Por eso y con razón, el director de la Policía, general Rosso José Serrano, no se podía explicar porqué hubo personas que se atrevieron a decir que la detención de Chepe Santacruz fue el resultado de un chepazo . Otros dijeron que se produjo gracias a los mensajes encontrados en los buscapersonas de los hombres que lo acompañaban en el momento de la captura, y no faltaron quienes especularon con que había sido obra del angel de la guarda de Serrano.
Como dice un alto oficial de la Policía: solo falta que digan que fue el mesero el que lo cogió .
De tal suerte que la verdad sobre la captura de El Estudiante parece ser más esquiva que él mismo. EL TIEMPO habló con algunos de los oficiales del Bloque de Búsqueda que lo tenían entre ceja y ceja, quienes contaron el proceso para dar con el paradero del hombre por el cual el Gobierno ofrecía 500 millones de pesos de recompensa.
Hasta el 14 de marzo, los hombres del Bloque solo conocían algunos antecedentes de Santacruz, y no habían palpado la posibilidad real de dar con su paradero.
Pero ese martes, todo cambió. Fue el comienzo del fin. En un allanamiento cumplido en una oficina clandestina en la carrera 84 No 17-29, barrio El Ingenio de Cali, el Bloque encontró un archivo compuesto por 76 documentos que revelaban parte de los negocios de Santacruz en finca raíz, características personales y hasta la historia clínica del presunto tercer cabecilla del cartel de Cali.
A partir de ese momento, cada uno de los oficiales del Bloque, hombres y mujeres, mañana, tarde y noche, memorizaban con obstinación que su objetivo era la captura de un hombre de 52 años, de 1,80 metros de estatura, que pesaba 120 kilos, trigueño, con barba, sin bigote, cabello castaño oscuro y ondulado y bastante canoso.
Cada investigador estaba mentalizado para detener a ese hombre que se hacía llamar Chepe . Víctor Crespo, El Estudiante , Víctor Londoño Velosa, Pedro Pomares, Ramón Palacios, José Angel Ortiz, José Bolívar Valera, José Torres Londoño o José Valero Villa.
Era tal el grado de conocimiento del hombre, que uno soñaba con su imagen , dijo un oficial del Bloque, de 25 años, que recita de memoria la vida de Santacruz.
Día tras día, recolectando y memorizando la información hallada en nuevos allanamientos o entregada por informantes, los oficiales buscaban sin descanso al presunto autor intelectual del asesinato del periodista cubano Juan de Dios Unanue, baleado en un restaurante de Nueva York en marzo de 1992. Así transcurrió lo que faltaba de marzo y casi todo abril.
El domingo 30 de abril, mientras el resto del país conmemoraba el décimo aniversario del asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, los cazadores de El Estudiante decidieron lanzar una gran ofensiva para dar con su paradero. Pero este fue el comienzo de una pesadilla que duraría 12 eternos días.
Por más que golpeamos, buscamos y revolcamos, no encontramos un solo rastro de Santacruz. Era como si se lo hubiera tragado la tierra , recordó el oficial.
Esos interminables 17.280 minutos solo sirvieron para saber que el acusado por la Fiscalía del asesinato del ex gobernador de Antioquia, Antonio Roldán Betancur, era casado, tenía siete hijos, cinco hermanos y seis amantes, casi todas poco agraciadas físicamente.
Muchos informantes nos decían que era un hombre sencillo, generoso, de buen humor, amante de la buena vida, exigente, organizado, estricto, ambicioso y mujeriego; pero no había ni un solo chisme de su paradero , sostuvo la fuente.
Pero el jueves 11 de mayo, el hallazgo en Cali de una pintura dedicada a José Santacruz y algunos documentos, permitieron que el Bloque se tomara de madrugada una de las haciendas más preciadas por el capo.
Eso era un sueño expresó el oficial, era una vía asfaltada y enmarcada por gigantescos árboles, cada uno de ellos iluminado con reflectores instalados en la base de los troncos, y al fondo, una especie de palacio grecorromano, con inmensas columnas unidas por arcos y oxigenadas, como los mismísimos Jardines Colgantes de Babilonia .
Durante el registro inspeccionaron, incluso, una casa de muñecas del tamaño de una casa vacacional, y un cuarto especial para 18 perros mascotas de pura raza. Con decirle que la cama de los perros era mucho mejor que la mía .
Pero Chepe no estaba en el palacio. Sin embargo, allí calmaron el ayuno de nuevas pistas, que permitieron programar nuevos allanamientos.
Y como si la Virgen se les hubiera aparecido, ese mismo día sonó el teléfono celular de uno de los cazadores. Era uno de los varios narcotraficantes sin orden de captura, que aportan información al Bloque. El hombre va para Bogotá , dijo el narco, y colgó.
De inmediato, se duplicaron las operaciones de inteligencia, pero el rastro no aparecía.
El domingo 28 de mayo, tarde de la noche, el celular despertó al hombre del Bloque. Era otro informante: su blanco está de puente en Girardot .
Al día siguiente, llegamos a Girardot, y nos encontramos con la buena nueva de que efectivamente había estado allí, pero ya había partido hacia Bogotá .
A partir de ese momento, se complicaba más el problema. Hallar a un hombre entre siete millones de personas era una cosa muy jodida, era como buscar una aguja en un pajar .
Hasta ese momento, no se había tocado nada de Santacruz en Bogotá , afirmó el oficial. Así comenzó la acción de persecución en la capital del país.
El Bloque allanó las oficinas de la firma Aureal, y varios apartamentos. Posteriormente, identificaron plenamente al gerente de Aureal, Carlos Julio Cardona Ochoa, y lo controlaron en cada uno de sus movimientos, para tratar de establecer cuándo se reuniría con su patrón.
El domingo 18 de junio, el teléfono volvió a sonar, para informar que nuevamente el capo estaba en Cali, pero que al día siguiente viajaba a Bogotá, porque está enfermo .
Lo de la enfermedad era cierto, y así lo señala la historia médica del capo hallada en un allanamiento y evaluada por un médico de la Policía.
Los resultados de exámenes mostraban niveles elevados de sangre y ácido úrico en la orina y cálculos renales.
También señalaban alarmantes excesos de colesterol y triglicéridos, sustancias que obstruyen sus arterias y que le pueden ocasionar infartos del miocardio.
Además, estaba aquejado por otros problemas médicos, de índole más embarazosa que letal. Un análisis del 17 de febrero de 1993 reveló la presencia de Candida Albicans, una especie de hongo en el miembro viril; una levadura similar en la garganta y pruebas positivas de herpes II, una enfermedad venérea, contagiosa e incurable.
Fue así como el lunes 19 de junio, policías plenamente identificados inspeccionaron hospitales, clínicas y centros asistenciales de Bogotá y Cali y se adelantaron operaciones de registro y control en las principales terminales aéreos y terrestres que comunican a las dos ciudades. Santacruz nunca apareció.
Al día siguiente, labores de inteligencia y llamadas que afirmaban haberlo visto en restaurantes y griles del norte de Bogotá, permitieron demarcar un perímetro de alto movimiento: entre calles 106 y 116 y carreras 15 y 19.
A partir de ese momento, el Bloque creó patrullas mixtas de persecución. Es decir, de día, una pareja de investigadores deambulaba por las calles, como recién casados en busca de apartamento para tomar en arriendo. O mejor, en busca de Santacruz, en una de sus propiedades.
En horas de la noche, agentes encubiertos llegaban como clientes a los prostíbulos presuntamente frecuentados por Chepe .
Eso era denigrante. Tener que soportar hasta altas horas de la madrugada a una prostituta barata manoseándolo y besándolo a uno, ofreciéndole pagar la pieza y por último tratándolo mal, por no estar con ella, y para colmo de males, uno rogando que Santacruz apareciera, y nada , comentó el oficial del Bloque.
Mientras sus compañeros permanecían en los griles, otros frecuentaban restaurantes previamente seleccionados en la zona demarcada. Buena comida, buenos licores y un solo tema: José Santacruz Londoño.
Cada día, por lo menos 15 hombres del Bloque convirtieron en rutina la vigilancia en el norte de Bogotá. Pero el 2 de julio, un grupo del Comando Especial Conjunto (CEC) componente Ejército, allanó en Cali diez haciendas ubicadas en la vía al mar, donde presuntamente se encontraba el cabecilla del cartel.
En el kilómetro 12, sector de El Saladito , el Ejército allanó la finca Villa Diana , de propiedad de Amparo Castro de Santacruz, esposa del presunto capo.
Allí se encontraban sus familiares, incluyendo a sus hijos Ana Milena, Sandra y José. Ese día los familiares informaron que Santacruz estaba preparando su entrega, pero que la falta de garantías, tanto para su vida como para sus bienes, lo habían hecho desistir de su propósito.
Sin embargo, la Policía estaba convencida que El Estudiante permanecía muy aplicado en Bogotá, y planeaba reunirse con el gerente de Aureal, para buscarle solución a la iliquidez monetaria presentada por el contínuo asedio del Bloque.
El pasado martes, mientras en los noticieros de televisión de las 7 de la noche registraban la celebración de un año más de independencia de los Estados Unidos, la oficina del director de la Policía se convertía en la central de inteligencia que planeaba el golpe de gracia.
Pero mientras generales y coroneles diseñaban un plan para capturar al día siguiente a Chepe Santacruz, al norte de Bogotá, dos hombres del Bloque entraban como clientes a un reconocido restaurante, para continuar con la rutina.
Se encontraron con la sorpresa de que el gerente de Aureal compartía la mesa A-5, con otros dos hombres. Los dos oficiales ocuparon la mesa contigua, y pidieron algo de comer.
Eran las 7:45 de la noche cuando ingresó un hombre con gafas oscuras y vestido de manera informal. Tenía barba de unos tres días, usaba una camisa blanca, chaqueta bluyín, pantalón vaquero y zapatos negros.
Se sentó en la mesa A-5, y comenzó a hablar de un negocio, al parecer sobre una propiedad, y la necesidad de obtener liquidez.
Se parece a Santacruz , le dijo un oficial al otro. No es, está muy gordo y viejo , ripostó el otro. Durante cinco minutos todo lo que sabían de Santacruz, en teoría no daba para asegurar que efectivamente era el hombre que habían perseguido 24 horas durante 110 días consecutivos.
Al término de los cinco minutos, mientras uno de los agentes pedía la cuenta, el otro se metió al baño, tomó el celular y marco directo a la oficina del general Serrano, en el Centro Administrativo Nacional (CAN).
Mi general, tenemos aquí a una persona que puede ser José Santacruz, pero necesitamos refuerzos , dijo el hombre del Bloque. El general se quedó un momento pensando, porque no tenía suficiente gente en el área de operaciones.
Pero Serrano se pegó su cabezazo. Mi casa está a seis cuadras del objetivo . Entonces llamó a la señora y le preguntó que quiénes servían de escoltas en ese momento. Ella respondió que estaba Montañez.
El guardaespaldas asombrado, porque era la primera vez que su jefe personalmente lo llamaba, pasó al teléfono y el general le dijo: Montañez, tiene tres minutos para estar en la calle 109 con carrera 19, en Carbón de Palo, donde lo están esperando, porque hay algo grande. El santo y seña es: yo trabajo con mi general Serrano .
Montañez, en compañía de los otros escoltas, tardó menos de cinco minutos en llegar al restaurante.
Los dos oficiales del Bloque los estaban esperando fuera del restaurante. Los escoltas se identificaron con el santo y seña, e ingresaron a las 7:55 a realizar la captura.
LOS ULTIMOS TRES MINUTOS La operación solo duró dos minutos, es decir tres. Los primeros 120 segundos en esposar y sacar a Chepe Santacruz y sus tres acompañantes para asegurarlos en dos camionetas blindadas.
Y un minuto inesperado. Un mese*ro salió a preguntar quién iba a pagar la cuenta de la mesa A-5. Uno de los oficiales del Bloque sacó tres billetes de 10.000, y pagó.
En cuestión de minutos fue trasladado a la oficina del general Serrano. Y a la memoria del director de la policía llegó la imagen de un plantígrado que recordaba la falsa captura de Phanor Arizabaleta. Yo tomé el asunto con tranquilidad, porque se trataba de evitar una equivocación .
Cuando entró al cuarto piso de la dirección nacional de la Policía, Serrano lo reconoció de inmediato. Sí es , pensó el general.
Pero los 35 años de experiencia en la institución le decían que no podía hacer el oso. Tenía que estar seguro, y por eso le pregunté al presunto Santacruz cuál era su número de su cédula .
El supuesto capo respondió con mucha tranquilidad: mi número de cédula es número 14 433.230 de Cali .
Serrano respiró tranquilo, ya estaba lejos de hacer el oso. Dijo el número preciso y, desde lu*ego, ese ya era un dato demasiado claro para el reconocimiento , volvió a pensar el general.
Pero no, se necesita la prueba definitiva. Serrano ordenó someterlo al análisis dactilar.
Los expertos de la Dirección de Policía Judicial e Investigación (Dijín) comprobaron las huellas digitales. No había duda alguna de que la persona que estaba en este momento a órdenes de las autoridades era el tercer hombre del cartel de Cali: José Santacruz Londoño.