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EL CASTILLO DE SALGAR

Es conseja corriente entre las gentes de estos alrededores la creencia de que esta edificación republicana es un monumento colonial y ello parte de que es también popular, desde hace muchísimo tiempo, llamarla castillo , probablemente por el tamaño de la construcción que, en su época, era monumental.

Consideración que debió servir de incentivo a quienes se robaron los cañones que allí había y que, en realidad, si muy viejos, eran de la Independencia...
Por eso es conveniente aclarar, ahora cuando el Gobierno Departamental ha ofrecido su restauración con fines turísticos, su verdadera historia. Y al paso, es conducente también decir que convendría una investigación hidrográfica porque se nota una depresión en el extremo del noroeste de la punta donde se asienta la edificación que, probablemente, indica un ingreso de las aguas marinas en su base iniciándose allí una cueva que terminará por derrumbar esas tierras como anteriormente ha ocurrido con el bancal donde iba la vía férrea primero y una carretera hacia Pradomar después.
Ya en 17 de enero de 1811, el Gobierno del Estado de Cartagena de Indias concedía la franquicia para la exportación por el puerto de Sabanilla, establecía una colonización con ventajas especiales para los pobladores y lo reconocía como un excelente punto de comercio.
Bolívar, en 1820, recomendó que se utilizara esta salida para los productos del país, dado que el puerto de Cartagena aún no se hallaba libre de españoles.
La ley de 4 de junio de 1833, firmada por el presidente del Estado Francisco de Paula Santander, confirmaba la exportación por Sabanilla, con ciertas restricciones y prohibía la importación por allí.
Por ley de primero de julio de 1842, se habilitó para la importación y se ordenó la construcción de un edificio para la Aduana, sin el cual no podía iniciarse este tipo de comercio. Dado el interés que los comerciantes de la región tenían en comenzarlo, un buen grupo de ellos concedió un empréstito voluntario y se contrató con el Hon. Santiago Wilson (a la sazón vicecónsul de S. M. Británica) dicha obra. Aunque la suscripción alcanzó a 9.581 pesos, sólo se pagaron $4.150.- y por decreto ejecutivo de 23 de febrero de 1849, dado que está concluida la parte del edificio que ha de servir para el despacho de la Aduana de Sabanilla se decreta la habilitación del puerto para la importación. Valga traer aquí, como ejemplo para las generaciones contemporáneas, que habiendo dispuesto el Gobierno Nacional, en 1852, la devolución de la suma prestada por los comerciantes éstos no quisieron aceptarla dejándola a beneficio del puerto de Sabanilla.
Igualitos a los de ahora...!
En 1853, se propone una reparación de las rampas que conducían a la Aduana y se sugiere que fueran los presos quienes realizaran la tarea con el fin de hacerla menos costosa... Ya en ese año se conoce el puerto de Sabanilla como uno de los primeros de la Nueva Granada y se situaba de segundo en el monto de las importaciones.
Por Decreto de 30 de marzo de 1876, se traslada la aduana a Barranquilla, dejándose al Jefe del Resguardo en la estación marítima del ferrocarril llamada Salgar , mientras la nueva aduana se ordena erigirla en el extremo de la Estación Montoya donde termina el mencionado ferrocarril.
Llama la atención que, en alguna de las disposiciones sobre los derechos de importación se dice: el avalúo y clasificación de las mercancías se hará por los comerciantes de Barranquilla o Soledad, cuando no los haya en Sabanilla si se hace precisa la intervención de peritos. Qué tal que ahora se dijera algo semejante? Pero ese es el deterioro de la moral pública, común a todos los pueblos de la tierra por desgracia.
La edificación de la antigua Aduana ha pasado desde entonces por las vicisitudes de toda construcción más o menos abandonada y en diversas épocas ha sido utilizada para varios propósitos inspirados por el civismo o la caridad. Actualmente pertenece al patrimonio de la Universidad el Atlántico y existen estudios (tesis de grado en Arquitectura) para convertirla en Museo del Mar, Facultad de Biología Marina, etc. sin que, por el altísimo costo de la obra, nada haya cristalizado.
La restauración implicaría, ante todo, un estudio de factibilidad para decidir la destinación del nuevo edificio por cuanto hay tantas posibilidades: hotel, restaurante, casa de estudios, facultad universitaria, centro de recreo, etc. que solamente un análisis serio de la verdadera potencialidad turística del sitio puede servir para determinar su finalidad. Porque, digo yo: qué tal que se haga otro intento fallido por recuperar la Aduana de Sabanilla?
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