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Un buen arreglo

Redacción El Tiempo
El pasado 11 de agosto, día de la independencia de Antioquia, la gobernación
de este departamento y las Empresas Públicas de Medellín (EPM) llegaron a un
esperado acuerdo para hacer realidad la central hidroeléctrica de Ituango
(Hidroituango). El más grande proyecto de infraestructura de la historia de
esta región costará unos 3.000 millones de dólares y, tras ocho años de
construcción, se convertirá en el generador de aproximadamente el 20 por
ciento de la energía que el país necesita.
Que el Instituto de Desarrollo de Antioquia (Idea) y EPM, los mayores
accionistas de la megacentral, hayan definido –luego de meses de disputas y
una hostil toma accionaria– el futuro de la financiación, construcción y
operación de la obra es una excelente noticia para los antioqueños. Será la
propia EPM la que, con el pago de una prima de 205 millones de dólares y una
inversión global calculada en otros 5.000 millones, construirá Hidroituango
y luego la operará por 42 años. El impacto del proyecto es de tal magnitud
que representará unos 20.000 empleos directos e indirectos y regalías por la
venta de energía por unos 40.000 millones de pesos a 158 municipios de la
cuenca del río Cauca, no sólo en Antioquia sino también en Valle, Risaralda,
Quindío, Caldas y Cauca. Sin duda, un vigoroso motor de progreso regional.
Si bien hoy los socios de Hidroituango tienen motivos para celebrar estos
importantes avances, el tortuoso proceso de negociación que culminó la
semana pasada deja claras lecciones por analizar y recordar. La primera
sería que del afán queda el cansancio. En su búsqueda del control
mayoritario, el gobierno departamental adquirió las acciones del bloque
minoritario a unos precios muy altos. Y luego, ante la escasez de recursos y
debilidad financiera del Idea, montó un esquema de subasta que abrió la
indeseable posibilidad de que la hidroeléctrica, patrimonio regional,
terminara en manos de poderosas firmas brasileñas o chinas. Por fortuna, ese
escenario se cerró con el acuerdo con EPM, una compañía local con la
experiencia técnica y el respaldo financiero para acometer una obra de
tamaña envergadura. En áreas estratégicas para el desarrollo, como la
generación energética, muchas veces el mayor postor no es necesariamente el
camino más adecuado.
La segunda lección es más positiva y constituye un mensaje para el resto de
regiones del país. Hidroituango demostró que los gobiernos locales tienen
que identificar iniciativas estratégicas con visión de futuro y unir
esfuerzos para hacerlas realidad. Si de algo sirvieron los conflictos entre
los dos accionistas mayoritarios de esta megacentral fue para desmontar la
falsa percepción de que a EPM sólo le interesa el bienestar de Medellín y no
de Antioquia. El compromiso de la empresa de la Capital de la Montaña con el
progreso departamental está más allá de cualquier duda políticamente
motivada. La hidroeléctrica y las finanzas departamentales y municipales
estarán por cinco décadas entrelazadas y servirán para diseñar otros
proyectos y realizar esenciales inversiones sociales.
En resumen, los antioqueños han dado un sólido paso hacia la construcción de
la hidroeléctrica más grande del país en los próximos años. A pesar de las
ya comentadas difíciles negociaciones y los choques entre los entes
departamentales y municipales, es tiempo de dejarlos atrás y concentrarse en
las obras, las cuales no han sufrido mayores traumatismos. La dirigencia
pública de esta región asume así un compromiso tangible con el desarrollo
regional. Ese es un objetivo común por el que vale la pena llegar a
acuerdos. En especial, el de Hidroituango, que con la construcción y
operación de EPM, de un riesgoso pleito pasó a un buen arreglo.
El acuerdo para la construcción de la hidroeléctrica de Ituango es un paso
adelante de los antioqueños en su desarrollo regional.
EDISAR
Redacción El Tiempo
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