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EPOPEYA DEL CORREO

Comunicaciones y Correos en la Historia de Colombia y Antioquia Mario Arango, Augusto Peinado y Juan Santa María Fotografía: Nereo López Editorial Gente Nueva, Bogotá 1996

Bien o mal, nuestra historia está plagada de baches, espacios oscuros, olvidados o todavía desconocidos. Pero afortunadamente existen historiadores tercos que insisten en hurgar aquí y allá, en desenmadejar la trama de acontecimientos específicos, casi que enlazando la verdad en transcursos especiales de nuestra manera de haber pasado.
Ejemplo reciente el libro Comunicaciones y correos en la historia de Colombia y de Antioquia (Santa Fe de Bogotá, 1996) del historiador Mario Arango y los investigadores y filatelistas Augusto Peinado y Juan Santa María, edición de lujo profusamente ilustrado con fotos a color y blanco y negro y premiado con la medalla de plata dorada en Expamer-96 (Exposición Mundial Filatélica, Sevilla España, mayo de 1996) y fundamentado en fuentes básicamente primarias: archivos de los siglos XVIII y XIX y una exhaustiva búsqueda en la prensa y en los archivos de los siglos XIX y XX, llevando al lector por el aventurado recorrido de los correos desde 1750, con la estrategia para establecer la comunicación a través del rescate de los aspectos vitales, trágicos, desconocidos, pero definitivos para apuntalar la naciente estructura de nuestra nacionalidad.
Por la necesidad de estos nuevos vínculos con nuestros semejantes y por la interacción entre el hombre y la naturaleza, los medios crean la necesidad o nuevos contornos. Y como se trataba de una empresa de caminos, fue urgente la creación de una infraestructura para llevar la experiencia o información a comunicar, que confirma, además, el papel trascendental que aportaron los correos en el nacimiento y crecimiento de poblados y de ciudades.
Después de detallar y destacar la eficaz comunicación de nuestros antepasados indígenas (la percusión del tambor manguaré, por ejemplo) el libro destaca la importancia que desde la Corona Española y los gobiernos republicanos del siglo XIX (para los autores, los liberales del período federal de los Estados Unidos de Colombia) le concedieron al desarrollo de los correos y la necesidad de los medios de comunicación y transporte. El libro destaca también los correos de Antioquia como los grandes desarrolladores de los correos del siglo pasado por su exportación de oro y plata, con todos sus logros y también sus accidentes.
Geografía dramática
En un país disperso en medio de una difícil geografía, los correos constituyeron durante el siglo XIX y la mayor parte del XX el único medio de comunicación entre gobernantes y gobernados y fueron el fundamento para el desarrollo de sus actividades comerciales. A través de los correos no solo se transportaban los metales preciosos sino que se enviaba el dinero en efectivo para el sostenimiento del aparato estatal y la cancelación de obligaciones privadas.
Esta irradiación de una naciente economía provocó una amplia y variada normatividad para regular el funcionamiento de las líneas de correos mediante el establecimiento de estrictos itinerarios y horarios que debían ser cumplidos so pena de severas multas. Por lo cual los correos gozaron del apoyo de todas las autoridades. Además, se garantizaba la inviolabilidad de correspondencia y encomiendas y su sagrado carácter de servicio público.
Como es apenas lógico, la obra concede gran importancia al desarrollo de la filatelia colombiana y hace un detallado seguimiento de la misma a partir de la implantación del sistema de estampillas en nuestro país en 1859 hasta las emisiones de Scadta. Incluye, además, dos anexos sobre las muy poco conocidas emisiones hechas por el Estado Soberano de Antioquia y sobre las rarezas filatélicas colombianas, entendida también la filatelia como expresión política y filosófica de los gobiernos que se convierten en actividad auxiliar para la historia.
Hay que reconocerle al libro el eficaz recurso combinado del carácter investigativo de sus textos y el apoyo visual de variadas técnicas: grabados de exploradores (Rioux) y acuarelas del siglo XIX, el trabajo humano ilustrado con detalles del muralismo de Pedro Nel Gómez y las ambientaciones oportunas, color y gesto, del pintor Augusto Peinado, coautor, para dramatizar la aventura de una época romántica como fue primero el transporte de los arrieros y bogas de nuestros ríos y luego por los barcos a vapor y los ferrocarriles, y documentación de fotografías del siglo pasado, comienzos del presente y la garantía documental que respalda todo el trabajo del maestro Nereo, para cerrar finalmente con invaluables estampillas que colaboran con la autenticidad del documento.
Regionalista y anticonservador?
Sin embargo, de la lectura de la estrategia para ampliar e inmediatizar los vínculos con sus semejantes, quedan algunos interrogantes, como cierto sabor regionalista que destaca demasiado el aporte antioqueño al desarrollo de los correos y medios de comunicación, dejando en segundo plano las demás regiones del país.
Otro aspecto que puede ser cuestionable es la excesiva importancia que se les concede a los gobiernos liberales del período federal del siglo pasado como impulsadores de los correos y medios de transporte. Sería bueno que historiadores de otras vertientes opinaran al respecto. Además, no queda muy claro si Gustavo Michelsen fue o no falsificador de estampillas.
Aunque el libro inaugura la primera fase investigativa y ordena una dispersa información para futuros investigadores de las comunicaciones colombianas, cuando el lector va siguiendo entusiasta la trama compacta del libro, de pronto, todo se acaba. Después de sendas fotos de Eduardo Santos, Carlos Gardel y Gonzalo Mejía y apenas llegado a 1940, el libro llega a su fin. De cierta manera se queda uno en el aire. O es que más bien los autores han dejado esta época de los 40 hasta ahora para un segundo tomo, pues dejan bastantes temas anunciados? Por qué en la época que se deja en silencio es en donde aparece el cuestionamiento de si la tecnología puede poner en peligro valores humanos básicos? Porque actualmente la ventaja de los medios no es solo la de toda su enormidad y alcance, sino también la de conocer su dinámica operativa. Solo con su entendimiento podremos tener su control. Porque esta investigación ya recogió hacia atrás lo que había que recoger: el comienzo de la organización central hacia las provincias, cómo el cablegrama obligó a una contratación del lenguaje y cómo a medida que nuestra geografía se comunica y se uniforma, se crean grandes agrupaciones centralizadoras dando pie al nacionalismo. Por eso quedan haciendo falta las últimas décadas y serán estos mismos autores o el trabajo de otros, quienes a través de sus estudios alerten al país no solo sobre lo que estamos haciendo con nuestras comunicaciones sino sobre lo que debemos hacer en el futuro. Y lo más difícil, el enfoque honesto sobre qué es lo que de verdad debe contener ese cambio que ya, según parece, se nos vino encima.
Censura de reyes
El 20 de diciembre de 1919, el Presidente Rafael Reyes expidió el decreto 1509 mediante el cual prohibió el envío por correo de los siguientes materiales:
Publicaciones obscenas e inmorales y las que ataquen a la religión católica, las instituciones que rigen el país y el gobierno de la República.
Impresos, periódicos y toda clase de publicaciones que ataquen al Presidente de la República, sus ministros, autoridades departamentales, arzobispos, obispos y ministros del culto.
Opio y pipas para fumarlo.
Libros de tendencias socialistas y democráticas.
Materias explosivas, inflamantes y peligrosas.
Impresos contrarios al orden público.
Pocos robos
En la obra se destaca la seguridad con que se transportaban los correos en el siglo XIX, pues eran muy escasos los bandoleros y malhechores en los campos colombianos. Así, por ejemplo, en la segunda mit
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