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Colombia-Brasil: más futuro que pasado

Ya se han dado los primeros pasos hacia la reconstrucción de relaciones con Ecuador y con Venezuela. Ahora Brasil anuncia que recibirá a Juan Manuel Santos el próximo primero de septiembre. También allí hay que voltear al menos media página para buscar una mejor inserción de Colombia y una mayor comprensión y compromiso de los vecinos con las necesidades colombianas.

SOCORRO RAMÍREZ
Lula y Álvaro Uribe habían hablado de estar construyendo una “relación
especial”. Entre el 2003 y el 2008 se reunieron 15 veces, pusieron en marcha
la Comisión Bilateral entre cancilleres y la Comisión de Vecindad, y
lograron una amplia coordinación judicial, aérea y militar. Además, Brasil
se convirtió en el segundo país de origen de las importaciones colombianas
al tiempo que se multiplicaron las inversiones brasileñas en Colombia –en
los sectores aéreo, energético, minero, del acero, metalmecánico y de los
astilleros– y las colombianas en Brasil –en la industria azucarera y en la
interconexión e infraestructura eléctricas–.
Sin embargo, el acuerdo militar de Colombia con Estados Unidos, que acaba de
ser declarado inexistente por la Corte, había llevado a un distanciamiento
entre los dos gobiernos. Aunque no se había vuelto a las tensiones del 2002,
cuando Itamaraty invitó a una reunión sobre la situación colombiana sin
consultar a San Carlos y cuando desde Colombia primaban las denuncias sobre
la presencia en Brasil de guerrilleros como el ‘cura Camilo’, entre junio
del 2009 y julio del 2010 sí se produjeron mutuas manifestaciones de
descontento.
En Colombia se decía que Brasil sólo estaba interesado en sustituir al país
en el mercado venezolano evitando para ello conflictos con Chávez, y en
Brasil se percibía a Colombia como un obstáculo a su papel regional y a
Unasur. Tal vez por ese acumulado de molestias, Santos no visitó a Brasilia
en su periplo como presidente electo. Ahora le dedicaría su primera visita
como jefe de Estado, luego de la asistencia de Lula a su posesión.
Ya no hay cabida para lo que primó hasta fines del siglo XX, época en la
cual las relaciones entre ambos países, fuera de los lazos fronterizos, eran
las de dos vecinos desconocidos y distantes. Brasil y Colombia se necesitan
y tienen que procesar sus prevenciones y divergencias. Al primero le
interesa seguir aumentando sus ventas e inversiones en Colombia. Además, la
plena incorporación colombiana en las dinámicas suramericanas le permite
cumplir el papel de estabilizador regional y fortalece su liderazgo regional
y global. A su vez, el entendimiento con su vecino le ayuda a Colombia a
cerrar puertas de escape y reabastecimiento a los grupos irregulares y le
puede facilitar una salida del conflicto.
Así mismo, su involucramiento en proyectos conjuntos de infraestructura le
facilitaría comunicar zonas fronterizas que hoy poseen limitadas
alternativas de desarrollo y débil presencia institucional. Finalmente,
Colombia puede aprovechar los vínculos de Brasil como poder emergente global
para mejorar su inserción internacional.
La actitud de cooperación les plantea exigencias a las dos partes. A Brasil
le implica ayudar a que los nexos de grupos irregulares y el narcotráfico no
alimenten el conflicto colombiano desde las fronteras, concertar con los
vecinos con los que comparte la Amazonia, considerar el interés regional y
no jugar como outsider. A Colombia le exige construir una presencia integral
del Estado en las fronteras, entender las realidades y preocupaciones
brasileñas y suramericanas, abandonar la actitud provinciana de mirar el
mundo y la región sólo a partir de sus urgencias inmediatas, enterrar el
acuerdo militar con Estados Unidos que tumbó la Corte y cambiar la
percepción de ser una amenaza regional.
Bien harían Brasilia y Bogotá en asumir que las relaciones no se reducen a
los nexos diplomáticos. Los 1.645 kilómetros de línea limítrofe generan
ámbitos fronterizos con poblaciones compartidas que, con otros sectores de
ambos países, pueden ayudar a consolidar la vecindad.
LOPJUA
SOCORRO RAMÍREZ
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