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Su obra habla de los desterrados

La sala curva de la galería Santa Fe del Planetario muestra, a media luz, cinco instalaciones y un performance de Mario Opazo, tercer postulado al premio Luis Caballero de este año. Son parte de una historia que –según Opazo– habla del desplazamiento, aunque desde realidades distintas a la colombiana.

El recorrido de Expulsión del paraíso empieza cuando el visitante atraviesa
una puerta de 1,50 metros de alto y se enfrenta a un texto explicativo. El
primer video muestra a Opazo en el desierto chileno de Atacama (él nació en
Chile) diciendo por un megáfono que, cuando era chico, su madre lo envolvía
en la bandera de ese país para evitar que el ejército lo agrediera. El video
es proyectado sobre un pedestal con banderas de África y América. También se
muestra cómo un hombre lo envuelve en un turbante, en el Sahara. “Fue hecho
con un refugiado saharaui. Ellos quedaron exiliados en el desierto”, dice.
Agrega que escogió el desierto porque es evocador: “Es el paisaje del
Éxodo”, dice.
Del fondo de la sala viene el sonido de la ópera Aída. “Aída es una
construcción que se basa en el encuentro de la música occidental y la
musulmana”, anota el artista. Antes de llegar al tocadiscos setentero que
repite la ópera sin cesar, se debe pasar por el video de un palestino tirado
en la calle, que es revisado por el brazo mecánico de un robot que desactiva
bombas. “Es un registro tomado de un noticiero de televisión. Lo que vi ahí
no fue la situación en sí misma, sino la referencia a la escena del fresco
de Miguel Ángel La expulsión del Paraíso, cuando Dios le da vida a Adán
tocándolo con el dedo índice. Vi una referencia y me parece un comentario
sarcástico”, explica Opazo.
Junto al tocadiscos, en el que suena Aída, hay un video con escenas del
fresco mencionado. También, hay una lámpara de techo puesta sobre textos de
arquitectura; todo, árabe. Le sigue el video de un hombre que escala. La
imagen está proyectada sobre una minicolina construida en el lugar, con una
bandera blanca en la cima. Un paso más allá, un pequeño barco de velas
proyecta su sombra sobre una pared, en la que se pasa el video del mar. Así,
la sombra de ese barco antiguo navega en la imagen.
La parte más impactante está detrás de ese muro blanco en el que se proyecta
el mar: Opazo permanece sentado por horas, vendado y alumbrando con una
linterna puesta en su cabeza una campana puesta en el muro, que él tañe cada
cierto tiempo.
“Si la memoria fuera una cosa, en mi caso sería un barco –dice–. Por eso
busco hacer una analogía entre mi memoria y un barco. Por eso, en mi
performance soy como un capitán ciego que les roba las luces a los faros y
las pega en su frente”.
‘‘ La ópera ‘Aída’, que se escucha en una reproducción sin fin en la obra, es
una construcción que se basa en el encuentro de la música occidental y la
musulmana”.
Si la memoria fuera una cosa, en mi caso sería un barco. Por eso busco hacer una analogía entre
mi memoria y un barco”.
Mario Opazo, artista.
ANDRUI
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