Harold lo imaginó dormido y luego, cuando desapareció para siempre de las calles de Buga, de la mesa donde todos almorzaban y del parque en donde se sentaba a charlar con sus amigos, se convirtió en un viajero. Un hermano perdido que se paseaba ahora por calles y puertos desconocidos, que bebía ginebra con marineros que tenían todo el cuerpo tatuado y que le recordaban las historias de bucaneros y cofres cargados de diamantes de un escritor inglés.
Esa fantasía de diario duró cinco años, hasta el día en que su madre le pidió que la acompañara al cementerio a sacar los huesos de José. Entonces entendió la muerte.
Sin embargo, esa obsesión de niño no desapareció hasta sus 17 años cuando escribió La noche más larga, un cuento que 13 años más tarde, en 1985, le daría título a su primer libro de cuentos.
Cuando escribió el cuento era consciente de que esas líneas ya no eran los apuntes en un diario de un jovencito que deja de ser niño por culpa de la muerte de su hermano y lee novelas de aventuras. Eran las primeras líneas serias de alguien que buscaba hacerse escritor, que trataba de entender el mecanismo secreto de las novelas de Hemingway, Faulkner, Fitzgerald, Tom Wolfe, Truman Capote, Gay Talese, J.D. Salinger, Henry Miller, Charles Bukowski y Jack Kerouac. Que admiraba a Borges, a Cortázar, a García Márquez, a Onetti. Que años más tarde encontraría en Mario Vargas Llosa a un gran escritor.
Pero primero viajó a la Universidad Nacional de Bogotá a ser economista. Cerraron la Universidad. Viajó a Cali y se matriculó en el Departamento de Letras de la Universidad Santiago de Cali, se casó por primera vez a los 17 años y continuó tomando apuntes, aprendiendo técnicas, descubriendo nuevos puntos de vista, escribiendo.
En 1989 publicó su segundo libro de cuentos. Rumor de mar, en donde a diferencia de su primer libro, lo fantástico ya no ocupa un primer lugar en su propuesta temática sino que da paso a un eje realista centrado básicamente en la realidad, en el mundo que desfilaba, perdido y sin una raíz visible, ante sus ojos.
Hace cinco años se ganó la Beca Colcultura de Literatura con su primera novela El faro, una historia que gira en torno a cuatro personajes: la abuela, la madre y sus dos hijos. En donde las visiones del mundo de acuerdo a cada generación se chocan y crean un ambiente imposible. La novela no se ha publicado porque Harold cree que está mal escrita, que necesita cambios. Reescribirse.
Desde hace cinco años trabaja en otro libro en que la ambición y la historia de Colombia a partir de la guerra de los mil días y desde un punto de vista familiar, son las partes básicas de un conjunto que él considera siempre imperfecto, que necesita dedicación, terquedad, ensayos, investigación y que se convierte en el objeto más parecido a la realidad, la novela.
Pero el cuento, las frases cortas y la negación de los adjetivos para tratar de sugerir formas y ambientes, han sido las partes constantes en la literatura de Harold Kremer. A finales del año pasado se ganó la Beca de Colcultura de Creación Literaria con un proyecto de 12 relatos que buscan dejar en evidencia la falta de comunicación, la intolerancia, en nuestra sociedad. Los cuatro millones de pesos de la beca todavía no los ha recibido pero el libro está a medio camino. Por ahora trabaja en el Colegio Hernando Navia Barón y escribe en las tardes. Era profesor de literatura en la Universidad del Valle pero tuvo que retirarse: En la Universidad no podía darme el lujo de releer en una semana a Faulkner y a Vargas Llosa, tenía que estudiar tiempo completo para poder estar al día con la teoría literaria y no me quedaba tiempo para escribir .