Porque la Real Maestranza, ese ruedo grande, famoso, tan lleno de historia, que consagra toreros, los proyecta o los olvida, es la única plaza de primera categoría en España esquiva para el colombiano. Tiene su fucú.
Su presentación, cuando lo esperaban crecido, famoso, sobrado de elogios, se malogró. Se dejó enredar y, junto con Espartaco , se negó a torear un encierro remendado . Fue aquel día en que un viejo zorro como Curro Romero los dejó mal parados, porque, con tanta autoridad y respeto como tiene, dijo, como quien no quiere la cosa, pero con una intención de fondo: Yo sí toreo lo que salga por la puerta de chiqueros . Luego César se cortó en una mano...
Después, Rincón, consciente de que las reconciliaciones deben ser convincentes y hay que entregarse entero, se la jugó. Tanto que sufrió una gravísima cogida. Y, paradójicamente, fue la única vez que cortó orejas. Aquella tarde mostró un valor increíble y un pundonor innegable, pero no todo el toreo que lleva por dentro. Aquel que bien conocen los de Madrid.
De modo que, la suerte de Rincón no ha tenido boleta de entrada a Sevilla. Se ha quedado por fuera. Y por si algo faltara, el colombiano ha tenido que enfrentar lotes imposibles. La última tarde, el pasado 18 de abril, no fue la excepción. Dicen las crónicas que su primer toro, de Gabriel Rojas, no se empleaba con nobleza, que embestía con muchísima aspereza y daba tornillazos, y que el sobrero, de Astolfo, era una rata mansa y peligrosa que se le venía al pecho. Bien hizo al matarlo pronto.
Mas esto es cosa de repasar y de hacer cuentas con tranquilidad. Pero no toda la afición sevillana se va a poner en estas molestias. Lo han esperado y recuerdan lo que ha hecho. Hasta han olvidado que un día no quiso actuar. Y justifican el que en su última tarde no haya tenido materia prima. Pero mañana, como le salga un toro, no de bandera, sino que apenas medio sirva, Rincón tendrá que aprovecharle todo lo que tenga y hasta hacerlo ver mejor. De lo contrario, la rechifla llegará fácilmente.
El lo sabe, y también su apoderado y su cuadrilla. Entonces... se la va a jugar. Ciento por ciento. Pues, además, va como primer espada, y apenas se meta al callejón, después de matar su primer toro, triunfe o fracase, dará el paso adelante nadie menos que Enrique Ponce. Y luego, Finito de Córdoba. Rincón, entonces, no se va a dejar dar el baño. La competencia con Ponce está cantada y, tratándose de Sevilla, le tocará arrimarse como si estuviera empezando.
De modo que, es mañana. Mañana, porque además es una corrida de farolillos. Seguramente, con plaza llena y no con cualquier público. Para esta estarán los más sabidos de España, de Francia y Portugal. Sí, no hay de otra. Tiene que ser mañana. Si no, como dicen los hispanos, coño, cuándo? .
Lástima sí que sus patrocinadores no hayan hecho el gastico de transmitir por televisión para el país semejante compromiso de Rincón. Esto sí que se justificaba.
Pero, bueno, la verdad sea dicha, en lo que va corrido de la feria no ha habido nada grande. El faenón, el torero deslumbrante, no se han visto. Los elegidos para esta feria 1995 han estoqueado ya los primeros 60 toros. Los aptos para ser lidiados allí, porque los severos equipos gubernativos han rechazado más de 30 ejemplares, ya sea por falta de trapío o de peso, por estar fuera de tipo, etc. Sólo Emilio Muñoz ha cortado dos orejas. Que mucha inspiración, que mucho duende trianero, pero al parecer la verdad del toreo, esa profundidad y el arte que llevan al delirio a los que entienden mucho, no afloraron. La opinión está dividida.
Y dizque estuvo bien Manzanares el 19 de abril. Puso al público de pies al torear por derecha e izquierda con mucha belleza. Y José Ortega Cano, que logró en otro buenas tandas, pero no cortó apéndices. Y ahí va. El domingo pasado Espartaco tuvo una valiente actuación; sufrió una impresionante cogida, de la que salió con conmoción cerebral. Pero está fuera de peligro.