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OAXACA, PARA VIVIR LO MEJOR DE MÉXICO

Hay ciudades que como una caja china se reservan infinitas sorpresas para quien las visita. Que conquistan a punta de detalles y que para conocerlas hay que caminarlas, escucharlas, sentirlas, saborearlas.

SONIA SIERRA
Así pasa con Oaxaca, y no es difícil ceder ante las insinuaciones de un lugar donde conviven lo mejor de la comida mexicana, las artesanías y los textiles, los imponentes escenarios de culturas precolombinas, las huellas de una arquitectura barroca y una luz que se pelea por entrar a los más ocultos rincones de casas de patios grandes y frondosos árboles.
Oaxaca lanza caricias tan sutiles como un helado de pétalos de rosa, que sólo encuentra quien se da una vuelta por la iglesia de la Soledad, en cuya plaza, conocida como de las neverías, un grupo de habitantes de esa ciudad han puesto a la venta sus nieves con sabores que van desde la tuna y el higo, hasta el limón y el queso.
Para el resto de mexicanos es evidente que la comida de Oaxaca es una de las mejores de todo el estado. La literatura también se ha ocupado del asunto: en su cuento Bajo el sol jaguar el escritor Italo Calvino se deleitó en la escritura para describir ese sabor que liga lo mejor de las culturas precolombina, española y criolla.
Comida de contrastes, desde el más blanco de los quesos hasta el más negro de los moles (se dice que fueron las monjas quienes inventaron esta receta que acompaña el pollo y otras carnes, y que se prepara con chocolate, chiles, canela, clavos de olor, ajo, almendras y cacahuetes básicamente). Contrastes en la suavidad de un plato de cecina (carne de res o de cerdo muy delgada que se ha adobado o se ha puesto en sal por varios días). Contrastes en los variados sabores de los chiles que además de acompañar muchos platos, también se pueden comer rellenos o en nogada.
Olores que salen a la calle y que aunque son múltiples se diferencian entre sí: chocolate que se derrite en las manos, tamales verdes o dulces preparados en hojas de maíz tierno, guacamole, chicharrón, frijoles y, para terminar, un café de olla preparado con canela.
Un ambiente que entra por las calles coloniales y también por las modernas, y que tiene su mejor espacio en la plaza principal ambientada con portales (arcos), cafeterías y grandes árboles en el centro.
Oaxaca también expone contrastes en una arquitectura religiosa barroca y las ruinas de las culturas que hace muchos siglos poblaron el valle de Oaxaca.
De éstas últimas se mantienen en pie Mitla, Zaachila, Yagul y Monte Albán, el más imponente de todos.
Estas zonas arqueológicas son herencia de la cultura zapoteca. Monte Albán es un complejo ceremonial desde donde se divisa todo el valle y que en tiempos de aquella cultura fue el espacio para sacrificios humanos. Tumbas, pirámides, laberintos y caminos que dan vida a un majestuoso ejemplo de los logros de las culturas precolombinas.
De herencia más reciente aparece el templo de Santo Domingo, que es sin duda uno de los más hermosos del país. Con toda la generosidad del barroco, esta iglesia tiene sus techos y paredes cubiertos de oro y relieves policromados. Al entrar por ejemplo, en su techo aparece una impresionante expresión de ese trabajo artesanal: un gigantesco árbol de la vida con figuras religiosas.
Oaxaca de Juárez, ciudad luz, cuna de pintores como Rufino Tamayo y Francisco Toledo, de quienes hay dos museos allí. Ciudad de héroes nacionales como Benito Juárez de quien también hay un museo con recuerdos suyos y otros tantos objetos del siglo pasado.
SI USTED VA
Oaxaca, capital del estado que lleva el mismo nombre, está ubicada al sur de México. Llegar hasta allí en avión representa una hora de viaje y el costo del tiquete es de 1.200 pesos mexicanos (160 dólares aproximadamente). Actualmente, la aerolínea Mexicana de Aviación ofrece un plan VTP, que incluye boleto y dos noches de hotel y su costo, dependiendo del hotel y del tipo de habitación (doble o sencilla), oscila entre mil y dos mil pesos (entre 130 y 250 dólares). Este plan incluye los hoteles Camino Real Oaxaca (de categoría especial), Victoria (cinco estrellas) y Misión de los Angeles (cuatro estrellas).
Uno de los hoteles más pintorescos de la ciudad es el Stouffer Presidente, que se encuentra en el antiguo Convento de Santa Catalina, construido en el siglo XVI. Igual, Oaxaca tiene un amplio servicio de hoteles y se pueden encontrar otros más sencillos, cuyo precio por noche está entre 150 pesos (20 dólares).
Llegar por tierra a Oaxaca es hoy mucho más sencillo a través de una autopista recientemente construida y por la que se puede llegar en cuestión de seis horas. Permanentemente salen buses hacia allí y el costo del tiquete es de 200 pesos (26 dólares) aproximadamente, algunos más baratos otros más costosos, de acuerdo con el servicio.
SONIA SIERRA
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