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Caballitos que le ganan a la extinción

Los caballitos de mar del Caribe están en una carrera contra el tiempo por evitar su desaparición definitiva. En esta competencia tienen a su favor una investigación inédita que acaba de hacerse pública en el país, liderada por un grupo de biólogos que está logrando su reproducción en cautiverio.

JAVIER SILVA HERRERA
Es algo así como un ‘hipódromo’ virtual instalado en Santa Marta, dentro del
acuario de la Fundación Mundo Marino de la Universidad Jorge Tadeo Lozano,
donde la ciencia compite cabeza a cabeza contra los atentados ambientales
que tienen en jaque la existencia de esta dócil especie multicolor.
Y parece que, por ahora, los científicos están ganando por una nariz.
Expertos de la universidad, que han hecho equipo con otros del Instituto de
Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), ya han obtenido dos camadas de
caballitos con las que ha renacido la esperanza de repoblar nuestros
arrecifes con estos peces, entre los que el macho es quien incuba a sus
crías.
Este hecho inusual en la naturaleza se produce luego de que la hembra le
deposita sus huevos dentro de una bolsa en el momento del apareamiento. Un
mes después, comienzan a nacer decenas de bebés exactos a sus progenitores.
Pero es que ser caballito de mar en la región no es nada fácil. No sólo
deben enfrentar un océano contaminado, sino superar los ataques frecuentes
de los humanos. Aprovechando que se mueven lentamente (no tienen grandes
aletas), que exhiben sus troncos panzudos y sus colas enroscadas mientras se
aferran a plantas subacuáticas, a lo que se suma que no pueden escapar con
facilidad, son capturados con frecuencia para adornar llaveros. Para esto
los sacan del agua, los ponen a secar bajo el sol y finalmente los
embadurnan con laca.
Pero también tienen otro enemigo: los traficantes ilegales, que los pescan
para exportarlos a Asia, donde son utilizados para condimentar alimentos
exóticos con la excusa de que son afrodisíacos. O para curar desde el asma,
pasando por la incontinencia y la impotencia, sin que esos supuestos
beneficios estén documentados. De acuerdo con la Unión Internacional para la
Naturaleza (Uicn), al año se capturan más de 20 millones de ejemplares para
suplir esta demanda.
Un caballito de mar puede medir hasta 18 centímetros y vivir por más de
cinco años.
Las investigaciones en Colombia se han concentrado en una especie denominada
Hippocampus reidi. Aunque en el país también se puede ver el Hippocampus
erectus.
Y el reto está no solo en obtener su reproducción (ya se han conseguido 16
machos y 6 hembras), sino en lograr que se desarrollen en condiciones muy
similares a las que el animal encuentra en su hábitat, como la composición
química del agua y la temperatura específica.
A esto se ha sumado el desafío de imitar sus dietas alimenticias,
desconocidas hasta hace unos años, según Álvaro Cabrera, director de la
investigación.
‘BIOINDICADORES’ DE LOS ECOSISTEMAS
Los caballitos de mar son muy sensibles a los cambios de temperatura y las
condiciones del agua, por eso de cada gestación que se puede llevar a cabo,
incluidas las que se consolidan en el mar, son muy pocos los que sobreviven.
Las cifras indican que logra crecer uno de cada 1.000 (menos del 1 por
ciento).
Por eso, otra de las bondades de la investigación es que logró tasas de
supervivencia del 40 por ciento, que incluso han superado las que se
consiguen en el medio natural.
“Estamos logrando crías cada ocho días, de un grupo de 22 animales”, explicó
Álvaro Cabrera, director de la investigación.
“La idea es tener un grupo para poder repoblar zonas y devolverle al mar
algo de lo que le hemos tomado”, agregó Cabrera.
Los caballos de mar son indicadores del buen estado de un ecosistema, es
decir, son ‘bioindicadores’. Si por ejemplo un buzo encuentra uno dentro de
un arrecife, esto indica que es un sector que está en buen estado, lo que
permite deducir que el hábitat no ha sufrido fuertes perturbaciones en sus
condiciones ambientales (contaminación, dinamita, entre otras).
20
millones de caballitos de mar son extraídos cada año para suplir la demanda
asiática, que los usa como condimento en platos exóticos o para curar
dolencias como el asma y la incontinencia, sin que estos beneficios estén
documentados. Viven en ecosistemas muy sensibles, como manglares y arrecifes.
LOPJUA
JAVIER SILVA HERRERA
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