Al comenzar faltan todas las láminas, y cada compra tiene ciento por ciento de éxito. No hay repetidas. Pero si falta sólo una para terminar, la compra de un nuevo sobre tiene menos de ocho por ciento de oportunidad de éxito. La colección crece y aumenta la probabilidad de comprar mercancía repetida. Lo sabe cualquier experto del patio de primaria o de la vicepresidencia financiera.
En la versión Suráfrica, para alguien con suerte promedio, lo más probable es ver hacia el sexto sobre la primera lámina repetida. Quizás se garantice que al empacar en cajas de 500 figuras, no haya repetidas, lo que facilita las cosas para quien compra en esa cantidad. Pero al comprar sobre a sobre, sometiéndose al azar, si se da la probabilidad creciente de adquirir cromos repetidos, lo más probable es que el álbum se llene tras 833.400 pesos de esfuerzo.
En cambio, si todas las repetidas se logran cambiar, el gasto se reduce 86 por ciento: 715.000 pesos menos. Por eso la humanidad inventó el comercio y en el mundo pocos, como Corea del Norte o Albania hace unas décadas, optan por la autarquía.
En principio, los cromos son bienes genéricos. No hay distinciones entre Messi y el mexicano Aaron Galindo. Funcionan como las lentejas en los graneros o el café en Nueva York o Bremen.
Pero al abrir el sobre se abre una caja de pandora: el mercado secundario.
Hay quienes quieren tener ya a Cristiano Ronaldo, y pagarían más sin esperar a que la suerte lo traiga en un sobre cerrado. Quienes tienen repetidas las figuras de más demanda posiblemente no las cambien una a una y prefieran llevarlas donde los corredores profesionales de caramelos, comisionistas de ocasión que terminan centralizando parte del tráfico de las preferidas.
Como se ve, en primaria se aprenden, en el aula, rudimentos de ciencias, y en el patio o en la ruta escolar, rudimentos de especulación. Por obra y gracia del mercado secundario las figuras preferidas son más escasas, pues antes de llegar al usuario final cambian de manos entre quienes no las necesitan pero tienen el poder de especular, al igual que el petróleo se compra y se vende antes de que llegue a quienes necesitan combustible para funcionar.
Así se infló la burbuja de acciones puntocom en los 90, o la inmobiliaria en Miami hasta el 2006. Así está a punto de inflarse, según algunos, una burbuja de finca raíz en China.
Por eso, también hay límites al comercio. Por ejemplo, Bill Clinton reconoció hace siete semanas que como resultado de algo que hice yo, nadie más se acabó la producción de arroz en Haití, tras someterla al libre comercio. Otros, en cambio, ponen la seguridad alimentaria sobre la libertad de mercado. La Política Agrícola Común de la Unión Europea es un ejemplo en donde se prefiere producir comida así cueste mantener una clase de agricultores con un nivel de vida artificialmente alto.
El mundo, pues, está reflejado en las monas del Mundial