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EL NUEVO PROCURADOR ¿Serán ciertos sus pactos burocráticos?

Quienes inicialmente objetaron la candidatura de Alejandro Ordóñez a Procurador por ser “ayatólico” en sus creencias religiosas actuaron peor de “ayatólicos”. Tanto derecho tiene Ordóñez a sus posturas ideológicas, como los demás a no compartirlas.

MARÍA ISABEL RUEDA
Lo que más le sacaron en cara fue la demanda que interpuso, aún siendo
Consejero de Estado, contra la famosa recreación fotográfica de Soho sobre
La última cena. La foto era buenísima. A raíz de la discusión volví a
buscarla, porque cuando la publicaron me morí de risa imaginando si debajo
de su túnica, con esa cara de apóstol que puso, Carlos Gaviria se había
dejado sus calzoncillos o se los había quitado. Pero la Constitución sí
respaldaba a Ordóñez en su derecho a demandar por sentirse agredido como
católico. Con seguridad iba a perder, como lo hizo, porque para evitar la
ofensa religiosa era sencillísimo: solo abstenerse de comprar la revista.
Ahora, elegido Procurador, qué le vamos a hacer: quienes somos relativamente
librepensadores en posturas frente al aborto, a los derechos de los gays y a
la eutanasia, habríamos preferido un Procurador más vanguardista. Y
perdimos.
Pero sí existen reticencias fundadas sobre la elección del doctor Ordóñez
como Procurador, ajenas a su ideología.
El asunto es así: por más vueltas que se le dé, la única explicación de que
casi unánimemente el liberalismo y el Polo hubieran apoyado su nombre es la
burocrática. Lo sostengo porque la otra que queda es la compatibilidad
ideológica, descartada de tajo. ¿O me van a hacer reír con el cuento de que
por eso votó el senador Jaime Duzán por Alejandro Ordoñez?
A esta premisa imbatible la acompañaron todo el tiempo insistentes rumores
de ofrecimientos de cargos que Ordóñez habría hecho durante su larga
campaña. Se dice que el de Viceprocurador lo ofreció partido en dos, entre
la U y Cambio Radical. Que ferió procuradurías regionales y delegadas,
porque tristemente con maniobras de estos funcionarios se viene cuadrando la
política regional, mediante la táctica de inhabilitar jefes políticos o
contendores del interesado, o lo contrario: absteniéndose de investigarlos.
Ante tan perturbadores rumores, cuál no sería la sorpresa cuando, en su
discurso de aceptación ante el Senado, el doctor Ordóñez soltó su propuesta
de que a la Procuraduría se le quite la función disciplinaria que ejerce
frente a los congresistas, alegando que así daría una garantía de
imparcialidad frente a sus electores.
No quiero creerlo, pero, desde luego, dio lugar a que muchos pensaran que
este anuncio era la primera cuota de un pacto siniestro que hubo para su
elección.
Es que precisamente su misión disciplinaria es la esencia de la Defensoría
Pública, en la concepción colombiana de esta figura. Liberar al Procurador
de parte de esa misión le quita justificación a su existencia. Las funciones
de la Procuraduría no pueden estarse variando para que le acomoden o le sean
confortables a su titular. A pesar de haber sido elegido también por el
Congreso, al saliente Procurador, Edgardo Maya, no le tembló la mano para
investigarlos, al punto de que dicen que por eso perdió el apoyo para su
segunda reelección.
Por eso, si la primera propuesta del nuevo Procurador General consiste en
descuartizar las funciones de su cargo para construir la coartada de su
imparcialidad, francamente estamos perdidos.
Como Procurador, el doctor Alejandro Ordóñez no deberá dejar de creer en
Dios para darles gusto a sus contradictores. Pero sí debería figurar entre
sus prioridades disolver las sospechas sobre sus posibles pactos
burocráticos, para darnos gusto a todos.
¡SE ME OLVIDA! ¿Ustedes creen que el presidente Uribe alguna vez recibió
regalos del Niño Dios?
EMIMEN
MARÍA ISABEL RUEDA
icono el tiempo

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