Entonces, Brasil se impuso, en La Paz (Bolivia), por 2-0, con tantos de Emerson y Luis Murilo. Tres meses después, el conjunto que dirige José Néstor Pekerman ha encontrado una inesperada oportunidad de revancha, con el título orbital en juego.
Brasil llega a la final con una deuda de juego pendiente. Ha regalado tan solo noventa minutos de espectáculo en todo el campeonato (45 ante Siria y otros tantos frente a Portugal), demasiada tacañería para el conjunto que se supone debe recoger el testigo del que se proclamó campeón del Mundo en el Mundial de Estados Unidos-94.
Como el equipo que comandaron Romario y Bebeto, Brasil busca añadir un cuarto título mundial juvenil a su historial. México en 1983, la Unión Soviética en 1985 y Australia, hace dos años, presenciaron el éxito brasileño.
Argentina, por el contrario, es el conjunto que ha llevado una evolución más constante en el torneo. Comenzó titubeando en un grupo complicado. Derrotó a Holanda gracias a un penalti en el último minuto, cayó frente a Portugal y se valió de las ausencias por sanción de Honduras para asegurarse su paso a cuartos. A partir de ese momento, sin embargo, ha sido el conjunto tácticamente más completo. Desarmó a Camerún en cuartos y puso en evidencia la debilidad del sistema defensivo español, en semifinales.
Argentina cuenta con un único título mundial. Lo logró en Japón en 1979 con un equipo que no admitía comparaciones, con Diego Maradona, Ramón Díaz y Gabriel Calderón en sus filas.
En el juego preliminar, España y Portugal purgarán sus desaciertos del pasado martes con un encuentro por el tercer y cuarto puestos, calificado como la final de los pobres .
La selección portuguesa llegó a Doha como campeona de Europa sub-18. España ha sido el conjunto que mejor juego ha realizado y el máximo goleador. Ambas eran las favoritas para disputar la final, pero una mala tarde ante Brasil y Argentina las relegó del título, sin poder esperar, siquiera, la recompensa de un rápido traslado a su país.