Esta generosidad o falta de criterio ha hecho posible escuchar también a Varese a quien nadie negaría la actualidad de sus postulados, al Cuarteto por el fin de los tiempos de Messiaen, al minimalismo de Steve Reich, y, en fin, a Gyorgy Ligeti, cuya pieza orquestal Lontano con sus casi tres décadas de antigedad, representa el impulso inicial de aquello que se llamaría música espectral , y que aún mantiene vigencia en la cultura musical francófona.
Este estreno tardío en un concierto de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, resulta oportuno e inaplazable. Al igual que Stockhausen, Xenakis y Penderecki, Ligeti transfiere al medio orquestal aquellos efectos sonoros masivos que las técnicas electroacústicas hicieron evidentes aplicando procesos de modulación, de eco, de filtro, de reverberación, de realimentación, de modificación de ataque y de la curva dinámica.
Ligeti escribe la partitura de Lontano en 1967, como contrapunto denso, en donde los elementos no buscan identificar sus relaciones recíprocas. Los elementos dirigen la fluctuación del color y de la densidad, tratando de mostrar un proceso global de transformación.
En la década de 1980, una generación de compositores Murail, Grysay, Levinas, Dufour emprende en Francia la aventura del sonido desnudo , basándose en la reconstrucción artificial del espectro de origen instrumental, tal como se aprecia en Desintegraciones de Tristan Murail o en Erewhon II de Dufour. La música espectral, al adoptar el punto de vista de la totalidad, se sostiene en la interacción de una continuidad dinámica, y en la estética de formas inestables. Lejos de la retórica clásica, Ligeti establece la emoción dramática por oposiciones de registro y variaciones de tensión en la arquitectura armónica, tal como se ilustra en Apariciones (1959) y en Atmósferas (1961). En Continuum (1968) para clavicembalo, el tiempo aparece allí como suspendido, y cede su lugar a una imagen sonora muy próxima a la noción de luz que se manifiesta también en Lux Aeterna (1968). En este sentido, la obra de Ligeti llevaría implícita la dimensión de religiosidad en donde la luz es percibida como expresión de la divinidad. En sus 72 años, este compositor húngaro de naturaleza curiosa y paradójica, rica en ironía, no abandona los terrenos de la aventura intelectual en que transcurre su música.