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El coronel que ha visto caer 7 plagas sobre Haití

"Recordar el terremoto sigue siendo, aún hoy, muy difícil, porque ver a esa cantidad de personas fallecidas alrededor mío y ver la impotencia de la gente, ver cómo querían pedir ayuda pero no podían... es muy duro.

LAILA ABU SHIHAB
En Haití los cambios son muy lentos porque la burocracia y la corrupción lo hacen todo más
difícil, pero el año pasado las cosas se veían mucho mejor. Había un ambiente
de optimismo, de que era posible salir adelante. Los cambios se percibían y,
con el terremoto, todos esos procesos se derrumbaron".
El coronel Santiago Camelo (40 años) vive en Haití desde agosto del 2009. Es
el comandante del contingente de policías colombianos en esa pequeña nación
caribeña de la que la gente solo habla por sus tragedias.
En una larga charla con este diario, vía telefónica, Camelo trató de
reconstruir cómo, en el 2010, todos los males se ensañaron con el país más
pobre de América.
"El día del terremoto yo estaba en la sede de la Policía haitiana, un edificio
pegado al cuartel general de la Misión de Estabilización de la ONU para Haití
(Minustah). Llegué tarde a una reunión programada para las 4:30 p. m. y se
cansaron de esperarme. Cuando me excusé y bajaba las escaleras para salir, en
el último escalón, empezó a temblar con mucha fuerza. Los dos edificios se
movían de derecha a izquierda, de izquierda a derecha".
El 12 de enero del 2010, a las 4:53 p. m., la tierra se abrió en Haití y se
tragó buena parte de lo que encontró a su paso. En la escala de Richter fueron
7,0 grados. Casi un año después, la estadística oficial habla de unos 328.000
muertos y casi 2 millones de damnificados.
Contar el cuento
Por un milagro, el coronel Camelo puede hoy "contar el cuento". Por un milagro
y por meterse a una piscina.
"Antes, la sede en la que estábamos, alquilada por la ONU, era un hotel. Por
eso, en medio de los dos edificios había una piscina vacía. Cuando empezó a
temblar, pensando en la supervivencia y en que no se podía correr para ninguna
parte por la fuerza del terremoto, decidí meterme en esa piscina en espera de
que lo que cayera me dejara un espacio llamado 'triángulo de la vida'. Cosas
que a uno le enseñan. Ahí metido empecé a ver cómo el edificio se desmoronaba.
El tercer piso, el segundo. De repente, una nube de polvo cubrió todo y lo
único que sentí fue el estruendo del edificio, que se desplomó por completo.
Luego empecé a oír llantos, lamentos, quejidos de la gente pidiendo auxilio".
Camelo todavía oye, aunque cada vez con menos frecuencia, esas voces, esos
gritos. Lo que siguió fue ayudar a rescatar a algunas personas que quedaron
atrapadas bajo los escombros, en una titánica labor que se extendió hasta que
sobrevino una réplica muy fuerte, pasada la 1 de la madrugada.
Hacer visible la pobreza
Tras el sismo, un enjambre de periodistas aterrizó en ese pedazo de isla que
Haití comparte con la próspera y turística República Dominicana. Y empezó a
hacerse visible la miseria.
"Con el terremoto, la pobreza se vio magnificada. La situación es de verdad
crítica. Solo el 2% de la población tiene agua potable, la economía se basa
casi toda en la informalidad y está el problema de la electricidad, que no da
abasto por el atraso tecnológico y porque no se les hace mantenimiento a los
pocos equipos que hay".
Según datos del Banco Mundial, el desempleo en Haití alcanza casi al 70 por
ciento de la población económicamente activa y la tasa de alfabetización se
sitúa solo en el 42 por ciento. En el 2009, el 80 por ciento de los habitantes
vivían en condiciones de pobreza extrema.
Sin embargo, el coronel veía un lento renacer. Percibía al menos un cambio de
actitud en la gente. En el 2009, de hecho, se presentó un plan económico para
estabilizar y reconstruir el país, que recibió el apoyo del secretario general
de la ONU, Ban Ki-moon, y del ex presidente de EE. UU. Bill Clinton.
"Hasta cierto punto, el país sigue lleno de escombros. En su momento se dijo
que se necesitarían mil volquetas diarias durante cinco años para evacuarlos.
Ese proceso ha sido muy lento, aunque creo que en la reconstrucción ha
influido que la comunidad internacional no fue tan efectiva, como esperaban
todos, en enviar los dineros para apoyar el proceso, pero no porque no
quisiera sino por las trabas que pusieron los mismos haitianos, por esa
corrupción tan fuerte". Según un funcionario haitiano, para los proyectos de
reconstrucción, cifrados en 10 mil millones de dólares, solo se ha recibido
casi el 10 por ciento del dinero.
Hablar de Haití es hablar de un círculo vicioso, de un país en el que todos
los males se conectan. "La corrupción afecta muchísimo al sector salud y las
condiciones de pobreza desfavorecen totalmente la higiene. Eso facilita que el
cólera, por ejemplo, se propague con mayor rapidez".
La epidemia, que comenzó el 19 de octubre, ya ha dejado 2.700 muertos y más de
128.000 enfermos, según el Gobierno. Muchos haitianos culpan a los soldados de
la ONU de haber llevado la enfermedad. Y aunque el organismo lo niega, uno de
los más prestigiosos especialistas del mundo en la materia acaba de presentar
un informe según el cual el origen de la epidemia está en el pueblo de
Mirebalais (centro), donde los soldados nepalíes de la ONU asentaron su
campamento. El primer caso, de hecho, se reportó poco después de la llegada de
los asiáticos.
En esas condiciones, en la primera semana de noviembre otra tragedia volvió a
poner a Haití en el radar de los medios internacionales.
"El huracán 'Tomás' era una preocupación muy seria para el Gobierno y para la
ONU. Se esperaban 17 huracanes en el Caribe este año, pero solo uno de ellos
logró lastimar al país medianamente, porque cuando venía de frente contra
Haití se desvió. De todas maneras, el coletazo generó lluvias muy fuertes y,
al no haber capacidad de alcantarillado ni una política establecida para
atender estas calamidades, se generaron muchos más problemas". El saldo final:
21 muertos.
Cuestionadas elecciones
Así, sin instituciones -el Palacio Presidencial, la Corte Suprema, el Senado,
el Parlamento y el 90 por ciento de los ministerios quedaron destruidos por el
sismo- y sin que se haya solucionado la situación de los desplazados, agravada
por la falta de higiene, por la inseguridad y por nuevas catástrofes, se
celebraron las elecciones presidenciales en Haití el pasado 28 de noviembre.
Pero en lugar de calmar los ánimos, los comicios produjeron otra crisis
política. Ya hay cuatro misiones de la OEA en Haití para apoyar la
consolidación de los resultados, que todavía no se conocen y han sido
cuestionados por casi todos los candidatos, y se han registrado violentos
disturbios, que han dejado al menos cuatro muertos. La segunda vuelta será en
enero.
Con tantos males, uno pensaría que los haitianos son personas de mirada
triste. Nada más lejos de la realidad, según Camelo. "Son caribeños, así que
para ellos es muy importante la música, el arte. Los haitianos ven la vida
siempre desde la danza, el baile. Y eso se mantiene, pese a las dificultades
tan serias. Incluso en un entierro, el haitiano siempre viste de colores,
canta, baila. En ellos yo veo una esperanza de que las cosas mejoren y de que
ellos mismos empiecen a construir el país que quieren".
Cuando Camelo llegó a Haití, una de sus primeras obligaciones fue aceptar un
celular que debía mantener prendido las 24 horas, en caso de cualquier
emergencia. Ese aparato sonó mucho este año: después del terremoto, en los
preparativos por el paso del huracán, durante el avance de la epidemia de
cólera. Para el 2011, el coronel espera no oír su timbre tantas veces.
EDISAR
LAILA ABU SHIHAB
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