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DE LA ANESTESIA AL NARCÓTICO

Diga sí a la vida! es la consigna con que se intenta suplantar las anteriores campañas negativas de disuasión del consumo de drogas.

Que se requiera promover tal mensaje, presupone considerar que los jóvenes reciben de hecho del medio donde crecen, un no rotundo a la vida, y no que los jóvenes por sí solos digan no a la vida , pues sería absurdo que así pensaran quienes se encuentran en el esplendor de su existencia.
Parece que se ataca la vida, para luego elevar como divisa el Sí a la vida . De este modo la consigna se convierte en simple mandato interiorizado, en objeto de autosugestión del que se espera obre de manera hipnótica.
Nietzsche dice del niño que es un santo decir sí con respecto a la vida: un comienzo cada vez, un sostenerse en el juego como juego de la vida, un aventurar, un entregarse a la creación de nuevos valores. Un santo decir sí , puesto que no está aún apabullado por la realidad, por el tú debes , por los viejos y desgastados ideales que le impone la sociedad.
Y cuál es esa realidad en el caso nuestro colombiano? Al joven, qué expectativas se le crean, qué empresa se le muestra realizable, qué principios éticos se le infunden?
Habría que responder que a éste, en los últimos lustros, se le han ido cerrando los distintos contextos, vías y alternativas mediante los cuales dar salida a sus energías, a sus deseos renovadores, a sus posibilidades expresivas y creadoras.
Por ejemplo, la dimensión política, dado el desprestigio que exhiben frente a la juventud los partidos políticos, no digo los de izquierda unos liquidados físicamente y otros extinguidos por la ley natural, sino los tradicionales, sin identidad programática y en bancarrota moral; o, por la falta de oposición partidista, a la que se suma el aniquilamiento de otras formas de oposición: cívica, estudiantil, sindical y campesina, asimiladas para tal efecto a la subversión, como si ésta de igual forma no hubiese dejado de ser un modelo, y no estuviera agotada por su distorsión de medios y propósitos.
El campo económico y laboral no se presenta más prometedor. El sueño de la apertura resultó provechoso para algunos círculos empresariales, y apenas avivó el afán consumista en una población afectada por las necesidades primarias.
Por su parte la Escuela, siempre un proyecto de segunda categoría entre las políticas del Estado, acosada de clientelismo en sus sistemas de administración y de selección de docentes, diagnosticada de un preocupante retardo intelectual, ausente de la realidad, de la que mencionaba arriba y de la que toca con los avances del pensamiento y la tecnología, y con las discusiones teóricas de actualidad, la Escuela, repito, tampoco ha representado la opción para que el joven despliegue su vitalidad y potencialidades.
Tenemos entonces que salvo los festivales de teatro y de poesía, y probablemente muchas actividades válidas, pero aisladas, han sido bloqueadas las vías que hagan propicia la afirmación del deseo de los jóvenes, su iniciativa, el arriesgar nuevos valores y posiciones... En cambio se observa gran tolerancia y estímulo de todo aquello que representa un goce difuso, a saber:
Una sexualidad sin historia, sin construcción de relaciones intersubjetivas.
Un ideal consumista, ignorante de los procesos de producción, que ha de satisfacerse a cualquier precio.
Una espiritualidad sin espíritu, como aspiración a la nada, y renuncia al deseo y a toda exigencia de pensar.
Un culto a la imagen hostigante, escandalizadora, como ejemplo de un oposicionismo sin oposición, simple pataleta contra lo establecido.
Un habla reducida a lo actual, a lo banal, a lo efímero, que no deriva en discurso, en aproximación razonada a algo.
Un cuerpo sin tensiones, sin excesos, puro, que evita el dolor y la temporalidad.
El resultado es, en una palabra, la anestesia. No notamos la indiferencia frente a los acontecimientos cotidianos, la pereza intelectual, el desempleo consentido, la falta de arranque de sectores grandes de nuestra juventud? La violencia y la criminalidad no son formas desesperadas de reaccionar a dicho estado? En la medida en que se cortan los canales de comunicación de la conciencia con el mundo, que se adormecen los sentidos y se inhiben los centros de dolor..., pero en una situación en la que se conserva el estado de vigilia, la realidad el otro que demanda o desea, las contradicciones y conflictos, la necesidad de un rodeo para acceder a las satisfacciones, aparece como demasiado complicada y amenazante, fuente segura de tensiones y desplacer. De donde queda el recurso de reproducir y redoblar la anestesia, de autoadministrarla a través de ese objeto que todo lo da y nada reclama a cambio, es decir, los narcóticos, o, en su defecto, los estimulantes.
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