El muy valiente adolescente, del que se habla en estas páginas, sueña y cree que es todo un caballero, pues enfrenta desafíos y retos fabulosos, gracias a que posee una imaginación absolutamente desbordada, fascinante y tan poderosa que es capaz de traer a la realidad creaciones que solo existen en su cabeza.
Sin embargo, el mundo fantástico que Sir Patatas ha creado en la intimidad de su habitación es el resultado de que Alejandro, el nombre verdadero del caballero, se encuentre solo y un tanto aislado y defraudado, pues su vida se desarrolla en torno a los juegos de video y de rol y a las conquistas y fantasías sexuales que le brinda Internet.
El mundo me mostró su verdadera cara: es un pozo de dolor y de mierda confiesa el protagonista. Me mostró que solo las hadas conocen la nobleza, solo los dragones saben de valentía; me restregó en las narices que no es cierto que haya caballeros, solo hay patanes y hampones. (...) Amo los libros, pero detesto a sus autores, y amo los sueños pero detesto a quienes duermen.
Es por eso por lo que su verdadera amiga y compañía es su propia sombra.
Saboulard confirma que ella es la única que lo conoce al derecho y al revés. Su relación es como la de un ventrílocuo con su muñeco, pues a pesar de que ambos son el mismo, están disociados y eso se ve reflejado en que sus ideas y posiciones siempre son opuestas y más que nada en lo hilarante de sus diálogos y aventuras.
Precisamente, el escritor asegura que los orígenes de Épica patética pueden rastrearse en las obras de escritores como Terry Pratchett y Neil Gaiman, que combinan el género de la fantasía con el humor y la sitúan en la ciudad, con personajes cotidianos, pero que viven experiencias alucinantes, y que van de lo épico a lo patético y de la tragedia a la comedia.
Creando al caballero El libro comenzó siendo un guión para una obra de teatro que se presentó cuando Saboulard todavía estaba en el colegio. Luego, durante un taller de creación literaria, retomó el argumento, enriqueció los diálogos y se lanzó a hacer una novela gráfica.
Así que llamó a Sebastián Bages, uno de sus amigos de colegio y maestro en Artes visuales, para que hiciera las ilustraciones de los textos.
Ambos somos fanáticos de los cómics y de los libros ilustrados; entonces, sabíamos perfectamente qué queríamos y qué esperábamos. La idea era que las imágenes y el contenido siempre estuvieran ligados y que cada página tuviera un detalle especial, comenta Bages.
Tanto los textos como las ilustraciones están cargados de simbolismos, de alusiones a obras de arte, literarias, cinematográficas y de la cultura pop.
De ahí que, en el aspecto gráfico, el ojo cuidadoso sea capaz de percibir en una de las ilustraciones El beso, de Gustav Klimt, por solo mencionar una imagen y que, a la vez, el lector curioso se pueda sumergir en el blog que también acompaña a esta pieza de caballería contemporánea (epicapatetica.blogspot.com).
Épica patética Pedro Saboulard Alfaguara