mi apresurado viaje.
Un llamado del capitán de la nave me sacó de mis cavilaciones. Nos reunió a pasajeros y tripulantes para informarnos que una flotilla de los Mundos Fronterizos ha bía intentado cruzar territo rio confederado. El grupo de naves de combate fue neu tralizado. Los misiles y torpe dos hicieron lo suyo.
Lo que temía había empeza do. Después de haber de rrotado a los Kilrathi tras una guerra de casi 40 años, la raza humana ahora se enfrentaba a sí misma. Sumidos en la po breza, la Confederación y los Mundos Fronterizos (versión moderna del antiguo Tercer Mundo terrícola) se enfrascaban en una guerra ci vil.
A la hora de la cena, un boletín holográfico nos in formó que cinco cazas confe derados tipo Hellcat vendrían a nuestro encuentro para brindarnos asistencia en caso de un ataque enemigo. Poco después llegaron los Hellcat de la Confederación y desfila ron con un corto sobrevuelo a babor de la Enigmática.
La calma no duró mucho.
Cien kilómetros adelante, aparecieron de la nada dos cazas Banshee de los Mundos Fronterizos. En diez segundos, dejaron fuera de combate tres de los Hellcat que nos escoltaban. Los otros dos huyeron sorprendidos, soltando falsos señuelos an timisiles en su alocada ca rrera. El capitán de nuestra nave se rindió minutos después cuando se aproxi maron, en actitud conciliadora, dos cazas Avenger y una maltratada lanzadera con el escudo de los Mundos Fronterizos en sus costados.
Tras el desembarco, el le gendario Christopher Blair salió de la puerta de la lan zadera. Uno de los mejores pi lotos de la galaxia, el héroe que yo había visto enterrarse en vida hace cinco años para tratar de arrancarle frutos a una granja desértica del planeta Two, aparecía nuevamente de uniforme; pero esta vez, aparentemente, estaba en el bando equivocado.
Velina Sosa, mi compañera de viaje, saludó con un ademán militar: Teniente Sosa a la orden, Coronel Blair , dijo. Tras un breve intercambio de palabras, subieron a su lata de sardi nas . Minutos después, antes de que me hubiera re cuperado de la sorpresa, la lanzadera y sus escoltas de saparecieron en el punto de hipersalto.
H. PEREGRINO
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