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A LA SOMBRA DE EL AJEDRECISTA

De Miguel Angel, el segundo hombre de la familia Rodríguez Orejuela, se saben algunos datos, pero pocas anécdotas.

Una de ellas la relata el periodista Alberto Giraldo, hoy detenido, en las memorias que encontró el CTI de la Fiscalía en una finca al norte de Bogotá.
Un determinado día de mayo del 85 -escribió Giraldo- Miguel Rodríguez obtuvo una cita con el ministro de justicia colombiano Enrique Parejo González. Esa tarde llovía a cántaros, y él recorrió a pie kilómetro y medio para cumplir la cita. Llegó empapado pero pudo hablar con Parejo sobre el tema de su hermano .
El hermano era Gilberto Rodríguez, quien por esa época estaba encarcelado en España.
Miguel decidió asumir el proceso empeñado en traerlo de vuelta a Colombia. Movió cielo y tierra y para ello montó una especie de cuartel general en el Hotel Tequendama. Su hoja de vida, hasta ese momento limpia, le permitía presentarse ante las autoridades sin mayores problemas para interceder por él; entretanto, sus abogados lograron inventarse una argucia legal y, finalmente, Gilberto, El Ajedrecista , fue extraditado a Colombia.
Si bien la leguleyada no es más que otro ejemplo de la colección de engaños jurídicos a los que siempre acudieron para zafarse de responsabilidades, la anécdota es una muestra de lo entrañable del sentimiento que unía a los dos hermanos.
Miguel, siempre creció a la sombra de Gilberto, con cuatro años de diferencia era una especie de pupilo suyo. Cuando eran chiquitos llevaban una vida bastante humilde en Mariquita, Tolima, y en cuestión de plata nada pareció cambiar mucho el día en que se trastearon para Cali, a una casa del barrio Belalcázar.
El papá -Carlos Rodríguez-, un artesano y pintor, murió cuando la camada de siete todavía estaba de pantalones cortos, y por eso Gilberto Rodríguez tuvo que convertirse en el bastón de doña Ana Rita Orejuela, y por añadidura en la cabeza de la familia.
Hay quienes afirman haberle oído decir a Gilberto, ya preso en la Picota, que Miguel es como un hijo suyo. A pesar de su renuencia a mencionarlo, dicen que dijo que Miguel es el consentido, el que todos quieren en la familia.
Quién sabe como lucirá hoy, a sus 51 años (el 15 de agosto cumple los 52), pero los retratos que de él se han conocido lo muestran taciturno, serio siempre ante la cámara y de mirada huidiza. En una de las fotografías, tomada en algún lugar campestre del Perú - país que por mucho tiempo los proveyó de la hoja de coca-, posa junto a un pequeño campesino y una llama. Apenas, como por no dejar, agarra con un dedo la soga que amarra al animal.
Sin embargo ese hálito tímido puede no pasar de ser un espejismo de la imagen, pues un ex agente del cartel de Cali, testigo secreto, describió hace casi dos años a Miguel como el más sociable de los Rodríguez Orejuela.
La maldición del garabato? A pesar de esa descripción de niño protegido, la historia que de Miguel Angel relatan los expedientes judiciales es otra. Para los investigadores gringos, hoy por hoy, es el gran capo del cartel.
Sus comienzos en el mundo del crimen son un tanto inciertos. Ni siquiera alias se le conocen, apenas aparece en uno que otro papel un tal Mauro que en realidad no ha trascendido. En los papeles de la operación Piedra angular también figura como Patricia , Patricio , Patty , Pat , Manuel , Manolo , El Señor y Mike .
Siempre lo han ligado a Gilberto, por cuenta de lo cual, un informe de inteligencia de la Policía asegura que todo empezó en 1970 con una banda de delincuentes conocida como los Chemas , conformada por los dos Rodríguez y por José Santacruz Londoño. Los Chemas habrían sido los autores materiales del secuestro de dos suizos, uno diplomático, German Buss, y el otro estudiante, Werner José Straessle.
Según la historia del informe, cuando Benjamín Herrera Zuleta, el denominado Papa Negro de la Cocaína , tuvo que emigrar de Cali por problemas con las autoridades, los Chemas heredaron el negocio de traer hoja de coca del Perú, convertirla en cocaína en Colombia y llevarla para la venta a Estados Unidos.
Los silencios y vericuetos del bajo mundo no dan mayores rastros. En realidad a Miguel Angel lo empezó a conocer al país por cuenta de su fiebre por el fútbol, cuando empezó a medio figurar como directivo del club América de Cali, equipo que con más de 40 años no había podido lograr título alguno.
Alberto Giraldo lo describe de la siguiente manera en sus memorias : era un hombre juvenil y despreocupado de los negocios. Su parentesco con Gilberto, el rico de la familia, le daba un estatus de hombre próspero.
En esta época, Miguel sólo pensaba en el fútbol, y ya era un accionista fuerte y benefactor del América. Había llegado a la dirección del popular club, por invitación que le había hecho el patriarca José (Pepino) San Giovanni, un industrial emprendedor que siempre había mantenido una sólida vinculación con el deporte.
(...) Miguel Rodríguez llegó al América en el año 79, y comenzó el despegue del equipo.
Hubo contrataciones positivas de jugadores argentinos y paraguayos, que le dieron fuerza al equipo. (...) dividía su tiempo entre el estadio y largas tertulias deportivas en el restaurante Toro Negro, que se hizo muy popular en la década del ochenta .
Si no fue en el 79, la fecha de todas maneras es cercana. Pues de acuerdo con unas declaraciones dadas en los últimos días por Juan José Bellini, Miguel habría estado 10 años como directivo del América, entre 1981 y 1991.
Lo cierto es que su presencia coincide con los años de mayor gloria de Los diablos rojos . En diciembre de 1979 los hinchas pudieron al fin desatar un grito de campeón que tuvieron amarrado desde 1927 cuando se fundó el equipo. Y desde entonces se desprendieron cinco títulos consecutivos -de 1982 a 1986- que los seguidores interpretaron no como fruto de la inyección económica de Miguel, sino como la gracia por haber terminado con la maldición de garabato , las que los había tenido en ascuas tantos lustros.
En una fotografía de la agencia AP, tomada en Lima en 1984, Rodríguez aparece con directivos del Flamengo y del Santos de Brasil, discutiendo sobre las fechas para los partidos de Copa Libertadores que debían disputar oncenos de los dos países ese año.
Y en la Revista del América de principios del 85, según una versión recogida por La Prensa, escribieron: Esa alegría incontenible de una ciudad, ese carnaval frenético del 16 de diciembre, esa emoción enloquecida, de un pueblo que aprendió a ganar tiene una razón de ser; América.
Por detrás de este nombe glorioso hay dos gestores: Gabriel Ochoa Uribe y Miguel Rodríguez.
Sin embargo, los méritos de Miguel Rodríguez no han sido exaltados en la dimensión exacta de su proyección, no sólo en el deporte sino en nuestra sociedad. Quizás es un mismo reflejo de la personalidad de Miguel Rodríguez: un hombre modesto y generoso que ha hecho grande a este América para responder a una ilusión de su infancia .
Su pasión, a pesar de su aparente retiro, no ha terminado. El 18 de diciembre del año pasado, el Bloque de Búsqueda montó un operativo en el estadio el Campín de Bogotá, porque tenía informes de que Miguel iba a asistir al juego entre el América y Millonarios que definía el campeonato. Asimismo, en junio de 1994, el Bloque consiguió documentos importantes en una casa en la cual supuestamente iba a estar viendo un partido de Colombia en el Mundial de Estados Unidos.
Un tipo de sociedad El lugar del allanamiento fue la residencia marcada con el número 19 de la avenida El Lago, esquina de la calle Cocli, en el barrio Ciudad Jardín, el más caro de Cali. La casa estaba siendo remodelada y se dijo entonces que el contrato era superior a los 600 millones de pesos.
Lo que más sorprendió a las autoridades esa vez fue el hallazgo de una mini biblioteca privada de Miguel Rodríguez, en la que por lo menos 10 libros de importantes personalidades tenían dedicatorias, en algunos casos escritas con particular afecto por los propios autores. Por ejemplo, Para Miguel Rodríguez Orejuela, respetable ciudadano y destacado profesional, con la amistad de siempre , y otra de una poetisa reconocida: Para Miguelito Rodríguez Orejuela, el hombre más bondadoso y directo en la amistad y claro en todos los asuntos de su vida, con cariño .
Desafortunadamente las fechas en que fueron escritas las dedicatorias no trascendieron. El dato podría ser importante considerando que la vida para Miguel Rodríguez Orejuela cambió desde 1986, cuando tuvo que sumergirse en la clandestinidad.
Una de las épocas en que más se mostró fue a comienzos de los 80, cuando se casó con Martha Lucía Echeverri, una reina del Valle que ganó el cetro nacional en 1974. Se habían conocido precisamente en el América. Ella era la relacionista pública de la revista del club, y Miguel, a sus 37 años, no tuvo reparos en apuntarse por tercera vez a las nupcias.
Su primera esposa fue Amparo Arbeláez Pardo con quien tuvo tres hijos, María Fernanda, Juan Miguel y Carolina, quienes son los dueños de Inversiones Ara, la firma que pagó cuentas millonarias de personalidades en el Hotel Intercontinental de Cali.
Su segunda esposa, Gladys Abadía, se convirtió en la madre de su hijo William, que también figura en Inversiones Ara.
Después de Marta Lucía -con quien concibió a María Andrea-, según informaciones de la Policía, Miguel se comprometió por cuarta vez con Fabiola Moreno Galindo, y tuvo tres hijos más: Miguel Andre, Juan Pablo y Estefanía.
Durante su matrimonio con la ex reina su vida social fue un torbellino, continuas fiestas convocaban a mucha gente, primero en su casa del barrio San Fernando y después en la de Ciudad Jardín.
De ahí que no fue sólo en el mundo del arte donde cultivó amigos. El hoy comandante del Bloque de Búsqueda, el coronel Misael Murcia, recuerda como en 1988 o 1989 cuando era comandante operativo de la Policía Metropolitana de Cali, se le presentó de cuerpo entero Miguel Rodríguez a protestar y a preguntar que por qué lo perseguía si no tenía orden de captura en su contra. Lo curioso, más que la queja, fue que llegó acompañado de 10 diputados de ese entonces, que respaldaron sus reclamos y certificaron que Miguel venía de buena familia.
Efectivamente, el como su hermano Gilberto, figuraba como dueño del Banco de los Trabajadores y de Drogas la Rebaja, entre otras empresas.
Canario al teléfono Desde la clandestinidad Miguel Angel puso esmero en esculpir una imagen de sí mismo que aparentemente no concuerda con el estereotipo del delincuente.
Se convirtió, con El Ajedrecista , en un asiduo corresponsal de cartas a los medios de comunicación. Con palabras medidas y respetuosas - con ánimo aclaratorio y debido respeto , escribían- siempre apelaban a la ley que no los había condenado para aparecer como ciudadanos correctos.
Asimismo, rodaba y rueda el rumor de que era un hombre elegante y culto, sin embargo, un periodista definió muy bien la distorsión: Usar corbatas Giorgio Armani no significa elegancia, tener libros no significa cultura, lo que pasa es que comparados con las imágenes de Pablo Escobar, cualquiera puede aparecer como hermanita de la caridad .
Y efectivamente, según todos los informes de inteligencia, los expedientes en Colombia y Estados Unidos, Miguel Angel Rodríguez Orejuela dista mucho de serlo. De acuerdo con la investigación Piedra Angular , a la que los gringos le han invertido por lo menos cinco años de trabajo, Miguel es el gran capo, tienen pruebas para acusarlo de traficar por lo menos 200 mil kilos de cocaína.
Además figura como el encargado de coordinar un pool de abogados que se dedica a buscar la letra menuda de las leyes que le permita burlarse de la justicia y amenazar detenidos para que firmen declaraciones que exima a Rodríguez de todo mal, e incluso se le señala como autor intelectual de la muerte de un testigo secreto que denunció a un miembro del cartel en Estados Unidos.
No en vano, es el único de los siete que el Gobierno persigue como cúpula del cartel de Cali, que tiene un proceso judicial tan avanzado. En febrero de este año fue llamado a juicio en Colombia por introducir 150 kilos de cocaína a Miami, y las pruebas que lo acusan son tan sólidas que han permitido ya condenar a otras dos personas.
Las informaciones fragmentadas que se han recogido en los últimos dos años indican que Miguel Rodríguez ha sido el más interesado en infiltrar al Estado.
En una grabación interceptada en 1993, Miguel hablaba con Guillermo Villa Alzate, para entonces procurador Delegado para la Policía Judicial, el cuarto hombre en importancia dentro del Ministerio Público.
Las consecuencias de su infiltración lograron tal trascendencia, que las autoridades dijeron que los presuntos narcos de Cali, habían logrado a través de Villa tener oídos propios en la Procuraduría General de la Nación, y por ende en algunos secretos de Estado.
Como si fuera poco, en una de sus usuales cartas de queja a los periódicos, hizo evidente, tal vez sin darse cuenta, que conocía un informe secreto de la Policía sobre una operación llamada Belalcázar III.
Su habilidad para marcar el teléfono era tal, que incluso el periodista Alberto Giraldo, hoy detenido, dice que Miguel, bajo el alias de Canario , llamaba al Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), para soplar datos en contra de Pablo Escobar Gaviria, narcoterrorista desaparecido y su archienemigo.
Y para no alargar más la historia, basta decir que Miguel Rodríguez Orejuela figura como la persona que, a través de una de sus esposas y sus hijos, pagaba las cuentas de personalidades de la vida política nacional, de juristas, de artistas, de periodistas en el Hotel Intercontinental de Cali.
Asimismo, las conocidas como narcocuentas desde las cuales se giraron en los primeros seis meses de 1994 -plena campaña electoral- más de 15 mil millones de pesos, lo vinculan a él. Guillermo Pallomari, Reagan , en una declaración que dio a la Fiscalía cuando sus oficinas fueron allanadas, dijo que los cheques eran ordenados y aprobados por Miguel Rodríguez Orejuela.
Un último dato: su signo es leo y según el horóscopo chino, cabra.
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