Miremos, por ejemplo, la labor encomiosa de cada una de las voluntarias de la Liga de Lucha contra el Cáncer, las damas grises, las damas rosadas, las hermanas encargadas de la sopa Juan XXIII, voluntarias de la Fundación San Camilo y otras mujeres que dedican parte de su vida a ayudar a los enfermos y gentes de bajos recursos económicos. Son todas ellas dignas de admiración ya que por su carisma de amor y servicio podemos contar con instituciones dedicadas precisamente a favorecer a los más necesitados y que entre otras cosas, contribuyen al progreso del llano, como es el caso de la Zonal de Cáncer número catorce que funcionará en el Hospital Regional de Villavicencio gracias al empeño de las voluntarias de la Liga de lucha Contra el Cáncer que lideradas por su presidenta Loreley Noriega Acosta, buscaron con tenacidad y constancia el apoyo gubernamental para que las personas que requieran tratamiento oncológico no tengan que viajar a Santa Fe de Bogotá.
Pero al hablar de las mujeres que dan parte de sus vidas a estas causas nobles no podemos desconocer los aportes del gobierno, de las instituciones, del comercio y las personas particulares, que contribuyen en gran manera a que este trabajo sea fructífero.
Si nos propusiéramos más a menudo a destacar esta labor humanitaria, terminaríamos por convencernos que la violencia y el egoísmo pueden ser opacados con buena voluntad y que a pesar de estar rodeados de tantas malas noticias, siempre hay algo bueno que contar.
Remontémonos, entonces al años treinta, cuándo a pesar de haber transcurrido casi cien años de la fundación de Villavicencio, no contaba aún con óptimos servicios asistenciales dedicados a las gentes humildes y desprotegidas. Es ahí cuando entra en escena una de las primeras mujeres que se destacaron aquí en Villavicencio por su ayuda al prójimo. Se trata de doña Anatilde Baquero de García (q.p.d.), mujer sensible, mística y católica, hija de Timoteo Baquero y Angelina Guerrero, una de las primeras parejas pobladoras de estas tierras a principios de siglo. Su gran amor por el prójimo y principalmente por los más necesitados, la llevaron a fundar con ayuda de importantes personalidades de la época lo que en un principio se llamó Beneficencia Pública de Villavicencio , hoy Instituto de asistencia social del Meta, ente gubernamental que dedica el ochenta por ciento de sus recursos a la Casa de Protección del anciano el Yari, donde viven en la actualidad ciento veinte abuelos. El propósito de este Instituto hoy en día es brindar asistencia social en prevención de enfermedades, promoción de la salud, rehabilitación de la población vulnerable, indigentes, inadaptados, discapacitados, desplazados, tercera edad y grupos especiales de resocialización de indígenas y adolescentes descarriados e integración a la sociedad activa y productiva, objetivos principales que se tenían en mente desde que se formó la primera junta directiva de la Beneficencia Pública de Villavicencio, el 28 de marzo de 1932 y que en ese entonces fue establecida así: Anatilde Baquero de García, presidenta fundadora, Susana Díaz de Rubio Vicepresidente, Virginia Camacho secretaria y como tesorero don Isaac Arbeláez. Esta Beneficencia duró hasta 1992, cuando fue reemplazada precisamente por el Instituto de Asistencia Social del Meta.
Otras de las obras que le debemos a Anatilde, son el pabellón de maternidad y el pabellón infantil que en un principio funcionaron en el Hospital Monfort y con los cuales contamos ahora en el Hospital Regional de Villavicencio.
Esta villavicense, solo vivió treinta y cinco años, pero en ese corto tiempo fue mucho lo que hizo por sus semejante, es por eso que mucha gente la recuerda hoy cariño y agradecimiento.
Hablemos ahora de una mujer que sin ser hija de Villavicencio a luchado sin descanso por llevar consuelo a los enfermos y ancianos desprotegidos de esta Media Colombia. Ella es Alicia de Gómez, presidenta de la Fundación San Camilo, mujer activa y sensible al dolor ajeno, que en compañía de un grupo de personas han logrado darle a Villavicencio otro hogar para los ancianos desprotegidos, el Hogar San Camilo . Este hogar empezó como casa de paso para muchos enfermos que por venir de lejos no tenían dónde quedarse mientras los hospitalizaban o mientras podían regresar a sus casas después de salir del hospital, pero muchos de ellos realmente no tenían dónde llegar ya sea porque por su edad no eran recibidos de nuevo en las fincas donde trabajaban o porque sus familiares no querían saber nada de ellos y así poco a poco se fueron quedando. Los integrantes de la Fundación San Camilo, con Alicia a la cabeza, se vieron en la necesidad, entonces de recurrir al gobierno municipal y al comercio en general para obtener recurso encaminados a sustentar a estos abuelos que por las razones ya expuestas no querían irse del Hogar San Camilo. Y hoy ya son treinta personas de la tercera edad que disfrutan de techo, ropa, comida, recreación y atención médica sin ningún costo, gracias al trabajo arduo de las parejas voluntarias de la Fundación San Camilo. A pesar de que toda la atención se centra en los abuelos, se reparten mercados a cincuenta familias de bajos recursos económicos, alimentos que son donados por diferentes comerciantes de la plaza de mercado.
A todas estas mujeres no les da pena pedir para los más necesitados y dejan muchas veces de dedicar todo el tiempo necesario a sus hogares por estar de lleno en estas actividades que redundan en el bien de las gente más pobres y desprotegidas.