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LA POSTCRISIS

Desafortunadamente, al parecer, la absolución del Señor Presidente, al finalizar el denominado juicio del siglo, no es garantía para evitar el tránsito inexorable hacia la anarquía, si tenemos en cuenta la aguda polarización de las cuatro grandes fuerzas en las que está dividido el país y la débil credibilidad de las bases de su gobierno. En este contexto, el Presidente por el bien del país debe dejar, de buena voluntad, abierta la puerta de su renuncia, como artífice de la solución de la crisis y como fuerza política garante de una transición pacífica. Veamos los principales argumentos de la situación de caos:

Primero, en la clase dirigente tradicional se distinguen dos grupos: uno que a estas alturas de la concentración del ingreso, entendió que al final de un juego con cartas marcadas, los límites no existen. Y como no cabían todos como era costumbre, decidieron, por fin, no jugar mas y exigir unas reglas mínimas para que todos los actores de la sociedad cupieran y pudieran participar y así evitar llegar al totalitarismo, como lo sostiene la filósofa política Hannah Arendt. El otro grupo, que está ganando el juego, en esta ocasión, con el manejo de unas reglas definidas para la coyuntura.
Segundo, la clase política también está dividida en dos: los independientes, con un alto grado de altruismo, que aún contra viento y marea, honestamente defienden ideales y principios sensatos; y la tradicional, que percibe que esta es la oportunidad para consolidarse, demostrar su fuerza y su capacidad de supervivencia y porque ve que lo que se juega es cada vez mas grande.
Tercero, la guerrilla, que luego de haber adelantado alianzas estratégicas con los narcos, ha aumentado su capacidad económica, territorial y negociadora en sus años de lucha, y porque ve desde la barrera sin mayores costos como se agudizan las contradicciones del establecimiento , las enormes posibilidades de lograr un avance político y militar importante, en vista del despiste del ejército.
Cuarto, los narcotraficantes en juicio, juzgados o huyendo, están decididos a defender a sangre y fuego la no extradición y en consecuencia un espacio económico, político y social, habida cuenta de los riesgos que han corrido para llegar donde están y los costos que han pagado para penetrar a los tres actores ya mencionados.
Quinto, la comunidad internacional, a pesar de que combate el uso y el tráfico de las drogas, ve con claridad que el negocio es una de las mas grandes y prósperas multinacionales del mundo y cada país se está posicionando, para ver con qué parte de la torta se queda, tal como se puede demostrar con estadísticas en el caso de Estados Unidos, México, Asia y algunos países europeos, en la medida que aumentan su permisividad. En esta pugna, Colombia no es un actor difícil de desplazar y convertir en el gran chivo expiatorio internacional o en el Vietnam de la droga. Recuerden que cuando los elefantes pelean la que sufre es la hierba.
Sexto, Estados Unidos, tanto en el ejecutivo, representado por la Secretaría de Estado, como en la comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, liderada por los senadores D. Burns y J. Helms, son proclives a la aplicación de sanciones económicas, a pesar de que algunos piensen que el reciente rechazo de la Comunidad Europea y de la OEA a la ley de retaliaciones y al bloqueo económico de Cuba, sería un obstáculo para que se impongan sanciones, ojo, no bloqueo. Las sanciones, sin duda, agudizarían las contradicciones de los actores mencionados.
Lo complejo de este escenario, es que el Presidente Samper y su Gobierno están comprometidos a fondo con los estamentos que no tienen límites en el juego, tal como se evidencia en: la imposibilidad, a pesar de sus esfuerzos, de lograr credibilidad en su lucha contra los carteles; el desafío a una parte importante de la comunidad internacional y aún absuelto, las profundas y peligrosas dificultades para lograr crear las condiciones de gobernabilidad que requiere actualmente el país. El planteamiento ha sido de todo o nada, de allí su repetida consigna: De aquí salgo muerto o con la frente en alto .
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