Por estos días, sin embargo, la imagen rotaria ha vuelto sobre mi y atropellado cariñosamente mis principios egoístas. En una decisión serena y conocida desde mucho antes como ellos estilan, posesionaron como nuevo Gobernador Rotario a un hombre singular y valioso, al odontólogo Eduardo Ayalde González.
Desde las épocas en que don Manuel Victoria Rojas, el más visionario de los hombres de mi pueblo, ocupó esa dignidad sin perder ni el estilo ni el afecto ni la permanencia por Tuluá, nadie tan cercano a mi había llegado a esa posición.
Conocí a Eduardo Ayalde hace 39 años cuando los vientos de la muerte llenaron las calles de mi terruño y el odontólogo Alvaro Cruz Lozada, que ejercía como el de mi familia, tuvo que salir de Tuluá por haber firmado una carta denunciando las ejecutorias de León María Lozano, el Cóndor de mis novelas.
Desde entonces no he dejado de ser su paciente y aun cuando ese privilegio ya nos lo damos tres o cuatro de sus más antiguos clientes, a quienes él nos ha brindado con afecto la opción de no abandonar su consultorio ni de ingresar a la lista de los que ahora atiende su hija, aspiraría a que nunca terminara.
Durante todos esos años Eduardo Ayalde ha sido testigo de mi agitado vivir, partícipe de mis angustias e ilusiones y si bien en la mayoría de los casos ha estado exactamente en la otra orilla de lo que pienso y opuesto a lo que hago, nunca ha dejado de ser solidario en mis triunfos y mis derrotas.
De él no he oído mas que nociones de rectitud y coraje. En él he visto la prudencia que mi atrevimiento no dejó florecer y aunque sus criterios podrían resultar cargados de la visión del sesentón conservador y provinciano, él se ha encargado siempre de que todos quienes lo hemos oído le respetemos con especial deferencia.
Probablemente de esos temperamentos ya se dan muy poco en este país inmediatista. Pero ha sido su temple y su talante lo que le ha permitido seguir creyendo en su verdad sin quedarse ni al lado del camino del progreso ni chocar con los que vienen atropellando buscando el inevitable futuro.
Saberlo Gobernador de los Rotarios es casi perderlo como mi odontólogo eterno. Pero me siento tan orgulloso de verlo allí que a veces pienso que si gentes como Eduardo Ayalde nos hubieran gobernado, este país andaría hoy por caminos mucho más serenos y felices que los escabrosos y angustiantes por los que hoy se mueve desesperado.