Es privilegio y honor, ser compatriota, contemporáneo, amigo del maestro Fernando Botero: su vida de creación en la que compendia y exalta los rasgos de su tierra Antioquia; de su ciudad Medellín; de su patria, Colombia; y de su gente los colombianos, y en ellos los antioqueños, es el testimonio del artista iluminado por la centella del genio. El cual ha recibido en 1992, la admiración consagratoria del mundo, en exposiciones de pintura y escultura en América, Asia y Europa: el Grand Palais y los Campos Elíseos en París, le rindieron un reconocimiento de entusiasmo y aplauso como no se conocía.
Los dibujos de esta carpeta tienen como protagonistas, situaciones del gobierno en 1982-1986, pero en realidad son la huella de humor de una amistad que se remonta a los años universitarios en Medellín, amistad que sirvió para que Botero iniciara con su lienzo de la Monja, llegado de una galería de Filadelfia, la conversión del Palacio de Nariño en Bogotá casa de los presidentes de Colombia, en muestrario de la plástica colombiana. La única sugerencia consistió en que, tal como entraran en el Renacimiento obras de Piero della Francesca al Vaticano, en medio de músicas marciales y saludadas por el Papa y la Guardia Suiza en mitad de la columnata del Bernini, el pintor y la Monja fueran recibidos por el Jefe del Estado y el Batallón Guardia Presidencial.
Así se hizo: la Monja se convirtió en el personaje de la política doméstica: no le gustaban los militares. Los más grandes artistas del país enriquecieron, también con sus donaciones, las paredes de la casa presidencial.
A partir de aquella generosidad, por iniciativa de Botero surgieron en el Museo Nacional en Bogotá, las salas Andrés Santamaría, Pedro Nel Gómez, Alejandro Obregón y Botero; y las salas Edgar Negret, Enrique Grau, David Manzur, Eduardo Ramírez Villamizar, Guillermo Wideman, Carlos Rojas, entre otros. Y surgieron la sala de escultura al lado de la de pintura de Pedro Botero en el Museo de Antioquia en Medellín; y un torso monumental en el Parque de Berrío de la misma ciudad, nutricia de Botero, que el afecto popular conoce cariñosamente con el nombre de la Gorda . Santa Fe de Bogotá, Febrero de 1993