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DOÑANA : UNA OBRA QUE NO MUERE

La idea surgió en un almuerzo en Villa Adelaida en 1927. Los comensales eran Camilo Sáenz, Jorge Durana, Agustín Nieto y su señora Adelaida Cano de Nieto, quienes estuvieron de acuerdo en que Bogotá necesitaba un colegio especial para niñas, que emulara con el tradicional Gimnasio Moderno. Así nació el Gimnasio Femenino. La idea era ofrecer una educación académica y cultural para las niñas de las familias más prestigiosas de la capital, que al mismo tiempo les permitiera conservar las tradiciones familiares, con base en la franqueza, la sinceridad y el compañerismo.

En el colegio se fortalecerían los hábitos religiosos bien entendidos, la moral y el amor al país y a su hogar.
Al principio, se pensó que este nuevo plantel fuera anexo al Gimnasio Moderno, pero la idea no fructificó.
A finales del mismo año, un grupo más grande de padres retomó la iniciativa que habían tenido los gestores de la idea y estructuraron mejor el naciente colegio.
Decidieron, entonces, que fuera totalmente independiente del masculino y así, en enero de 1928, se integró la primera junta directiva del Gimnasio Femenino.
Finalmente, en una pequeña casa situada en la calle 72 con carrera 5a., Leonor Sáenz, Alicia Uribe, Leonor Castilla, Cecilia Durana, Cecilia Triana, Elisa Olarte, Elvira Macías, Aliria Rodríguez, María Olga Castro, Margarita Cuéllar, Teresa Cortés, Adelaida Nieto, Leonor Saray, Cecilia Cortés, Teresa Muñoz y Adelaida Escallón recibieron las primeras clases dictadas en el Femenino.
Las estudiantes, todas menores de 9 años, iniciaron sus labores escolares en marzo de 1928, con la direccción de Carlina Mariño de Muñoz y la tutela de las profesoras Cecilia Duque Jaramillo y Alicia Sanín.
Antes de ingresar al establecimiento, las 16 niñas escogidas tuvieron que presentar un examen ante las dos profesoras. Cada una debía contar hasta veinte y pintar una casa con un árbol y el sol lleno de rayos.
Una vez superado el terrible trance comenzaban su educación con base en el sistema Montessori y los métodos Frewel.
Se formaron dos grupos que recibían las clases en un gran salón luminoso. No tenían pupitres, ni libros, ni uniformes: la educación se basaba en la alegría, la franqueza y el compañerismo.
Poco a poco, el colegio fue creciendo, al igual que el número de cursos. Hoy, luego de 63 años, son muchas las niñas que han pasado por sus aulas y muchas las graduadas que, de alguna forma, han contribuido a que Colombia sea un país cada vez mejor. Doñana : el alma Es imposible hablar del Gimnasio Femenino sin pensar de inmediato en Ana Restrepo del Corral.
Doñana fue nombrada directora del colegio en 1943 y desde entonces siempre estuvo al frente del Gimnasio Femenino.
Hija de Eduardo Restrepo Sáenz y Elvira del Corral, nació para educar. Su primer paso lo dio como religiosa en la comunidad del Sagrado Corazón, en donde permaneció durante 12 años.
En ese lapso viajó varias veces al exterior para adquirir una formación superior como profesora. Sinembargo, debido a una enfermedad, se vio obligada a dejar los hábitos.
En 1942 fue llamada por el entonces Presidente de la República, Eduardo Santos, para organizar la dirección de la educación femenina nacional. Un año después, Daniel Ortega le propuso que dirigiera el Gimnasio Femenino.
Desde entonces, recorría los pasillos del colegio, con su cabello blanco casi morado, su pequeña estatura y sus modales refinados, viendo que todo marchara bien.
Era muy estricta y meticulosa con el comportamiento, la presentación personal y los modales: revisaba, niña por niña, que todas llevaran puestos e impecables los guantes blancos, que no usaran joyas, que la falda les tapara las rodillas, que el lenguaje fuera correcto...
Doñana , además, alternaba su tarea docente con viajes a Europa que organizaba con sus alumnas para que ellas conocieran el Viejo Continente y pudieran elevar su nivel cultural.
Su permanente apostolado social le dejó al colegio gran cantidad de obras sociales que hoy marchan gracias a la educación que recibieron en el Femenino quienes ahora las manejan.
Esas discípulas son las llamadas a continuar su obra y lo hacen a través de la Fundación Pedagógica, que lleva su nombre, y de todas las tareas que cada una tiene dentro de su hogar o su trabajo.
La semilla está sembrada y los frutos van madurando poco a poco para que así nunca muera una obra de dimensiones incalculables.
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