No en vano Tuluá siempre ha sido el eje en torno al cual se mueven el comercio, la industria y la economía informal del departamento, pues no solo su ubicación geográfica que le permite estar justo en la mitad del Valle la convierte en paso obligado, sino sus crecientes posibilidades de trabajo y trueque de productos han hecho de ella un imán para los comerciantes.
Allí está el billete . Así como las fábricas de Cali están en Yumbo, las de Tuluá están en Buga . O lo que no pase por Tuluá no se vende son frases que se escuchan frecuentemente entre los parroquianos. Y esta sabiduría popular tiene un buen sustento.
El movimiento financiero del comercio organizado en esta región oscila entre los 3 mil y los 5 mil millones de pesos mensuales sin contar los pequeños movimientos contractuales entre campesinos provenientes de veredas y corregimientos aledaños con empresarios de la ciudad que no son consignados ni inventariados en el balance municipal por ser productos del pan coger que se comercializan a manera de cambalache.
Para el sociólogo y economista de la Universidad del Valle, Carlos Adolfo Martínez, este es tal vez el más alto índice de movimiento comercial del Valle después de Cali si se tiene en cuenta que Tuluá solo cuenta con dos empresas con visos de fábrica como son la Compañía Nacional de Levaduras (Levapán) y Productos Alimenticios Orense y un aeropuerto subutilizado donde el movimiento comercial está bajo cero.
Sin embargo los dos grandes centros de concentración del empleo en la ciudad no cubren ni siquiera el 0.3 por ciento de la población, pues en los registros del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) Tuluá figura con 150.000 habitantes mientras que Levapán desde su fundación en agosto de 1952 genera empleo directo para 225 personas y Orense en los cuatro años que lleva de vida ha enganchado 98 empleados.
Si se tiene en cuenta el empleo indirecto que ambas empresas representan la cifra estadística de generación de empleo se eleva al 25 por ciento, lo que indica que el comercio del Corazón del Valle está en continuo movimiento gracias a los almacenes independientes y de cadena, a los centros de acopio, a las plazas de mercado y a la vocación campesina que traen los nativos de Trujillo, Andalucía, Monteloro, Puerto Frazadas, Barragán, Riofrío, Huasanó, Ceylán, La Marina, La Iberia y otras regiones circunvecinas.
De lunes a viernes es común ver desfilar por la calle Sarmiento calle 26 por el Parque Boyacá, desde el Príncipe hasta la Graciela, del Salesiano a Farfán y desde el Alvernia hasta el Sajonia, los promotores de ventas, los anunciantes de novedades, los publicistas, los empresarios, los microempresarios y los rebuscadores maletín en mano en procura del billete.
Algunos sobreviven sábado y domingo pero son opacados por el olor a cebolla, plátano y tierra que bajan del campo a lomo de mula, en chiva o en berlina.
Son los cultivadores de pequeñas parcelas que tienen programada su cosecha de papa, yuca, fríjol, repollo y similares para traerla hasta la galería central de la carrera 22 o la improvisada plaza de la calle 26, dejarla allí y salir cargados de tabacos, cigarrillos, café, manteca, panela, chocolate, jabón, enlatados.
Los maletines se cambian por canastos, los taxis por carretas de mano y los anuncios de los discos compactos, los tenis de moda, las raquetas y los equipos de sonido, por alaridos que hablan de las bondades de la Pomada Llanera, el Ungento Indio, el almanaque Bristol, los tumba callos y las pócimas de amor o lombricidas que venden los culebreros. Cuadro típico de fin de semana que tienen como fondo musical el cacarear de las gallinas, el cantar de los gallos y la música guascarrilera ligada al tintineo de las copas.
Tuluá es un lugar sui generis. Pasa fácilmente de ser un remanso de paz a un lugar de violencia. De tener miles y miles de tulueños natos en un solo evento ferial a no tener ni uno solo en vacaciones escolares. De contar en determinado momento hasta con 100 locos deambulando por sus calles codiándose con la clase alta de la ciudad, hasta tener uno solo a la diestra del Alcalde. Pero en general, en condiciones normales tanto propios como turistas que han pasado por aquí coinciden el tulueño siempre es noble, servicial y buen anfitrión. Eso no es característica exclusiva durante la feria.