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APRENDIENDO A SER PAPÁ

Aunque usted no lo crea, no resulta lo mismo ser el hijo de un papá bogotano que el hijo de uno costeño. También hay grandes diferencias entre los hijos de un boyacense y los de un paisa.

Sin embargo, una cosa si es cierta: la violencia en el hogar se está reduciendo especialmente en familias de padres jóvenes.
Los datos de las investigaciones del Instituto de Bienestar Familiar confirman que efectivamente los padres yuppies con edades que oscilan entre los 20 y los 35 años, se han convertido en los mejores del país en la crianza de sus hijos.
Han entendido que es mejor el cariño y el amor que los golpes, para educar y proyectar en los infantes un deseo por alcanzar metas.
Su principal herramienta ha sido considerar que el diálogo es la mejor alternativa para solucionar las dificultades, para entender los problemas de sus hijos y los de la mujer que lo acompaña y para comprenderse así mismo.
La metodología es muy sencilla: se trata simplemente de comprender que se encuentra rodeado de los mejores amigos.
Se está abriendo camino un nuevo esquema de diálogo y de manejo en que los padres se convierten cada día en verdaderos guías de su propio hogar.
Numerosos cambios sociales han repercutido en el ámbito familiar. La mujer ha tenido que asumir un papel más activo en la toma de decisiones, ingresar al mercado laboral y hacer aportes económicos para el sustento de su familia.
Las nuevas tareas se han sumado a las actividades inherentes a su papel, aumentando de esta manera su responsabilidad social y su carga de trabajo.
Y aunque en un principio esto hizo que se replantearán los roles y las funciones en el hogar y se generarán mayores distancias entre hombres y mujeres, son los yuppies quienes están demostrando que se pueden compartir muchas de las actividades domésticas para mejorar las relaciones en la familia y asumir un verdadero papel responsable ante ella.
En ellos se observa un acercamiento no solo en el manejo de las finanzas, sino de las relaciones afectivas, advierte María Cristina Ocampo de Herrán, la gerente del Instituto de Bienestar Familiar.
Ese equilibrio que hoy viven en sus hogares los jóvenes ejecutivos colombianos, les ha permitido obtener mejores éxitos en sus tareas de negocios o sus actividades empresariales. No es lo mismo el comportamiento de una persona cuyas relaciones en casa se han roto, que las de una que las mantiene vivas.
En el primero su estado de motivación es mínimo y ello influye en su rendimiento. En el segundo, las oportunidades de crecer y destacarse son mayores.
Las estadísticas sobre demandas por problemas familiares reflejan este cambio comportamental. Ellas fueron menores en 1994, por lo menos en lo que respecta a hogares jóvenes ubicados en la franja media alta y alta. En general, el promedio de demandas por este concepto bajó a 8.000 en todo el país.
Ahora, se puede decir que en Colombia hay una mayor sensibilidad de los padres hacia compartir el baño del bebé, el cambio de pañal, a vestirlo, abrazarlo, charlarle y expresarle afecto.
También hay un cambio positivo hacia las labores de la casa y las necesidades de los otros hijos, a consentir a la nueva madre y hacerla sentir segura y amada. Y ambos, padre y madre yuppies comparten los gastos del hogar, aunque es ella quien preferiblemente administra el billete.
De tal palo...
Varios estudios se han realizado sobre el comportamiento de la familia colombiana. Veamos algunos casos que registra sendas investigaciones realizadas por el sicólogo Rubén Ardila y la antropóloga Virginia Gutiérrez.
El costeño: tiene por lo general una filosofía muy clara sobre la vida: vive y deja vivir y como tal la práctica. Sin embargo, no por eso deja de ser el padre más exigente con sus hijos. Aunque pasa mucho tiempo por fuera de la casa y eso hace que los hijos manifiesten un comportamiento muy particular, la verdad es que el padre costeño expresa su cariño, mima y estímula a sus hijos en sus tiempos de estar en casa, aunque es de aquellos personajes que prefiere el castigo físico. Curiosamente, son padres que colaboran bastante en la crianza del pequeño y, por ejemplo, se levantan de noche para atender los lloriqueos de los niños.
El antioqueño: es un personaje malhumorado y dominante, pero le gusta jugar con sus hijos y de todo el país es el más cariñoso y el que más mima. El matrimonio y el hogar es para el antioqueño como un reto para demostrar su agresividad en cuanto a hacerle frente a la vida. Una gran cantidad de padres antioqueños son bastante dedicados a sus hijos, los educan y le gastan un buen tiempo del día a demostrarles como es que se hacen las cosas. Y los hijos de antioqueños, son quienes más tienden a imitar a sus padres. Al mismo tiempo, es el padre más estricto que la madre. Es ella la más respetada por las familias antioqueñas.
El cundiboyacense: Esta zona ha sido la más influenciada en todo el país por las nuevas corrientes y en esta tarea las comunicaciones han sido factor decisivo. El centralismo ha hecho que existe una diferenciación marcada entre los padres de clase alta y los de media y baja. El padre en esta región es el que mayor nivel de información tiene y moldea mucho las pautas de comportamiento de sus hijos y su compañera. No es muy colaborador en la crianza de sus hijos. Sin embargo, es de los que más juega con sus hijos. Acude muy poco al castigo físico. La madre es realmente quien ha corrido con la educación y formación de sus hijos, tendencia que ahora está cambiando por la tarea de pareja.
Santandereano: es un hombre seco y de pocas palabras. Ofrece muy pocas manifestaciones de amor hacia sus hijos, tales como caricias, besos o estímulos verbales. La masculinidad en esta región prácticamente exige este tipo de comportamiento. La elegancia o el exteriorizar los sentimientos son modales de poca virilidad. Son poco dedicados a sus hijos y a su vez estos son poco apegados a ellos.
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